¿Amor?
A la mañana siguiente… abrí mis ojos lentamente y me encontré a Matthew aún abrazado de mí en la misma posición que la de anoche. No me quería separar de él, estaba realmente a gusto en sus brazos. Suspiré y pegué más mi cara a su cuerpo. Escuché que reía bajito y abrí los ojos de golpe.
- ¿Has despertado ya? –susurró sobre mi cabeza.
- Sí –dije quedito, se separó de mí y sonrió.
- ¿Soñaste algo malo, o tuviste alguna pesadilla? –preguntó. Yo lo miraba, esas labios me incitaban a besarlo.
- No, estuve bien. Gracias por preguntar.
Me solté de él y me giré para quedar boca arriba. Me puse a ver el techo de la habitación y él se giró para quedar boca abajo pero su cara estaba hacia mi lado.
- ¿Tienes hambre? –me preguntó. Yo lo miré y sonreí. Él rió también.
- Tienes unas manchitas moradas bajo tus ojos –le dije y él tocó su cara.
- Probablemente sea porque no dormí nada anoche –anunció.
- ¿Por qué? –pregunté.
- Bueno, es que… estabas demasiado cerca y no quería dejar de ver cómo babeabas en mis brazos.
- ¿En serio? –dije poniéndome roja como un tomate. Él se comenzó a carcajear y pasó su brazo por mi cintura.
- No, claro que no. Duermes como un bebé y te la pasas suspirando. ¿Soñaste con algo bonito? –yo no dejaba de pensar en que Matthew estaba demasiado cerca de mí.
- No… bueno. No lo recuerdo –dije tratando de pensar.
- Sí –dijo convencido- soñaste con algo bonito y no me quieres decir qué fue.
- En verdad no recuerdo sí soñé.
- Bueno –dijo moviéndose. Se levantó y caminó hacia la salita. Yo arreglé la cama y luego pasé al baño para revisarme. Noté que tenía el pelo perfectamente peinado, indicio de que Matthew se la pasó acariciándolo. Me lavé la cara y caminé hacia la salita. Allí estaba Matt sirviendo dos vasos de leche y hablando por teléfono.
- Claro… no, no te preocupes, está bien. Sí, la pasamos bien anoche. –me miró y sonrió- Claro, sí en cuanto pase eso me llamas –pidió- De acuerdo, claro en un rato. Hecho pues, Nash.
- ¿Nash? –pregunté.
- Sí, dijo que Chloe aún está dormida –yo asentí.
- Oye… -él me miró atento- tengo la costumbre de ducharme recién me levante… ¿te importaría si me ducho aquí?
- No –dijo con sorpresa-, adelante… las toallas están en el closet –me informó.
- Gracias –dije y caminé hacia allá- Una cosa más…
- Claro –dijo apenado.
- ¿Me prestarías una camisa mientras voy a mi camarote? Solo mientras se despiertan aquellos tortolitos.
- Claro… en un rato te busco algo –dijo sonrojado.
Caminé al closet y saqué una toalla roja de dentro. Luego entré al baño y abrí la regadera. Puse la toalla un poco alejada para no mojarla. El agua de la regadera hizo que mi cuerpo se relajara. Me sentía realmente cómoda allí dentro. Después de estar unos minutos allí. Al salir noté que él estaba viendo su closet. Sacó una camisa rayada en azul con blanco y un ancla dibujada en color rosa.
- ¿Esta está bien? –preguntó. Yo sonreí y la tomé.
- Sí gracias –dije y él salió de la habitación cerrando la puerta.
Después de ponerme mi ropa. Me puse la camisa de Matthew y sentí rápidamente el olor a su perfume, olía deliciosamente bien. No pude evitar tomar un pedacito de esta y acercarla a mi nariz. Ese olor… tan dulce, la exquisitez de su aroma a hombre. Me quedaba grande pero no demasiado. Me dejé el cabello suelto y caminé hacia fuera de la habitación.
- Es una gran camisa –me dijo Matthew con una sonrisa- Marinerita –me llamó.
- Gracias, es de un amigo cuando quieras te la presto –le dije riendo.
- Está bien, pero no le digas eh –me advirtió.
- No, no. Será nuestro secretito –le dije y reímos ambos. En la barrita de la cocinita había cereal y había pan. Dos tazas de café con leche y jugo.
- ¿Quisieras desayunar aquí o quieres ir a un restaurante? –preguntó amablemente.
- Aquí está bien –le dije. Serví el cereal en un coquito y tomé la leche. Él se sentó a mi lado y también sirvió un poco de cereal a su plato. Estuvimos desayunando en silencio, hasta que él lo rompió.
- Sabes… -me dijo- no eres tan mala como pareces.
- Pues –dudaba de mi propia respuesta- ¿gracias? –dije riendo.
- Espero que todo con Dean salga bien, te mereces a alguien que te quiera mucho. Si él dice hacerlo y te lo demuestra, seré muy feliz por ti.
Lo miré y luego observé mi anillo. Tenerlo en ese dedo me imponía y más la imagen como se veía. Esto era demasiado extraño. Tener el destino arreglado con alguien a quien ¿amo? Necesitaba pasar tiempo con mi prometido. Necesitaba verlo.
- ¿Tú piensas en casarte alguna vez… con Kelly? –le pregunté.
- No… -me dijo rápido.
- ¿No te quieres casar? –le pregunté incrédula.
- Claro que sí, algún día… pero con Kelly lo dudo –me dijo bastante convencido.
- ¿Por qué? –pregunté aún más intrigada por su respuesta.
- Bueno, es que he estado tanto tiempo con ella, sintiéndome supuestamente “feliz” pero siempre me decepciona. El día que me llegue a casar quiero que sea con alguien que de verdad ame. Alguien a quien no tenga miedo demostrarle lo que siento, sin miedo a estar estúpidamente enamorado de ella –dijo con una sonrisita nerviosa.
- Espero que encuentres una chica así, te la mereces –le dije. Luego recordé la conversación que tuve con el chico de los mensajes. Matthew se parecía mucho a la forma de ser de él. Esto era extraño.
El teléfono comenzó a sonar haciendo que se me fueran todos mis pensamientos. Matthew contestó y luego de quedarse callado unos segundos colgó.
- Era Chloe, dijo que Dean te pasaría a buscar en un rato al camarote. Es mejor que vayamos a que te cambies.
- Sí –dije levantándome- ¿puedo venir por mi almohada y mi sábana luego?
- Claro, ven cuando quieras –me instó.
Nos levantamos y recogí mi celular del buró. Al salir del camarote, Matthew tropezó y casi se caía, eso provocó que riéramos mucho. Aún venía riendo cuando noté que frente a la puerta de mi camarote estaba Dean parado, observándome.
- Buenos días –me dijo.
- Buenos días –contestamos ambos.
- ¿De dónde vienes? –me preguntó con seriedad.
- De… su camarote –le dije señalando al odioso asesino de cámaras.
- Oh, y ¿por qué tienes su camisa puesta? –preguntó.
- Bueno, es que dormí con él. Bueno no con él –Matthew estaba mirando al suelo-, pero sí en su camarote y me duché… no podía entrar a mi camarote así que él me prestó algo de ropa.
Matt estaba sonrojado pero no decía nada. Dean me miraba con el ceño fruncido.
- ____ –estaba por darme un sermón así que me asusté un poco.
- Oye… te digo que no pasó nada… y si me quieres creer, sino friégate –dije molesta. Matt se dio una palmada en la frente en señal de “tonta eso no se dice”. Dean entrecerró los ojos y luego sonrió.
- Yo no te iba a decir nada, de hecho iba a decirte que esa camisa está bonita, pero bueno… -comenzó a reírse mucho. Yo me sonrojé mucho.
- ¿Qué? –dijimos Matt y yo sorprendidos.
- Sé que no harías nada para dañarme y por extraño que parezca, también confío en Matthew. Se ve que no es mal muchacho.
Matt y yo nos miramos sorprendidos y nos quedamos en silencio.
- Bueno, tengo que cambiarme –dije entrando al camarote, allí dentro estaban Nash y mi hermana desayunando café con leche.
- Buenos días –le dije a mi hermana y la abracé. Detrás de mí entraron Matthew y Dean y también saludaron.
- ¿Qué tal te fue anoche? –preguntó Nash con una sonrisa en sus labios. Lo miré y entrecerré los ojos.
- Te odio –le dije y caminé a mi habitación. Me puse unos Jeans azules y me maquillé muy poco, la verdad no me quería quitar aún la camisa de Matthew así que me la dejé puesta. Al salir los chicos estaban riendo de algo.
- ¿Qué te asustaron? –preguntó Dean riendo. Miré a Matt y él se sonrojó.
- No me asusté… simplemente… -trataba de encontrar una excusa pero no tenía ni una.
- No mientas –me dijo Matthew- casi tuve que cantarte para que te calmaras –dijo riendo.
- Fuiste muy cruel conmigo –le dije dándole un golpe en el brazo y todos rieron mucho.
Estuvimos allí acompañando a los chicos mientras desayunaban y luego Nash y Matthew se fueron, al parecer tenían que hacer algo importante.
- Nos tenemos que ir –dijo Nash-, creo que hoy no te podré ver en el día pero… la pasé bien anoche –le dijo a mi hermana.
- Está bien, no te preocupes. Tengo ganas de pasar el día con mi hermana –le dijo sonriente y lo abrazó.
- Lo siento, pero hoy… me la robo yo –dijo Dean. Yo sonreí y lo abracé.
- Entonces, que tengan un buen día –dijo Matthew. Salieron del camarote con una sonrisa en los labios.
Mi hermana se fue al camarote de mi papá y me dejó allí con Dean. Estuvimos jugando un poco de Rock Band y tocando guitarra. Estar con él me hacía bien, hacía tanto que no disfrutaba de estar a su lado.
- ¿Qué tal te fue con Matthew anoche? –me preguntó.
- Bien, me divertí. Pero sí me afectó eso del susto. Creo que no podré dormir sola por unos días –dije recordando el miedo que sentí.
- Eso se puede solucionar –dijo levantando las cejas un par de veces.
- ¿Qué tienes en mente, conozco es mirada maligna? –le dije con una sonrisa.
- Pues si te atreviste a dormir al lado de alguien a quien conociste hace unos días… tal vez te gustaría quedarte a dormir conmigo esta noche –me dijo.
- Está bien –dije sin pensarlo.
- ¿De verdad? –dijo sorprendido.
- Claro –dije sonriendo- Todo sea por no sentir miedo.
- De acuerdo –dijo él y me abrazó.
Fuimos al salón. Allí había un casino y estuvimos jugando un poco. La fortuna de Dean subía en cada juego. Me daba gusto que nos estuviéramos divirtiendo. Él en cada oportunidad que tenía me daba un beso en la frente o en la mano. También en los labios pero no eran tan seguido.
- Te extrañé mucho –me dijo.
- Yo también –le confesé.
- ¿Recuerdas el perrito que me diste? –me preguntó. Cuando cumplimos dos años de novios se lo regalé, a él le encantan los boxers.
- ¿Dominó? –pregunté. Así se llamaba.
- Sí –dijo guiándome hacia una habitación cerca del salón.
- ¿Te gustaría verlo?
- ¿Está aquí? –dije sorprendida. Entramos y notamos que había varios compartimentos, parecía una pequeña perrera. Allí al lado de un Pug, estaba un boxer pardo y de orejas cortadas, su mirada era tristona y parecía estar adormilado.
- ¡Dominó! –exclamé ahora debería de tener tres años. El perro rápidamente se paró y comenzó a ladrarme, su pequeño rabo lo movía con rapidez y rasguñaba la puerta de tela, quería salir a verme.
- ¿Les puedo ayudar en algo? –comentó un chico que estaba cerca.
- Hola –dijo Dean- soy el dueño del boxer, me pregunto si lo puedo sacar a dar una vuelta por la cubierta.
- Sí, pero lo tiene que regresar a cierta hora –dijo el chico- Y si el perro llega a ensuciar la cubierta, usted tendrá la responsabilidad de limpiar.
- Está bien –dijo Dean. Firmó una responsiva y le pidieron una identificación. Luego le dieron la correa y sacaron a Dominó de su jaula.
Rápido me acerqué a él y lo abracé. Él no dejaba de lamerme y acercárseme, estuve acariciándolo un rato y luego le puse su correa.
- Gracias Dean –le dije y lo abracé.
- No es nada, sé que Dominó te extrañaba también –dijo sonriendo.
Salimos a la cubierta y como el perro tiene imagen de malo, mucha gente se alejaba de nosotros. Lo solté y estuvimos jugando con una pelota que Dean había comprado. La verdad era que nos estábamos divirtiendo.
- ¡Dominó! –grité y me lancé a la piscina que estaba a mi lado. Rápido él se lanzó conmigo y nadamos un ratito. Hasta que un chico nos sacó porque no podía entrar el perro a la piscina. Al salir lo sequé con una toalla y se acostó a mis pies. Dean estaba a mi lado con una toalla también.
- Me da tanto gusto que hayas aceptado ser mi esposa –me dijo de la nada. Yo lo miré extrañada- Es que… no me cansaría de verte despertar todos los días de mi vida a mi lado. Quisiera sacar todas las noches a pasear a Dominó contigo. Quiero hacerte de comer todos los días, quiero tener hijos contigo, quiero poder envejecer a tu lado. Quiero robar tus sonrisas, quiero vivir abrazado de ti… -sus palabras eran tan hermosas que hizo que un nudo en la garganta se me formara. ¡Este era el Dean, del que yo me había enamorado!
Me acerqué a él y puse mis labios cerca de los de él. Su mirada me anhelaba, su respiración se entrecortaba y mis sentidos se perdían.
- Te quiero –le susurré y lo besé. Por fin pude sentir esa electricidad que tanto extrañaba en él. Mi corazón estaba satisfecho de haber podido sanar. Lo abracé y él rodeó mi cintura con sus manos y me levantó. Rodeé su cintura con mis piernas.
Sentí que mi celular vibraba y me bajé de él.