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SCOTT

—De continuar así, caerás. Hablé con los Supremos, y están dispuestos a tomar medidas —me advierte Arielle. Tiene las alas tan blancas que ciega, y no son menos puras que su vestido largo. Su cabello es como la plata diluida, y su belleza deslumbrante. Todo en ella es extraordinario, sin embargo, para mí ha sido como una espinilla en el culo desde que fui concebido como ángel.

—¿Qué tiene de malo divertirse un poco?

—¿Acaso tú ves lógico que un ángel provoque peleas entre humanos? —amonesta, y aquí vamos de nuevo—. Tus alas están completamente negras. A este paso las perderás.

—Exageran. No provoco peleas, tan solo...

Me divierto un poco.

—Escucha, no puedo ayudarte más. Si no muestras intención en cambiar, te quitarán tus poderes.

—No pueden hacer eso.

—Claro que sí —asegura—. Son los ángeles Supremos, y están dispuestos a lo que sea con tal de mantener la paz en el mundo.

—Son solo peleas minúsculas.

—¿Tan solo peleas minúsculas? —pregunta indignada—. Para tu disfrute, hiciste que dos hombres de cincuenta años de edad, con urticaria en un hospital, se tiraran de los calzones hasta que el elástico se rompió.

—Se le llama calzón chino —explico, y me mira como si no comprendiera el mismo idioma—. Tenían comezón. Yo tan solo les ayudé.

—Hasta las lágrimas. —Hace una pausa sofocante.

—No es mi culpa que se conmovieran tanto.

—Ya madura, Scott. Tienes dieciocho años.

—Eso es lo que sucede. Todos ustedes son unos milenarios amargados.

—¡Que no te escuchen decir eso! —comenta ofendida—. ¿Sabes qué?, hablamos luego. Hasta entonces. Y no hagas travesuras, por favor —pide y levanta vuelo.

—Como sea.


Los ángeles son seres físicamente perfectos, encantadores, benévolos y velan por la paz de todos. Todo eso es cierto. El problema con los de arriba, es que se lo toman todo con excesiva mesura. No hay diversión ni tampoco descanso. Los humanos no saben la suerte que tienen al poder tomar sus propias decisiones.

Desde antes de ser concebidos, los ángeles ya tenemos un trabajo. El ángel Soberano, junto a los Supremos, son quienes determinan a qué se dedicará cada celeste que está por nacer.

Existen tres divisiones: la jerarquía suprema, media e inferior. Aunque todos, al nacer, hemos sido instalados en la última y jamás he visto ninguna excepción.

Los Supremos son solo un puñado de ángeles insustituibles, guiados por la cabeza al mando: El Soberano, único ángel directamente tratado por Todopoderoso. La marca que distingue a esta jerarquía son tres aros entrecruzados.

En la jerarquía media, cuyo símbolo es una trompeta, se encuentran los celestes como Arielle, y son delegados a los ángeles de la jerarquía inferior para entrenarlos, guiarlos, y dirigirlos. Suelen decir que es un trabajo difícil, pero yo no lo creo.

Por último, estamos los de la jerarquía inferior. Somos los encargados de proteger a los humanos y luchar contra demonios, por eso nuestro distintivo es una espada. En esta división, los novatos decidimos si quedarnos a pelear como guerreros experimentados, damos todo nuestro esfuerzo para ascender a la jerarquía media, o terminamos condenados para toda la eternidad como ángeles caídos.

Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora