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RAISA

—Vi a un hombre, y estoy segura de que él la asesinó —revelo en voz baja.

—¿Y por qué no le dijiste nada a la policía? —Leire me riñe.

—Porque no estoy segura de si estaba vivo.

—¿Qué? ¿Cómo...? —Leire se detiene y contempla alrededor. Todavía hay policías dando vueltas por el vestíbulo del hotel.

Me tocó, y su piel era cálida, no fría. Estoy a punto de contarle la verdad, pero temprano me doy cuenta de que ya he dicho demasiado, así que mantengo la boca cerrada.

—Mierda —suelta, y luego voltea a verme—. ¿No estabas segura de si estaba vivo?

Su reacción me toma por sorpresa. No pensé que se plantearía mi confesión. Más bien creí que me diría que imaginé todo, y entonces yo me habría convencido de que por culpa del pánico percibí calidez en el roce de ese hombre.

—¿Qué es? —pregunto inquieta.

—Me preocupa.

—No me hizo nada. Es decir, no tenía un arma o... ¡No tenía un arma! Puede que fuera un fantasma después de todo. Pero entonces, ¿cómo pudo originar una herida de tal magnitud en una persona viva? —Mi voz se apaga. A pesar de todo, Leire consigue escuchar mis ceguedades entrando en pánico. Ahora me contempla con ojos incrédulos y una chispa que no soy capaz de reconocer.

—¿Recuerdas cómo era? —Su pregunta me descoloca.

Me toma un momento encontrar mi voz.

—No. Debió desgarrarle el cuello. Estoy segura de que la sangre brotaba de esa zona y...

—Me refiero a si lo recuerdas —interviene.

—¿A él? —indago confusa.

—Tienes razón, no tiene sentido. —Parece nerviosa cuando se cruza de brazos.

Leire está pensando en algo que de repente me hace probar el sabor amargo que tiene la curiosidad cuando es casi incontrolable, hasta el punto en el que abro la boca para preguntar, pero con el rabillo del ojo advierto la silueta que cruza el vestíbulo con impresionante naturalidad.

Todo en mi interior se estremece, y el miedo me revuelve las entrañas otra vez.

Es él.

—Él la asesinó —hablo sin dudar, y es a su causa que no me percato, sino hasta que todos voltean a verlo, que lo he dicho en voz demasiado alta.

El mundo guarda silencio, y entre la multitud, el gerente del hotel empieza a reír con nerviosismo.

¿Qué le hace tanta gracia?

—Cuánto lo siento, señor Hastings. —El gerente se acerca y se inclina ante él, como si le estuviera haciendo una reverencia en forma de disculpa.

Aquel monumento de hombre, en cambio, no hace nada más que mirarlo con superioridad. Goza de una presencia aplacadora y escalofriante. Creo que tiene todo lo que se necesita para tener postrado a sus pies a cualquiera.

—¿Hastings? —cuestiono moderadamente.

—Sí, Prince Hastings. Es el dueño del hotel —me indica una Leire sombría, poniéndome los nervios a flor de piel.

¿Prince? ¿Al igual que el gato Prince?

Palidezco.

No sé en qué pensar.

Tantos años viviendo aquí, y me acabo de enterar de que su nombre es Prince. Todos en el hotel, siempre y por respeto, lo tratan con honoríficos. El más frecuente es "señor Hastings".

—¿Te refieres al hotel Arcadia, este mismo hot...el? —Pierdo la capacidad de hablar cuando lo sorprendo mirándome.

Me intimida y se lleva todo mi aliento. Es condenadamente apuesto, pero también siento náuseas al recordar a la pobre mujer y me abrazo el estómago.

Por su expresión, ahora estoy segura de que fue él. Sus ojos ya no resplandecen con ese color amarillento, ahora lucen de un negro tan común y corriente, que me resulta todavía más espeluznante. En este momento aparenta ser un humano, pero no lo es. Alguien normal no podría haber extraído tanta sangre de un cuerpo sin haber dejado rastro alguno. Cuando se la llevaron, aquella mujer no tenía gota de sangre en el cuerpo.

No obstante, definitivamente está vivo. Todos pueden verlo. Pero ¿qué cosa es entonces?

—Él lo hizo —suelto convencida.

—Tranquila, yo te creo. —Mi hermana no deja de contemplarlo, pero es su forma de hacerlo lo que me descoloca por completo. Mis palabras parecen haberle bastado para ponerse de mi lado y a la defensiva, llevándola a dar un paso en frente de mí, como si estuviera lista para defenderme a capa y espada.

Jamás la he visto actuar así.

Nunca sentí tanto miedo en mi vida.


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Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora