YO SOY

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YO SOY

-Dame una sola razón para no acabar con su existencia ahora mismo – mi mano estaba apretando cada vez más profundo la daga, podía sentir el corazón del asesino de Regina latir aceleradamente, incluso pensé que con un rasguño más explotaría del terror. ¡Diablos! Podría matarlo en 2 segundos, solo tengo que ejercer un poco de fuerza, ¿por qué no puedo hacerlo?

Regina se acercó a mí lentamente, como quien trata de no enloquecer una bestia salvaje. Me miraba completa y únicamente a mí. Levantó las manos suavemente en mi dirección, como si tratará de aplacarme.

-No puedo darte una razón de peso, sé que quieres matarlo, sé que lo odias, pero no lo hagas, la razón es simple – me mordí el labios con furia, sabía lo que iba a decir y me molestaba – no lo hagas porque yo te lo pido.

Cerré los ojos y refunfuñé con desdén. Diría que me sacudí de rabia y me rasqué con violencia la cabeza con la mano libre. Estaba batallando contra mi instinto.

-Por favor – agregó suavemente.

-¡MALDITA SEA, REGINA! – vociferé suavizando un poco la fricción del filo en el cuello de Hood, estaba perdiendo - ¿Por qué me haces esto? – me quejé audiblemente.

-Por favor.

Di un grito de odio que retumbó por todos los rincones de ese abismo caluroso - ¡MALDITA SEA! – y antes de alejarme el di un golpe al imbécil de rodillas ante mí con el mango de la daga que posiblemente le fracturó la nariz porque se quejó como si lo hubiera rebanado en dos – cállate ya y agradece que aún puedes sentir dolor – le espeté mientras me removía asqueada.

-Yo creía que el oscuro solo obedecía a su daga – comentó reflexivamente el dios del inframundo – todos los días se aprende algo nuevo sobre las debilidades.

Me giré dispuesta a callar su enorme bocaza, pero antes de que pudiera hacer nada Regina se había acercado demasiado a Robín y ya Hades me pareció lo de menos en esa escena. Todo era tensión alrededor, el hombre la miraba con una expresión lastimosa y en la de ella no se leía nada, absolutamente nada. "Ahora es cuando lo perdonará", me dijo una voz que yo bien conocía, pero me limité a quedarme quieta. Si lo perdonaba aquello sería una masacre y por el maldito Hades que los dos, ese asesino y yo, nos iríamos al infierno en medio minuto.

-Regina – Robín abrió apenas la boca para soltar el nombre de la mujer que había asesinado por error.

El zumbido se escuchó aletargado, como si avanzará en cámara lenta. Ni siquiera note cuando Regina levantó la mano, pero sí que la vi moverse desde atrás de su cuerpo hacia el rostro del hombre en el suelo. El impacto fue mucho más ruidoso que la trayectoria. Una bofetada de película. De esas que dejan huellas, muchas clases de huellas.

-Nunca te voy a perdonar – le dijo simplemente – no vuelvas a dirigirme la palabra y si me tengo que quedar aquí para siempre que mi muerte te pesé como si llevaras la carga más pesada y esclavizante del mundo.

Regina apartó su vista del hombre dejándolo con los ojos muy abiertos mirando la nada.

-¡Diablos! – dijo Hades – están todas las maldiciones y un par de niveles por encima está Regina Mills – definitivamente era su fan – nada de conjuros, nada de muñecas voodoo, una bofetada y un par de frases – se inclinó mientras la morena pasaba a su lado – a sus pies.

Ella por supuesto no le prestó ni un ápice de atención y caminaba con sus ojos fijos en mí. La verdad es que no sé cómo conseguí escuchar lo que decían alrededor de ella, esos ojos eran desquiciantemente exquisitos.

Paint it black (Swan Queen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora