El apartamento de los Styles en Nueva York es hermoso. Es un penthouse de tres habitaciones en el corazón de Tribeca, uno de los mejores vecindarios en Manhattan. Todo es blanco, fresco, de estilo vanguardia y moderno con las vistas más sorprendentes de la ciudad. Es lo que siempre soñé cuando me imaginaba como estudiante de la Universidad de Nueva York.
Una vez me imaginé viviendo en un apartamento exactamente como este, disfrutando mi juventud, viviendo mis años de universidad en la ciudad. Pensé que una vez que hubiera experimentado todo, estaría lista para ir a casa y enfocarme en construir una carrera y comenzar una familia. Obviamente, no resultó de esa manera, ya que la vida tiene una forma de desbaratar planes cuidadosamente trazados, pero es un lindo consuelo el hecho de que viva a un corto trayecto de esta hermosa ciudad.
Tomados de la mano, Harry y yo pasamos el día caminando por las calles. Incluso me deja arrastrarlo a un museo, donde las horas se nos pasan volando en tanto miramos las tantas exhibiciones. Estoy segura de que esta no es su idea de diversión, pero parece contento de solo estar a mi lado, dejándome admirar el arte y escuchando mis interpretaciones de los diferentes usos del color y la luz.
Después, caminamos por Central Park, donde me lleva a un carrito de perros calientes para el almuerzo. Luego encontramos una banca para sentarnos uno al lado del otro, mientras comemos y vemos al mundo pasar.
—¿Te molesta saber que soy mucho más joven que tú? —pregunto entre mordiscos.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe. —Gracias, nena, lograste hacerme sentir anciano.
Suelto una risita por su reacción. —¿Qué? Es verdad que eres mayor que yo. —Sí, lo soy. Solo son seis años de diferencia. ¿Cuál es el problema
—El problema es que estamos en escenarios completamente distintos en nuestras vidas. Tú tienes toda tu vida resuelta, una casa, una carrera, y estás establecido. Yo, por otro lado, estoy comenzando. Tengo dieciocho años con una bebé y no tengo ni idea de qué me depara la vida.
—No tiene que ser así de difícil. Y si yo tuviera treinta y seis, y tú treinta, no estaríamos teniendo esta conversación.
—Es que no quiero privarte de algo o mantenerte atado cuando podrías tener mucho más.
—¿En serio estamos haciendo esto? ¿Teniendo esta conversación en medio de la ciudad? Mia, no me estás atando, y no hay nada de lo que me estés privando.
Miro hacia mis pies. No quiero mirarlo a los ojos por miedo de que tal vez vea el miedo que vive en los míos.
—Mia, mírame —demanda.
Levanto la cabeza y fijo mi mirada en la suya. Sé que lo lee; puede ver a través de mí.
—Este es probablemente el peor momento posible... no, no, es el peor momento posible —dice—, pero siento que si no te lo digo ahora, si no te hago ver lo que veo cuando te miro, nunca seremos capaces de avanzar.
Inhalo bruscamente. La sola idea de no avanzar, de no estar con Harry, duele demasiado. —¿Qué ves?
—Veo a alguien que es hermosa, una persona que es despampanantemente hermosa. Que no ve su propia fuerza y belleza. Alguien que iría contra quien fuera y lo que fuera para proteger a los que ama. —Acaricia mi mejilla, causando que las mariposas en mi estómago tomen vuelo—. Lo que veo no es un número, porque al final de todo, eso no importa. Lo único que importa es que te amo y puedes tener dieciocho o treinta años, eso no marcaría una diferencia, ya que aún te amaría.
Sus palabras lanzan un hechizo que hace que todo el mundo se desvanezca en el fondo. La ciudad se mueve en cámara lenta hasta que todo el movimiento y ruido a mi alrededor desparece virtualmente. Intento absorber las palabras, procesar una oración a la vez mientras intento destinarlo a un recuerdo.
Me ama. ¿Me ama? ¡Me ama!
Las palabras están llenas de magia, son más que poderosas. Tienen la habilidad de borrar el miedo, de hacer completamente irrelevante la cuestión de mantenerme a un brazo de distancia, de hacerme sentir más grande que la vida cuando hace minutos atrás me sentía tan pequeña. Y lo más importante, me hacen sentir valiente.
—También te amo, Harry —susurro.
Sonríe cuando nuestros labios se rozan, mientras se tocan y se ocupan en un beso que no se parece a ninguno, porque contiene tanta esperanza, tantos deseos, un toque de desesperación y una declaración inesperada de amor.
—El cielo es el límite —promete mientras se aleja. El cielo es el límite.
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Strong |HS|
RomanceElla es mía. Ese fue el primer pensamiento que vino a mi mente cuando tomé a mi bebé en brazos a los diecisiete. No me importaba que mis padres ya hubieran prometido dársela a una familia adinerada. Que me estuvieran forzando a entregarla. Ella...