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RAISA

Despego los párpados, sin saber en qué momento me quedé dormida, luego recuerdo que fue justo después de terminar las 5 rebanadas de pizza. El cielo ha empezado a ser tragado por la oscuridad.

Contemplo la piscina ahora vacía. Por suerte no parece haber ocurrido ningún desastre en mi ausencia. No obstante, si alguno de mis superiores me hubiera pillado, me habría metido en serios problemas.

Permanezco sentada en la torre salvavidas hasta despertar del todo, con un ángel que finge aspecto humano junto a mí. Scott descansaba la espalda sobre el muro de la pequeña caseta de madera, pero al verme con los ojos abiertos, se aproxima.

Empiezo a levantarme, sin embargo, un peso innecesario sobre mis piernas me mantiene quieta hasta que el felino se despereza y da un salto lejos de mí. Prince jamás se quedó conmigo durante horas de trabajo. Él es de los que aparece en el momento menos oportuno y pasa desaparecido la mayor parte del tiempo.

—¿Qué sucede? —le digo a Scott cuando percibo su intranquilidad.

—Tengo un mal presentimiento. ¿Recuerdas lo que te dije horas atrás? —Parece ajeno a la realidad mientras contempla la piscina.

—¿Te refieres a las criaturas que viven abajo? —pregunto.

—Sí. Desde que llegamos esta tarde, tengo la sensación de que alguien nos vigila.

Las luces del jardín, que al parecer estaban encendidas, de repente parpadean, transformando sus palabras en un asunto inquietante.

—¿Algo nos mira? —Examino alrededor, pero tan solo sigo viendo la espalda del hombre que camina junto a la piscina, a nadie más—. ¿Por qué?

Me froto los brazos. Hace frío, y las suposiciones de Scott tampoco ayudan.

—He pensado en las posibilidades, pero la más razonable es tu confesión sobre los muertos que ves. De otra forma, ¿por qué perder el tiempo con un simple humano?

—Quizá te confundes. Para mí, ha sido normal que los no vivos me acosen porque soy la única que puede ayudarlos a solucionar sus pendientes.

—Ese es el punto. No siento que este sea un simple "no vivo".

Un chapuzón dirige nuestra mirada hacia el agua, empujando mi corazón a mi boca mientras recuerdo al hombre que caminaba junto a la piscina minutos atrás. Pero aunque los minutos pasan, no sale a la superficie.

No espero por más y actúo. Tomo el salvavidas circular, y mientras corro hacia el agua lo ato a mi muñeca con una cuerda, escuchando el llamado de Scott poco antes de sumergirme.

Conteniendo el aliento lo primero que noto es el agua helada cuando, sé bien, consta de un funcionamiento que siempre la mantiene templada.

Mantengo los ojos muy abiertos, sumergiéndome un poco más y examinando la zona en donde, puedo asegurar, nació la zambullida, pero no hay nada. Salgo a la superficie, y cuando examino el agua, descubro que soy la única en el interior de la piscina.

—¡Raisa! —El llamado de atención de Scott me hace tragar en seco poco antes de sentir que alguien hunde los dedos en mi tobillo y tira de mí, arrastrándome bajo el agua otra vez.

Pierdo de vista la superficie mientras pataleo al tratar de liberarme.

Cerca de tocar el fondo de la piscina, contemplo mi terror reflejado en los ojos rojos de aquel que en cambio manifiesta una sonrisa letal.

Es Etta, el chef.

No creo que este sea un simple "no vivo". A mala hora, las palabras pronunciadas por Scott se manifiestan en mi mente.

Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora