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La camarera granadina estaba observando atentamente a su prima, que se hallaba en aparcamiento del Indigo's charlando con su "amiga", embobada con ella. No eran amigas, pero Aitana no le dejaba que la llamase "la chica con la que quieres estar toda la noche despierta hasta ver las estrellas y no mirando al cielo precisamente".

Como apenas había una mesa ocupada, caminó con paso decidido hacia la puerta y salió, ignorando los gritos de su padre. Anduvo hasta las dos chicas.

—¿Qué pasa, tórtolas?— las dos se giraron hacia ella, la más pequeña con una mano en el pecho del susto.

—No nos llames así, Mimi— recriminó aún asustada.

—¿Prefieres bollos?— comentó con una sonrisa ladeada, sonrojando a su prima y provocando que la otra juntara sus cejas extrañada.

—¿Qué haces aquí?— increpó Aitana.

—Quería ir a ver cómo van mis bollos favoritas— apoyó el codo en el hombro de la morena, aprovechando su digerencia de altura.

—Creía que tu bollo favorita eras tú misma.

—¿Nos acabas de llamar como unos pasteles dos veces?

Las dos españolas se miraron unos segundos, para estallar a carcajadas después.

—Algún día te lo explicaremos— pellizcó la mejilla de Nerea—, cuando seas más mayor.

¿Nos vas a contar ya tus intenciones o vas a seguir aquí cortándonos el rollo un rato?— le habló en español, porque le resultaba raro hablarle tanto tiempo en inglés a Mimi.

—Oh, sure— volvió a apoyarse en la catalana, esta vez apoyando su cabeza en la suya para ver perfectamente a Nerea—. Mañana es cuatro de julio y el Icarus hará una especie de "fiesta" para ver los fuegos artificiales en la playa y eso. Era para invitarte a venir.

—Anda que vas a decir algo a mí.

—Tú no te pierdes una fiesta en el Icarus por nada del mundo— dio un pequeño golpe en la frente a Aitana. Se volvió a dirigir a Nerea—. ¿Qué dices, vienes?

Esta dudó un segundo. Bajó sus ojos buscando la mirada de Aitana, que le suplicaba con un pequeño pucherito que fuera.

—Está bien— Aitana esbozó una gran sonrisa.

—Es a las doce. No faltes.

Dejó a solas a la parejita y se metió de nuevo en el local, recolocándose el pañuelo rosa del cuello. Qué duro era ser Celestina.

...

En el Icarus había todavía más gente que en la fiesta anterior. Aunque ya habían tirado los fuegos artificiales en otras zonas de la ciudad, aquí los tiraban varias veces durante la noche.

Una pequeña señorita andaba dando vueltas por el lugar nerviosa perdida.

—Estate quieta ya, niña— colocó sus manos en su hombros para parala.

—Son cerca de la una y no ha aparecido, ¡no ha aparecido!— movía sus brazos para expresar su frustación—. No va a venir, me va a dar plantón.

—¿Quién se va a atrever a darte plantón a ti?

—No va a venir ya verás— se sentó en una de las sillas, supirando. Un pequeño cochete iluminó por momentos sus cuerpos de azul.

—Oye, que las lolas tampoco han venido todavía— se sentó a su lado.

—Pero tú no sientes nada por ellas y sabes que van a venir.

Señorita | ifridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora