1. Amo cuando me llamas señorita

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Amo cuando me llamas señorita.







Camila

Me levanto agotada, tomar esos turnos del fin de semana no fue buena idea. Otra vez a la rutina.

Reviso que todo lo que necesito esté dentro de mi cartera: llaves, teléfono, billetera... Con eso podré sobrevivir. De ese modo, salgo de la residencia compartida en la que vivo. En la entrada hay algunos niños jugando, y a su lado está mi amigo Pepe con su guitarra, él me sonríe y se despide en español, también es cubano.

Tomo el autobús de siempre, se detendrá en otras tres estaciones antes de llegar a la que necesito. Un señor me cede su asiento y yo acepto, pero siento un olor desagradable al ver que las ventanas casi no pueden abrirse y todos sufren aquel efecto del calor llamado sudor. Finalmente, logro sobrevivir al olor y bajo en la estación que me corresponde: Cerca a la playa, en donde se ubica la cafetería en la que trabajo y que siempre está abierta a turistas.

Tan pronto como llego, trato de evitar a mi molesta jefe, y voy a la parte trasera para ponerme mi uniforme. Desabrocho los botones de mi camisa blanca, pero me tapo inmediatamente al ser sorprendida por el estruendoso ruido de una moto.

"Debe ser algún idiota presumido" pienso.

Continúo en lo mío, y ya con mi ropa de trabajo, salgo dispuesta a tomar la primera orden del día.

—Bienvenidos. ¿Qué desean ordenar el día de hoy? —sonrío, sacando la libreta de órdenes y el bolígrafo de mi bolsillo.

La pareja me sonríe y con un marcado acento que no logro reconocer, me piden dos desayunos. Me alejo de la mesa y camino hacia la cocina para pasar la orden.

Mientras espero, limpio algunas mesas y organizo otras cosas, aún no hay tantas personas.

La campanilla suena, indicando que hay un nuevo cliente. Me dispongo a ir a pasarle la carta, o a tomar su orden, pero cuando voy a avanzar, la voz chillona de mi jefe me detiene.

—Iva, atiende tú —dice la mujer de pie frente a mí, señalando a mi amiga—. Necesito hablar contigo, Karla.

Hago un vago intento por no poner mala cara, pero fracaso.

—Karla, sabes las reglas para trabajar aquí.

—Sí, las sé...

Dejo las palabras en el aire, esperando que diga algo más, pero no lo hace. Se queda observandome y no entiendo por qué.

—¡Sale orden para la mesa seis! —grita uno de los cocineros.

—Necesito...

—Necesitas recogerte el cabello, no puedes ir así por todo el restaurante. No es higiénico —sonríe de manera cínica y se va.

Siempre olvido recoger mi cabello, pero tendré que acostumbrarme, así que me peino antes de tener más problemas. Cojo los platos que están en la barra y los llevo a la mesa de la pareja que me sonríe con gratitud.

Siento una mirada sobre mí, pero no es mi jefe... Es un chico que me observa desde hace rato, está sentado en la mesa que está detrás de la que atiendo.

Su mirada me penetra, pero no dejo que me intimide, así que la sostengo hasta que Iva rompe el contacto al dejar la orden sobre la mesa de aquel desconocido. Sin embargo, él continúa aquella guerra improvisada de miradas que hemos creado, pues esquiva a mi compañera y continúa viendo.

"No debo parpadear... No debo parpadear... No debo parpadear... Tengo que ganar..."

—¡Camila!

Perdí. Qué triste.

Atiendo al llamado del cocinero, pero siento que aún me atraviesa la mirada de aquel apuesto extraño... Me da la impresión de que no es de por acá.

¿Por qué sigo pensando en él? Es sólo un cliente más.

Claro, un cliente más apuesto que los otros. Un cliente que me interesa más que los otros... Un cliente que tal vez me esté importando más que la orden que acabo de derramar y los platos que acabo de romper.

La primera pareja que atendí me llama nuevamente, quieren pagar ya, así que les traigo su cuenta y ellos me dejan una amistosa propina.

—Disculpe... señorita.

Tiene un acento que me cautiva cuando habla en español. Simplemente eso, en armonía con el sudor que cae de su frente, sus grandes músculos y... Todo él me hacen pensar demasiadas cosas.

Parpadeo varias veces. Esta Camila está un poco distraída hoy.

—¿Sí?

Me da una sonrisa que podría derretirme en cualquier momento.

"Ya Camila, deja la pendejada" me digo nuevamente. Suspiro.

¿Hablas inglés? —nuevamente su acento...

—Sí —evito su mirada.

—Quisiera saber si sabes de un buen lugar para ir de fiesta.

—Oh pues... No sé. Hay muchos clubes y bares, eso está a tu criterio —sonrío.

—¿Y cuál es tu favorito? —inquiere.

—Todos son buenos, no tengo uno favorito.

Sí, tengo que ser racional. ¿Quién me asegura que este chico no es un violador con cara bonita?

—Pero si esta noche es la fiesta de Clara. Debes ir —Iva aparece junto a nosotros, recogiendo los platos de la mesa del desconocido. Me da un leve empujón y sonríe como si acabara de cometer una travesura.

—¿En serio? —sonríe el chico.

—Yo creo que no iré, pero no soy nadie para decirte si puedes ir o no.

—¿En dónde es?

—Creo que en un club en la playa, no muy lejos de aquí. Su nombre... ¿Te lo anoto?

—No estaría mal. Si quieres junto a tu número telefónico.

Abro la boca para reclamar, pero no vale la pena. Únicamente tomo un trozo de papel y anoto.

Sapphire moonlight

—Interesante nombre.

—Lo es. Así se llama gracias a que en la noche la luz de la luna se ve como si fuera algo mágico.

—Entonces te gusta ir allí.

—No asumas cosas de mí.

—No lo asumo, es obvio —sonríe de manera socarrona.

—Espero que te vaya bien. ¿Necesitas algo más? —resoplo.

—Creo que nada... Por ahora...

—Bien.

Me alejo, pero su voz me detiene.

—Espero verte allí, señorita.

Suspiro.

Amo cuando me llama señorita.

Señorita ¦ S.M ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora