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La vio entrar como de costumbre en el restaurante, llevando su chaqueta de cuero en la mano. Le sonrió nada más entrar, siendo correspondida por una igual de grande.

Cogió la libreta e hizo click en el bolígrafo. Paró a verla un segundo más y la descubrió helada de pie al lado del sillón donde se solía sentar.

Dirigió su mirada hacia lo que fuera que la tuviera así. Vio una pareja entrada en años sentada en la mesa contigua a donde Nerea se solía sentar. La mujer ya había bajado la mirada, pero los ojos del hombre la seguían atravesando. Sus ojos eran tal mezcla de emociones que no supo ver cuál predominaba, pero tenía claro que ninguna era buena.

Nerea se sentó con la cabeza gacha en el sitio de siempre, sorbiéndose la nariz de tanto en tanto. La morena escribió corriendo cheesecake en el papel y corrió hacia ella.

—¿Está bien?— Aitana dobló la espalda hasta estar má cerca suya, posicionando la mano libre sobre la suya.

—¿A-Aitana?— apartó la mano corriendo lo más rápido que pudo—. Esto está lleno de gente y por ahí está tu tío.

—Como si está media ciudad.

Agarró su cara y la levantó, para descubrir una lágrima rebelde que surcaba su rostro. Acunó su mejilla en su mano y la limpió con su pulgar.

Ya sabía quiénes eran.

Con toda la rabia del mundo en su interior se acercó, bolígrafo en mano, para atenderles, descubriendo que las había mirado todo el tiempo.

—Buenas tardes, señores.

El hombre soltó un gruñido antes de fulminarla con la mirada.

—¿Han elegido ya?

—Vete— exigió furioso.

—¿Perdone?— cuestionó con las cejas levantadas.

—Que me atienda la otra camarera o cualquiera que no sea como la basura esa de enfrente— la señaló con un movimiento de cabeza.

Aitana enmudeció. Tragó y, con la voz temblorosa, le contestó que eso era una falta de educación hacia una de sus clientas y hacia una camarera que no iban a consentir.

El hombre se levantó y comenzó a gritarle en la cara a Aitana, que se encogía a cada grito que este daba. Mimi no tardó en llegar y colocarse entre esos dos. Había estado obsevando desde lejos sin escuchar nada y el ver ese señor intimidando a su prima la puso mala. Así que llamó a su padre con la campanita y corrió a decirle cuatro (o más) cosas bien dichas.

Entre su padre, Mimi y Aitana, que intervenía a veces escondida detrás de su prima, pusieron a caldo al hombre y a su mujer, que se había sumado al conflicto. Al final consiguieron echarlos a los dos. Tristemente, antes de irse le dedicaron una última mirada a Nerea, que había estado atenta a la pelea que había ocurrido delante de sus narices, sobre todo porque era mencionada demasiado en ella.

A los minutos apareció Mimi con una sonrisa y un plato con una porción de tarta de queso en ella.

—Invita la casa, ya sabes, por el numerito de antes— intentó reconfortarla.

Al ir a coger un pedacito de la tarta decubrió una hoja de papel.

"Vente a mi casa a las doce."

Terminó de leerla y levantó la vista para encontrarse con una ratona tras la barra que le sonreía con ambos pulgares hacia arriba. Le respondió con el mismo gesto.

Pasó la tarde dando vueltas como siempre hasta que por fin llegó la noche y se acercó a la dirección que le dijo Aitana. Supo que había llegado bien al ver "Ocaña" pintado en el buzón.

Señorita | ifridgeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora