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Nerea regresó todos los días de esa semana a merendar a Indigos's. Y todos los días había estado mirando a la señorita con flequillo. Ni el sudor y los pelos despeinados después de trabajar todo el día podían hacer que Nerea la viese menos guapa.

Casualidad o no, cada vez que Nerea iba allí la atendía la camarera rubia, con la que mantenía una increíble relación sarcástica.

Ese día, Nerea se había pedido la tarta de queso. Se había propuesto probar toda la carta y lo haría hasta poder conocer a la señorita. La realidad era que sí le gustaba comer en Indigo's, además de que la comida era barata, cosa que ayudaba pues la mayor parte de su presupuesto se iba para la gasolina de la moto. Todo merecía la pena si veía a la señorita.

Lo que sabía de ella, de momento, era que le gustaba mucho peinarse el flequillo,  que siempre llevaba el pelo recogido aunque fuese en moños horrendos y que tenía una relación muy cercana con la otra camarera, ya que era a la única a la que no le hablaba borde.

Saboreaba cada pedacito de la tarta como si fuese el mayor placer del mundo. Mientras tanto, observaba a la chica por la que venía cada día. Sonreía a menudo a los clientes y, pese a no haber podido observarla de cerca, sabía que era la sonrisa más bonita del mundo. Esa clase de sonrisa que le gustaría tener.

Se terminó su tarta lentamente, con la compañía de su fiel chaqueta de cuero y los coches que pasaban por la carretera. No se sentía sola. Realmente, no te podías sentir sola en ese lugar que siempre estaba lleno de clientes ruidosos contando sus anécdotas. De hecho, se sentía y estaba menos sola que en casa.

Era reconfortante sentirte acompañada aunque fuera en algún sitio.

Se bebió lo que le quedaba del vaso de agua y pidió la cuenta a la camarera sarcástica.

-Todavía no sé tu nombre- comentó Nerea cuando fue a quitarle el plato y a entregarle la bandejita con su ticket. -. Yo soy Nerea.

-Mimi- se presentó mostrando todos sus dientes al sonreír.

-No suena muy español.

-Eso es porque-

MIRIAM! ¡LOS HUEVOS DE LA OCHO!- gritaron desde cocina.

YA VOY PAPÁ!- chilló tornándose hacia la barra. Se giró poco a poco hacia Nerea-. El deber me llama.

A Nerea le caía bien Mimi Miriam o como quiera que se llamase. Pensaba que tenían un carácter parecido y, que si no fuera porque lo único que se decían era el plato del día y un par de vaciles de Nerea, podrían hasta llevarse bastante bien.

Colocó el billete más unas monedillas de propina en la bandejita. Cogió con la mano derecha la bandejita y con la izquierda su chupa. Se levantó al ver que Mimi no llegaba.

A la que sí vio llegar es a la morena del flequillo, tan cargada de platos que sabía que esta vez no la pillaría mirándola, más que nada porque si miraba a algún sitio que no fueran lo platos se le caería todo lo que llevaba.

Cuando llegó a la barra dejó todo ahí. Supiró retrocediéndo un paso y secándose el sudor de la cara con la palma de las manos.

Era el momento de Nerea.

Aprovechando que estaba atenta secándose el sudor y reponiéndose, la rubia dio un paso hacia delante hasta que ella, que volvió a retroceder, chocase con ella. Cargó su chupa en el hueco entre su brazo y su codo para agarrar con ese brazo a la chica.

Esto la tomó completamente desprevenida. Estaba de espaldas a la rubia y el mero contacto con su piel había hecho que su vello se erizara. No podía moverse. Los segundos se le hacían eternos.

Señorita | ifridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora