Cap.12

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Con él.

Tenía claras dos cosas en mi vida:

1) No me gustaba el café y

2) No conocía mis límites.

Estaba la posibilidad de que hubiera sobrepasado mi vocabulario con la profesora de francés al corregirla en una oración; como también puede que la haya insultado de más en dicho idioma. Ante mi modo irrespetuoso acabé en la oficina del director a la espera de que mi madre llegara a recogerme. Suspendida tres días, excelente para mis archivos privados del instituto.

No es justo, yo sé más francés que esa vieja.

Veo un par de sombras caminando en mi dirección. La secretaria del director, Rosa, sienta a Dean a mi lado. El chico tiene una bolsa llena con hielos en cubos sobre la mano. Sus nudillos estaban rojos e inflamados, como si hubiera golpeado a alguien. Lo miré confusa.

--Pitufina, qué bueno verte.-- Me dice sentado a mi lado.

-- Mantén el hielo sobre la herida, Dean. Antes de que se inflame.-- Murmura Rosa con las manos sobre los hombros de Dean. Nos da una última mirada de cansancio y regresa a su lugar en la recepción.

Cuando ambos nos quedamos solos, Dean acercó su rostro al mío quedando a unos cinco centímetros de distancia. Tragué grueso con la esperanza de que sus labios terminaran sobre los míos; pero Dean simplemente habló.

--¿Quieres hacer algo que seguramente nos meterá en problemas?

Frunzo el ceño-- No se supone que me lleves al lado oscuro.

--Vamos, no seas aguafiestas, Daks.

Ladeo mi cabeza mordiendo mis ambos labios no muy segura con su propuesta. ¿Desde cuándo me había convertido en una persona que toma buenas decisiones? Yo era de las que se arriesgaba sin pensar el costo.

No iba a cambiar ahora.

--¿Qué tantos problemas serían?

Dean sonríe feliz ante mi palabras. Coge mi mano y ambos nos levantamos. El rubio mira por la rendija de la ventana a Rosa hundida en el portátil.

Al instante comienza a correr con mi mano unida a la suya. Escuchamos los gritos del director detrás de nosotros, pero lo evitamos mientras nuestros pasos aceleran. ¿Conocen esa sensación, cuando corres tan rápido, que pareciera que tus pies dejan la superficie? Es como si volaras. De esa forma me sentía corriendo junto a Dean.

Subimos a su camioneta y salimos del instituto.

--¿A dónde vamos?-- Cuestiono con mi mirada fija en la ventanilla, en el lugar del copiloto.

--Te llevaré a mi lugar seguro.-- Lo miro con una sonrisa en los labios. Ambos usamos el uniforme el instituto, y se forman algunos pliegues en el chaleco azul oscuro tirando al negro cuando sus brazos se doblan.

--Tu lugar seguro. Nos estamos conociendo demasiado, perra rubia.

Él ríe-- ¿Perra rubia?

--Asher me dijo que ese era tu apodo.

-- Y lo es. Pero ¿Sabes? Quiero que tú crees mi apodo. Algo que sea de ambos, dulzura.-- Dean me guiña un ojo.

--No soy buena creando apodos.

--Aparecen con el tiempo.

Aparcamos frente a un McDonald's alejado del centro de la ciudad. Pocos autos permanecen en el estacionamiento. Arrugo el entrecejo formando un puchero.

Dean se deshace del cinturón de seguridad. Bajó del vehículo azotando la puerta y yo le seguí. Cerré la puerta de la camioneta y bajé dando un salto.

Los rastros que dejóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora