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-¿Qué va a tomar?

Aitana lucía una gran sonrisa en su rostro. Esta vez, era ella la que iba a atender a Nerea.

-¿Hay tarta de queso?

-Eso siempre.

-Pues ya sabes, señorita- Nerea le sonrió también.

Cogió la carta y se dirigió a cocinas para decir el pedido. No paraba de sonreír. Parecía una tonta enamorada. Si bien no estaba enamorada, sí bastante embobada de la chica desde que el otro día dio aquel paseo en moto con ella.

Fue atentiendo las otras mesas con una sonrisa que contrastaba con el carácter de Mimi. Menos mal que aquel día libraba.

No importaba las vueltas que daba ni los paseos que diese que corría todas las veces en busca de los ojos de Nerea, que también buscaba los suyos. Era bonito que ya no se desviasen la mirada.

Cogió el plato de la rubia cuando su tío tocó la campanita y se lo entregó.

-Gracias, señorita- le agradeció con una sonrisa pícara.

Toda la tarde, hasta cuando Nerea se marchó, estuvo con aquella enorme sonrisa dibujada. En su interior sentía un cosquilleo constante, que supo que eran esas mariposas de las que todos hablaban, pero que ella juraría que se asemejaba más a los pequeños temblores que sentía al montarse en aquella moto negra.

...

No tenía ni idea cómo había acabado en un parque con la rubia motorista. Sin embargo, ahí estaba.

El silencio reinaba entre las dos. No habían intercambiado palabras desde que Nerea llamó a Aitana tirando piedrecitas a su ventana y la morena bajó por el techo, para sorpresa de la otra.

-¿Hablamos?- rompió el silencio Aitana.

-¿De qué?

-Pues yo qué sé. ¿De la vida?- quería tener una de esas conversaciones sin sentido de muchos temas y quería conocer más a Nerea.

Nerea se sentó en el banco a su lado.

-Mi vida no es interesante- dijo quitándose la chaqueta.

-Venga. Algo harás.

-Consiste en dar vueltas con la moto e ir a merendar al Indigo's. Si eso te parece interesante- de repente, un objeto se le cayó al suelo.

Aitana fue a cogerlo y su mueca cambió al ver lo que era.

-¿Fumas?- hizo un mohín enfadado alzando el mechero rojo que segundos antes estaba en el bolsillo de la chupa.

-Ya no, pero es muy útil llevar un mechero encima- se lo arrebató de las manos.

-¿Para qué?

-Para incendiar cosas- encendió el mechero cerca de la cara de Aitana, pero lo suficientemente lejos para asegurarse de que no le pudiera hacer ningún daño.

-Gilipollas- se asustó, causando que me diera un golpe en la pierna.

Nerea sabía que le había dicho algo malo, mas no se quejó. Le gustaba escucharla hablar en español. Bueno, le hustaba escuchar su tono inocente y despreocupado diciendo cualquier tontería.

Señorita | ifridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora