Cap. 16

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Habían pasado el día juntos. Para su suerte estaban libres ese día, así que no tuvieron que preocuparse por las pruebas. Sólo por ellos mismos.

—¿Me estás jodiendo?—, dijo burlón Uriah caminando a la par de ella por los pasillos. Le había contado a Uriah que sentía una fuerte atracción hacia Cuatro y bueno... su reacción era de esperarse.

Él lo veía como el amigo de su hermano. Y como un instructor. Pero ella no y ahí yacía el "problema".

—No...—, dijo con sus mejillas tomando un fuerte color rojo.

—¿En serio? ¿Él?—, dramatizó—. Bueno... por lo menos no es Eric.

—Cállate—, intentó cubrir la boca de su amigo cuando un gran grupo de Osados pasó junto a ellos, pero al ser mucho más alto que ella se le dificultaba—. Aunque ya que lo mencionas, Eric es atractivo...

—No me jodas, pecas.

Ambos reían. Ella reía, bromeaba con él, fastidiaba a Uriah, se burlaba. Podía decir que estaba feliz.

Varios osados habían pasado corriendo hacia el Pozo, con miradas preocupadas. Ambos sintieron el ambiente pesado de repente.

—¿Qué está pasando?

Miraron en la misma dirección que todos al llegar al Pozo. Tres hombres tiraban de una cuerda que colgaba del Abismo. Vieron lo que la cuerda sostenía: un cuerpo.

Al.

—Dios mío—, cubrió sus ojos dando pasos hacia atrás.

—Esta muerto—, dijo una voz extraña.

—Dicen que saltó—, un hombre le dijo a otro, cuchicheando.

—Pecas—, la llamó Uriah, al ver sus ojos llenos de lágrimas nuevamente. Intentó acercarse a ella e intentar consolarla justo como lo habían hecho en la mañana.

—No. Yo...- quiero estar sola, Uriah—, murmuró antes de darse la vuelta y desaparecer por los pasillos.

Caminó en al oscuridad, intentando evitar las miradas que le daban los demás Osados que se cruzaba por los pasillos.

Vio a Cuatro girar en una esquina, él al verla aceleró su paso, decidido a hablar con ella.

No.

Dio vuelta por el pasillo, intentando escapar. Él se apresuró a tomarla del brazo, evitando su huida.

—Lamento lo de Al—, dijo muy serio. Ni siquiera parecía lamentarlo pero tampoco es como si le importara.

Al era una escoria. Un lamentable intento de homicida. El único homicidio que había cometido con éxito había sido el suyo. Un maldito suicida que será recordado como un héroe por acabar con su vida. Pensó.

—Es mi culpa que esté muerto—, pero a pesar de pensar todo eso del difunto muchacho, no podía evitar sentirse culpable.

¿Qué tanto habría sido hablar con él? Dejarlo disculparse. Gritarle. Incluso ignorarlo después. Pero ni siquiera lo dejé hacer eso. Se suicidó porque no quise hablar con él y el cargo de consciencia lo mataba. Se reprochó. Literalmente.

—No. No fue por ti. Él hizo su elección. Habría quedado abandonado. No habría pasado la prueba final.

La palabra divergente resonó en su cabeza como una advertencia.

—Yo tampoco.

—¿Por qué lo dices?—, dijo Cuatro con un tono más serio aún.

—Sabes por qué—, se encogió de hombros mirando sus manos, Cuatro movió su cabeza en un ligero asentimiento—. Y en cuanto los demás lo sepan: me matarán.

Bad Guy || Tobias Eaton (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora