El "casi" en el perfecto plan de escape

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Dalla

Estaba corriendo lo más rápido que podían permitirme mis cansadas piernas entre los árboles del bosque que rodeaba la aldea en esta isla de pesadilla, mis adoloridas alas no me ayudarían esta vez y mis perseguidores eran mucho más rápidos que yo, podía escuchar sus pisadas y aleteos detrás de mí sin tener el valor suficiente para voltear y comprobarlo.

No fue necesario...un cuerpo grande y pesado me derribó en un intento de saltar un gran árbol caido que se encontraba en mi camino, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba pelear contra Esdir, era más grande y fuerte que yo y no había forma de que pudiera ganarle teniendo todas las de perder. El estaba sobre mí, sosteniendome ambas muñecas sobre mi cabeza con una mano y con la otra apretaba mis mejillas para que lo mirará, el terror me había dejado muda al sentir sus garras en mi piel y la calidez de la sangre recorriendo mis mejillas, nuestro veneno no funcionaría uno con el otro, pero sus garras eran mortales.

-Te dije que si te portaras bien sería amable contigo-su sádica mirada congeló mis lágrimas mientras me ataba las manos con una cuerda que uno de sus hombres le había dado-pudiste lastimarte y a nuestro bebé.

La realidad había decidido golpearme de la peor forma este día, habían pasado 3 meses desde que en un intento de rescate los Recarders habían mostrado su superioridad ante mi hermano y los jinetes de Berk, ni Estoico el basto y su trueno tambor fueron rivales para el ejército de élite que está aldea tenía, 3 meses desde que habían rasgado las alas de mi hermano y golpeado a Hipo con tanta violencia que temí que no pudiera levantarse...no había tenido de otra cuando fueron tras los dragones con hachas afiladas, fue una decisión simple pero difícil: mi vida en la aldea de los Recarders como esposa de Esdir o la de todos los dragones de Berk.

Perdón Hipo, pero nunca me perdonaré si no elijo salvarlos.

Tarde más de una semana en recuperarme de la paliza que me dieron en esa batalla, Esdir empezaba a impacientarse de no poder llevarme al altar, tanto que en cuanto pude levantarme de la cama sin derrumbarme nos casamos, ese día fue el peor de mi vida hasta ahora...o mejor dicho, hasta ayer por la mañana.

Había tenido náuseas desde hace unos cuantos días, Esdir parecía emocionado de verme levantarme por las mañanas en busca de un cubo para vomitar, el tintineo de la cadena que amarraba a mi tobillo cada noche lo despertaba. El insistía en que estaba embarazada, cosa que me negué a creer hasta que la curandera de la aldea lo confirmó, mi mundo se derrumbaba lentamente.

-Eres una chica lista-susurro en mi odio pasando una mano por mi espalda y otra por sobre mí vientre-ya deberías entender que si vas a tener a mi hijo yo te cuidare más que nadie en el mundo, ¿por qué sigues tratando de escapar, esposa mía?

Su mano me obligó a levantar la mirada y sus labios se unieron suavemente con los míos, sentí náuseas que no supe en el momento si eran causadas por su beso o por el embarazo y haber corrido tanto.

-Tratare de escapar hasta que lo consiga o hasta que muera en el intento-su gesto se torció en una mueca de desagrado que me causo una pizca de terror, había metido la pata.

Sin decir nada tomo mi cabello, que el insistía en que usará suelto, y me llevo de regreso a "nuestra" cabaña, me obligó a sentarme en la cama y me dió un pescado cocinado en agua de mar.

-Mirame preciosa, soy tu esposo y solo quiero protegerte a tí y a nuestro bebé-su voz había cambiado a una mucho más dulce y amable, incluso se había incado frente a mí y tomado mis manos-, permíteme hacerlo.

-Mientras siga con vida-gruñí haciendo que soltará mis manos y dándole la espalda llendo hacia la mesa con el plato de pescado-no descansaré hasta alejarme de tí, incluso si debo dejar a mi hijo, no quiero verte.

Las lágrimas caían sobre el plato mientras lo escuchaba respirar con fuerza y furia, esperaba que hiciera algo, pero solo se fue dando un fuerte portazo al marcharse, dejando que llorara a gusto en la cama.

-Perdón mi bebé, tú no tienes la culpa de quien es tu padre.

Al calmar mi llanto decidí salir a tomar aire fresco, tomé un pequeño muñeco raquidea y una manta que me habían regalado cuando la noticia de mi embarazo se dió a conocer y salí de la cabaña poniendomela en hombros, caminé hasta el risco seguida de una doncella que hacía de guardia y me senté sin dejar de mirar el juguete...tal vez en otra situación, estaría emocionada de tener a este bebé, con alguien más...

Respire el aire marino una última vez y anude con más fuerza la manta sobre mis hombros, abrace el juguete y salté, prefería morir ahora que seguir en este infierno raquidea Recarder.

-¡DALLA!-fue lo último que escuché, Esdir me había visto saltar, pero sería demaciado tarde para el o la doncella, fue entonces que... desperté.

Esa había sido la pesadilla más vivida que había experimentado alguna vez, pero ya estaba "a salvo", al menos estaba con Steit, hipo y los demás jinetes y dragones.

Hipo

Dormía junto a Dalla recargados en Chimuelo cuando sentí una patada en la pierna, Dalla se comenzaba a poner incómoda e inquieta, estaba teniendo una pesadilla.

-No...no...mi bebé no...-me quedé helado al escucharla, acaso...¡no! Claro que no estaba embarazada, era solo una pesadilla muy real.

-Deapiertala-susuro Steit apagando la fogata entre nosotros, solo faltaba Patan por despertar-hay unos raquideas acercándose, deben estarnos buscando.

Esto podía ponerse feo muy pronto, sacudí su hombro levemente y cuando soltó un gemido de dolor me di cuenta de que no podría escapar volando si era necesario.

-Shhhh-le puse un dedo sobre los labios y la llevé hasta Dientepua-vallan a Berk,el resto de nosotros los distraerá.

Steit y yo le dimos un rápido abrazo y la vimos alejarse con Patán y su dragón de camino a Berk, los alcanzaríamos pronto o ellos traerían ayuda.

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Prometido es deuda y la palabra de Dracaria Luna Pendragón vale mucho, está será la primera de mis historias en terminarse y el final está próximo.

Media sangre de dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora