Con él.
Mis bragas están húmedas.
¿La razón?
El rubio frente a mí.
Simplemente no pude evitar tragar grueso y tomar lentas respiraciones cuando los labios de Dean se mantuvieron a centímetros de los míos y me miraba con un especial destello en sus orbes azules. Pasé una lengua por mis labios carmines forzando una sonrisa.
--¿Aceptas efectivo?
Y, sin previo aviso, luego de reír negando con la cabeza, tomó mi rostro entre sus manos y estampó sus labios contra los míos. Logró arrebatarme un ruidoso jadeo gracias a la sorpresa del momento.
Sin pensarlo mucho, mis labios responden ansiosos su arrebatado y deseoso beso. Dejan que su lengua juguetee un momento con mis labios y luego se adentren en mi boca. Mis manos acabaron en las hebras rubias de su cabello y mi espalda se arqueó para estar más cerca de él.
Para mi sorpresa, no es desesperado, no es agresivo. De alguna forma desconocida, el beso se convirtió en algo delicado y dulce. Muy dulce.
Nos separamos cuando nuestros pulmones exigieron oxígeno. Sus labios se encontraban rojos e inflamados y su cabello desordenado. Apartando el cabello de su rostro, una sonrisa se formó en mi rostro.
--¿Preparada para irte?
Asentí y Dean arrugó la nariz haciéndome reír.
Hubo una diminuta discusión sobre quien pagaría la comida y, cansados de nuestra ridícula disputa, Marcus y Emma Reeve nos hicieron retirarnos de su restaurante riendo y dejando la comida como "La casa invita"
Caminamos con nuestras manos entrelazadas por las atestadas calles de Londres mientras reíamos con las cervezas abarcando nuestro sistema.
Fuimos estúpidos aquella noche, pero éramos felices.
Desearía poder regresar a aquellos momentos. Momentos donde Dean y yo sólo éramos niños enamorados que cometían estupideces una y otra vez sin pensar realmente en las consecuencias.
Joder, cuánto desearía regresar para recuperar el tiempo desperdiciado. Llenar su rostro de besos, abrazarlo hasta que no soportara mi presencia, sonreír como idiota cada vez que sus labios se abrieran para hablar. Tener sorpresas cada día aunque Dean muy bien sabía que detestaba ser sorprendida.
Pero no podía.
Dean se había ido.
En aquel momento, Dean me jaló junto a él para subir al siguiente bus que nos llevaría a casa. No pude simplemente evitar posar mi mejilla en su hombro sintiendo sus lentas y relajadas respiraciones.
Ambos bajamos del bus y entramos a la residencia.
--Aún no quiero regresar a casa.--Dije jalando a Dean conmigo hasta el parque que se encontraba ubicado en el centro de la residencia, abierto para todos los vecinos.
El parque se extendió por nuestros ojos. Levanté mi mirada al cielo, no se apreciaba ni una estrella pero la luna llena se hacía muy presente.
Caminé soltando la mano de Dean hasta la grama, a un lado de los recientemente remodelados columpios, y me senté en la posición del indio. Di dos palmadas a la grama mirando en dirección a Dean quien, con una media sonrisa, rodó los ojos tomando asiento a mi lado.
Cuando sus piernas se extendieron en la grama, me acosté sobre ésta y mi cabeza descansó sobre el regazo de Dean. El rubio jugó con mi cabello apartando los mechones que se habían atravesado en mi rostro. Envolvió con un mechón de mi cabello castaño uno de sus dedos y lo soltó. Hizo ésa acción al menos tres veces seguidas.
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Los rastros que dejó
Mystery / Thriller¿Quién era Dean Hardin en realidad? Dean era el capitán del equipo de hockey. Dean era el alumno número uno en cada asignatura. Dean era un bromista sin causa. Un músico oculto. Dean era la paleta de colores que alejaba la monocromía de mi vida. Un...