Nos metemos en la primera habitación vacía y sin gente, parece un almacén de productos de limpieza, así que en principio, parece que estamos en un lugar al que no van a venir muchas personas.
Me quedo callada porque no quiero ser yo la que empiece la conversación para no parecer más culpable de lo que ya parezco.
—¿Os queréis ir?
Mi madre es bastante clara y no piensa en dar rodeos.
—No, solo fantaseamos...
—Os queréis ir —me mira y parece que no está enfadada—. Veis que aquí no podéis hacer nada, a parte de aburriros, y parece que desde los juegos os va más la acción.
Me quedo callada porque no se que es exactamente lo que quiere que la conteste.
Nos quedamos un buen rato en silencio y parece que me tengo que disculpar.
—Lo siento. Nos controlaremos más.
—No quiero que os controleis más, es más, me parece hasta bien que os queráis ir, a lo mejor adelantais algo, porque hace tiempo que no tenemos noticias ni de tu hermano ni de Haymitch.
Me quedo mirándola sin saber que ha pasado en este momento.
—¿Me estás dando permiso para que nos marchemos?
—No —ella niega con la cabeza—. No puedo hacer eso, tendríamos que firmar todos y hay gente que os quiere aquí dentro —todas las esperanzas que había desaparecen—. Pero puedo ayudaros.
Vuelvo a alzar la mirada ilusionada y mi madre me sonríe.
—Tenéis dos, tres, amigas que tienen permiso para salir, pero los demás no. Luego está la madre de Jeannine, a la cual hemos concedido un permiso para supervisar el trabajo que están haciendo tus amigas, pero solo será un día —la miro sin saber para que me va a hacer falta esa información—. Durante ese tiempo que está fuera, debéis salir.
—Pero ¿cómo pretendes que lo haga?
Mi madre me mira y me hace un gesto para que la siga a la sala de reuniones, donde están los planos de las instalaciones.
—No es algo difícil, simplemente necesitáis que vuestras amigas os den pases de salida de personas que ese día no trabajen, vosotros los usáis, salís, se los dais a vuestras amigas, ellas los meten otra vez dentro... Y nadie os echará de menos, a menos que haya una desgracia.
Me mira, la miro, ella me sigue mirando, y yo no aparto la mirada.
—¿Me estas vacilando? —la miro otra vez—. Nada es tan fácil, sobre todo cuando tengo pensado sacar a alguien de las cárceles.
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Por mucho que hable con mi madre eso último no lo llega a entender, y esta claro que no me piensa ayudar con esa parte, pero aunque yo no haya preguntado a los demás, ya tengo mi decisión tomada.
Camino por el pasillo en dirección a mi apartamento, y me doy cuenta de que estoy cerca por el ruido que causan mis amigos más que por la orientación tan buena que tengo.
—Vamos Rosaleth —me llama Lucas a gritos—. Llevamos media hora esperando.
—Mentira, lleváis quince minutos, el mismo tiempo que llevo hablando con mi madre.
Me hago un hueco entre la gente y consigo llegar a la puerta para abrirla y dejar que todos entren dentro.
Todos pasan uno a uno y los de cuarentena se quedan dando vueltas mirando todos los rincones del apartamento.
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LOS JUEGOS DEL HAMBRE: Cenizas [2]
Ciencia FicciónHan conseguido escapar de los juegos con vida. Han conseguido capturar a la presidenta. Y ahora viven en un nuevo distrito... En un refugio, bajo tierra. Pero por muy seguro que crean que es, siempre han dicho que las apariencias engañan. De una for...