Sin él.
Nunca tuve ningún vicio especialmente alejado de lo saludable o normal. Me gustaba morderle la goma a mis lápices, mis uñas o los bordes de las lapiceras. Pero de ahí, mas nada. Claro, hasta ahora que me encuentro completamente ensimismada observando cada acción que realiza Dean.
Usaba una camisa color negro que daba un énfasis a sus gloriosos ojos de distintos tonos de azul.
Se encontraba sentado a un lado de Asher Crowell, quien reía con los ojos llorosos esquivando la amenazante mirada del profesor. Escuchaba como Hannah, una chica que me distraía en clase de trigonometría, me hablaba. Sin embargo, prefería no prestarle demasiada atención y concentrarme en como los brazos de Dean se flexionaban con cada risotada que escapaba de sus labios.
¡¿Qué piensas, francesa?!
--Entonces mi mamá quiere adoptar un nuevo cachorro pero papa dice que ya tenemos demasiados y...
No entendía lo que decía, porque no la estaba escuchando.
Mi corazón comenzó a dar brincos como si fuera un loco cuando Dean volteo a mirarme. Subió la mano y la agitó en modo de saludo. Le di un pequeño vistazo antes de obligarme a responderle el gesto. Agite mi mano, tal vez con demasiada potencia que la pulsera que yacía en ella salió disparada para acabar en la cabellera alborotada de Mila State.
Avergonzada, viendo como Dean mostraba una risa burlesca, regrese mi vista a la pizarra donde el profesor hablaba.
--Tendrán que hacer un trabajo en parejas y entregarlo el viernes, ósea, en tres días. Necesito que se esfuercen porque vale el veinte por ciento de su calificación final.
La campana dio su tonada y todos, literalmente, salieron volados a la salida. Tome mis cosas lentamente con cuidados, guardando todas estas en mi bolso para dirigirme a la cafetería. Fue cuando unas manos firmes se apoyaron en mi mesa cuando detuve cada uno de mis movimientos. Miré al causante de mis múltiples distracciones quien sonreía con inocencia.
--¿Quieres ser mi pareja? Digo, en el trabajo.
--Claro. —solté rápidamente como si temiera que el cualquier momento fuese a arrepentirse.
--Bien, en tu casa a las cinco.
Para la tarde, me encontraba enloqueciendo mientras buscaba algo adecuado para usar. Es decir, solo realizaríamos un trabajo resolviendo ecuaciones de trigonometría, no se trataba de una cita. Sin embargo, exaltaba a mi madre y hermana menor mientras lanzaba ropa por doquier, como si el presidente fuese a visitarme.
Eran Dean Hardin, no se comparaba.
Dean me importaba más que el presidente.
--¿Entonces sí es una cita?
--No es una cita, mamá. Haremos un trabajo.
--¿Entonces?
--Es que...ese chico me gusta. Me gusta mucho. —suspire, sacando algunas prendas de ropa del armario para colocarlas a un lado, junto al bote de basura.
Mi madre sonrió antes tomarme pasar a mi lado y sacar un atuendo del closet. Una camisa de mangas largas color crema tejido, una chaqueta de cuero, unos pantalones de mezclilla y unas botas negras. Simple, pero iba acorde con la ocasión.
--Eres hermosa y una buena persona y si no lo ve, necesita lentillas. ¿Por qué no usas esto y dejas de deprimirte?
Un timbrazo hizo que todos lo alarmáramos.
Miré a mi madre mientras Sophie continuaba estática mirándome. Su cabello negro se encontraba despeinado y sus ojos azules mostraban el pánico por mí en ellos. Tuve que ordenar mis pensamientos para desistir a gritar.
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Los rastros que dejó
Mystery / Thriller¿Quién era Dean Hardin en realidad? Dean era el capitán del equipo de hockey. Dean era el alumno número uno en cada asignatura. Dean era un bromista sin causa. Un músico oculto. Dean era la paleta de colores que alejaba la monocromía de mi vida. Un...