Capítulo 12

19 0 0
                                    

Hoy para comer, he decidido quedarme en mi cuarto, y he decidido invitar a comer a Adrián y a Jeannine, para que arreglemos algunos problemas que surgieron ayer.

Y al menos, durante la comida, hemos dejado que las actuaciones de todos de ayer no nos influyeran.

—Vale, a ver, vamos al grano y andemonos sin rodeos.

Empiezo yo para dar inicio al debate.

—Le torturaremos para sacarle la información —empieza Adrián—, y si es inocente también se demostrará.

—Es que es muy sencillo Rose, una tortura básica, con unas, y el canta, ya te lo digo yo.

—¿Y si resulta que es inocente?

—Tu sigues Soñando —me suelta Adrián—, te digo yo que hay más probabilidades de encontrarnos un cerdo volando que de sentenciar que Alex es inocente.

Yo no comento lo que ha dicho y dejo el comentario pasar, muy a mi pesar.

—Yo solo os digo que podríamos usar otros métodos, al final, él va a estar con nosotros fuera, y si esta fuera necesitará defenderse y colaborar con nosotros, y claramente con heridas en las manos le va a resultar bastante complicado.

Ellos se miran intercambiando miradas para poder comprenderse, y después de un rato parece que han tomado una decisión, pero la verdad es que son tan cabezotas que siguen con la misma idea.

—Yo te digo que él sabe abrir las puertas —me asegura Jeannine.

Ruedo los ojos y pienso en más argumentos para poderes hacer que entren en razón, y acabo encontrando uno que a mí parecer, es el mejor y está claro que va a ser imposible rebatirlo.

—Si queremos salir sin llamar la atención, no podemos abrir las puertas desde un dispositivo no registrado, ni con un sistema hacker —les miro fijamente—, tendremos que abrir la puesta de alguna manera registrada. Para no llamar la atención.

Se quedan en silencio, pero esta vez no se miran, esta vez lo que piensan lo piensan para ellos mismos.

—Él tendrá tortura —dice Adrián sin más—, eso no lo puedes evitar.

Ya no puedo negociar nada más con ellos, es imposible, tienen sus ideas muy claras y una cabeza demasiado dura como para que yo se las cambie.

Pero no siempre tengo que ser yo la que cambie las ideas de las personas.

Acabamos de comer en silencio, con un poco de tensión en el ambiente, pero nada que no hayamos vivido antes y no sepamos tratar con ello.

Cuando se van a ir de mi apartamento, parece que se van con la idea de que mi plan a fracasado, porque Jeannine parece tener ganas de arreglar las cosas conmigo antes de irse.

—Rose, si quieres que venga con nosotros —empieza a aconsejarme—, tan sólo deja que hagamos esto, hay unas preguntas que le queremos hacer antes de tener que confiar otra vez en él.

—No somos como tú —continua Adrián—, nosotros nos fijamos más en las raíces que tú.

Sí, eso está completamente claro, pero de lo que yo si que estoy segura es que todo esto son prejuicios que tienen las personas, y que para ellos resultan necesarios, porque necesitan hacerse una idea de como son las personas antes de conocerlas. Y está claro que ahí es donde empiezan todos los problemas.

—Haced lo que queráis —les respondo—, pero yo no pienso estar presente en la tortura. Tengo cosas mucho más importantes que hacer.

Ellos se miran mutuamente decidiendo otra vez algo en común:

LOS JUEGOS DEL HAMBRE: Cenizas [2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora