Con él.
Ashley Spear.
No era una persona que desperdicia el tiempo. Cuando conocía a alguien que me gustaba, no andaba con juegos. Me lanzaba al agua dispuesta a mojarme en el trayecto. Era algo que Dakota siempre dijo admirar de mí, el hecho de no dudar y simplemente saltar.
Lo que al parecer ella no entendía era que mis gustos se basaban en lo físico. Alguien de una noche, quizás algunos días si me gustaba mucho. Pero nunca había tenido una formal relación con alguien; nada que durara más allá del mes.
El chico, del cual honestamente no recordaba el nombre y tampoco me sentía avergonzada por ello, pasó sus labios por mi cuello dejando besos húmedos. Solté un corto gemido cuando mis manos bajaron lentamente el cierre de mi short de jean. Besé de manera desenfrenada mis labios y sus manos fueron a enredarse en mi cabello rubio con pocas ondas.
Estaba contra la pared y ante nuestros movimientos mi espalda chocaba contra éste. El chico se divirtió por un momento jugando con mis pechos mientras mis manos curiosas recorrían su torso desnudo. Mordí mi labio inferior, encantada. Me hacía falta liberar el estrés.
Mi móvil vibró en los bolsillos de mi short. Rodé los ojos ignorando el dispositivo por completo, pero seguía insistiendo. Dando un gruñido al aire lo cogí para pegarlo a mi oreja.
-- ¿Qué?-- Cuestiono sin mirar quien estaba llamando.
-- Ashley...
--¿Bennet? ¿Qué sucede?
Su voz suena entrecortada. Como si le costara formular sus siguientes palabras-- Yo...yo...
-- Respira, despacio.
-- Dakota y...y Dean tuvieron un accidente.-- Abro mis ojos en grande, paralizada.-- Estamos en el hospital, chocaron contra una camioneta que venía en sentido contrario.
No tardé mucho en separarme del chico y tomar mis cosas del piso. Escuchando sus quejas, me puse mis zapatillas y tomé mi bolso para salir de allí acelerada. Cogí el primer taxi que encontré y me dirigí al hospital.
Leslie revisaba de vez en cuando a la habitación donde se habían llevado a Dakota. Habían bajado desde Manchester al enterarse del accidente.
Mis manos temblaban desesperadamente y, para no asustar a Ashley más de lo que ya estaba, tuve que esconder ambas en los bolsillos de mi chaqueta y caminar alejada.
Caminé hasta la máquina de dulces y metí un par de billetes para que una barra de de chocolate. Le quite el envoltorio y comencé a comer para saciar mi ansiedad, ansiedad por no saber qué esperar, si mi mejor amiga estaría bien o no.
Por el rabillo del ojo vi un cuerpo apoyado de brazos cruzados en una de las paredes cerca de la sala de emergencia. Evalúe bien al chico y pude notar que era Stefan Kuznetsov, el ruso que había visto hablar con Dakota algunas veces. Movía el pie desesperado y daba miradas cada dos minutos a la sala de operaciones. Una enfermera pasó y, notando su estado, le preguntó si estaba bien o necesitaba algo, lo cual negó rotundamente. Se mantuvo firme en su lugar.
A diferencia de mí, Stefan sí parecía como si hubiera salido de su casa a mitad de la noche. Usaba un pantalón gris de algodón y una camisa blanca ligera. Su cabello apuntaba a distintas direcciones, sus ojos estaban hinchados como si acabara de despertar de una siesta.
No me había dado cuenta hasta ahora que un tatuaje sobresalía por su cuello y cruzaba entre su nuca. Parecía un diseño tribal y estaba bien hecho, por un profesional.
El ruso se dio cuenta de mi mirada y alzó la mano en señal de saludo.-- Hola.
-- Hola.-- Saludo caminando en su dirección.
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Los rastros que dejó
Misteri / Thriller¿Quién era Dean Hardin en realidad? Dean era el capitán del equipo de hockey. Dean era el alumno número uno en cada asignatura. Dean era un bromista sin causa. Un músico oculto. Dean era la paleta de colores que alejaba la monocromía de mi vida. Un...