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RAISA

Mi cuerpo se siente pesado. El segundero del despertador junto a mi cama estalla en mis oídos, produciendo un eco profundo.

Al principio no reconozco el lugar en el que me encuentro, pero una vez que contemplo la ventana ligeramente abierta y las cortinas de gasa blancas que se ondean gracias a la brisa invernal, recuerdo que ya estuve una vez en este mismo lugar, con Drac, River, Prince y... ¿Quién más?

De repente, alguien a quien no vi sino hasta cuando se levanta de un sofá floreado individual, se acerca a mí.

Me incorporo tan rápido sobre el colchón que sufro un leve mareo, y todo el aire de mis pulmones sale convertido en un suspiro:

—Prince.

Los brazos me tiemblan, mis labios permanecen sellados porque de otra forma también vacilarían.

La última vez que nos encontramos así, justamente en este mismo lugar, fue cuando me dijo que su vida me pertenecería por siempre. Y entonces me besó.

De repente me siento muy nerviosa.

Prince se acerca a paso seguro, y por instinto me aferro a las sábanas con fuerza. Por dentro cada insignificante partícula se retuerce al verlo lucir como un humano. Es increíble. Es todavía más impotente de lo que recordaba. Esos ojos cafés y su cabello profundamente negro, hacen que me paralice a la vez que trago con fuerza.

Es como un gato, pues igual de metódico y escrupuloso se detiene a una distancia prudente, estudiándome con cuidado.

—¿Cómo te sientes? —Su voz retumba en cada pared de mis oídos, produciéndome escalofríos y un gran vacío en el estómago.

A la espera, su penetrante mirada me recorre entera.

Mi corazón no cabe dentro de mi pecho, él alborota mis sentidos.

Pero a pesar de todos estos sentimientos inquietantes, existe uno todavía más poderoso que me impide apartar la mirada y me induce un pensamiento que al comienzo me parece retorcido, pero que, al fin y al cabo, me impulsa fuera de la cama.

Con piernas temblorosas reduzco la distancia que nos separaba hasta encontrarnos de frente, a escasos centímetros el uno del otro.

Ahora me contempla con curiosidad.

Es extraño, como si una parte de mí peleara con otra que ni siquiera sabía que exixtía. De pronto deseo refugiarme entre sus brazos, pero todavía permanezco de pie, inmovil y ansiosa. Debo levantar la cabeza un poco más para alcanzar a ver su rostro cincelado y escalofriantemente perfecto a plenitud.

Así es como me percato de esa aura oscura que se cierne sobre él. Y sé perfectamente a qué se debe.

—La muerte en persona. —Las palabras se atascan en mi garganta cuando las yemas de mis dedos me traicionan y se aventuran para rozar su mejilla, deslizándose con cierto recelo, como si supieran que no deberían pero aún así ahí están, probándome que mi Prince realmente se encuentra en frente de mí, luciendo como un hermoso humano.

Inevitablemente sonrío.

Casi parece un sueño.

Él, ante el contacto deja de respirar, y cierra los ojos como si de esa forma fuera capaz de percibir más que el simple roce de mi piel contra la suya. Un momento después, cuando pretendo dejar de tocarle, posa su mano sobre la mía, manteniéndola en ese lugar con mayor firmeza.

—Este no es el infierno —le digo.

¿Qué podría haber hecho durante todo este tiempo? Estuvo solo, por alguna razón eso lo sé. Pero claro, el dueño de el hotel Arcadia era nada más que Prince, el hombre suspicaz y frío que siempre estaba solo y que nadie había visto en persona jamás.

Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora