Capítulo 7

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La depresión es una prisión en la que eres tanto el prisionero como el cruel carcelero.

Dorthy Rowe

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Fue difícil verlos ahí del otro lado del panel de plástico. Mikasa prácticamente se había lanzado al verlo y Armin elaborado un montón de preguntas que fue complicado seguirlo. Un guardia tuvo que intervenir y darles una suave llamada de atención para evitar que Mikasa atravesara la barrera.

Eren tuvo un lío con sus emociones al tener a sus dos mejores amigos frente a él; Deseaba abrazarlos, y si estuviera en mejores condiciones incluso él reprendería a Mikasa por su exagerado cuidado, sin embargo, le gustaba la atención recibida. Quería estar cerca de ellos más que nada, sin tener esa cosa de impedimento para tocarlos.

Mikasa lucía mal, se veía desesperada y angustiada, hacía tantas preguntas como una madre preocupada, y aquellos ojos usualmente carentes de emoción se volvieron tan parecidos como a los de la niña de 9 años que Eren conoció años atrás. Armin daba el aspecto como si llevara años estudiando para un examen imposible, su mirada triste y cansada, su expresión preocupada. Si ellos se veían de esa manera, Eren no quería imaginar cómo lucía él mismo. Agradecía no tener un espejo para verse, aunque podía sentir el picor en sus ojos.

"¿Estás bien?", "¿Ten han hecho daño?", "¿Qué es ese moretón de ahí?" "¿Por qué no has llamado?" ... eran algunas de las muchas preguntas que ambos preguntaban a través del telefonillo. Oír sus voces empalmadas, complicándole a quien responderle, le remolinó sus sentimientos, y no por las preguntas, simplemente porque oírlos le era tan emotivo.

Las paredes que le separaban de los otros reclusos le daban un pequeño aire de intimidad, intimidad que por mucho que quisiera usar para poder expresarse, no podía. Tenía que mantenerse fuerte por Armin y Mikasa.

Tomó unas cuantas respiraciones para calmarse y con una seguridad fingida, agarró con firmeza el teléfono.

—No me he metido en problemas—se excusó de inmediato. Pero las sonrisas ni alivio se veían en los rostros de Armin y Mikasa. Tuvo que utilizar el plan b: les distrajo contándoles sobre la desagradable comida, sobre que las noches eran tan oscuras y aburridas que se veía obligado a dormir -omitió el tema de los griteríos y gemidos nocturnos-, que no había mucho que hacer. También habló de cómo eran sus compañeros de celda; lo que explicó ciertos moretones en su rostro. Sólo les contó eso, no más ni menos, eso era lo suficiente que necesitaban saber.

Eso fue lo único que podía decirles si quería protegerlos.

Armin y Mikasa no estuvieron muy convencidos, trataron de leer entre líneas para averiguar si existía algo más, pero no tuvieron suerte. Sea lo que sea que Eren ocultaba lo estaba haciendo bien y eso los preocupaba.

Antes de que alguno de ellos continuara interrogándolo, Eren hizo una mueca de fastidio —. Basta de hablar de mí, ¿Qué hay de ustedes? —preguntó.

Ellos no querían incomodarlo, por lo tanto, con mucha fuerza de voluntad por parte de Mikasa para no ir y darle un merecido a todo aquel que le tocó un pelo a Eren. Cambiaron de conversación.

Ambos chicos se dieron una sutil mirada, como si trataran de averiguar por dónde comenzar. Armin fue el primero en hablar, aunque nerviosamente, porque no sabía muy bien cómo empezar después de poco más de un mes de la ausencia de Eren: Platicó de los días de estudio, el nuevo trabajo que Mikasa y él tenían de meseros en el restaurante del Sr. Shadis, el concurso académico en el que Armin participó y la competencia deportiva en la que Mikasa asistió.

Chico Problema.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora