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RAISA

Con disimulo contemplo a Nil mientras mastico mi cereal. En el hotel trabaja como recepcionista, además, es el mejor amigo de mi hermana y mi crush en secreto desde hace bastante tiempo.

Es el hombre perfecto.

Tiene una sonrisa deslumbrante, ojos cafés que resplandecen como cristales, y el cabello rubio cedoso que hace florecer mi deseo por acariciarlo. También cuenta con el físico de aquellos que pelean en un gimnasio.

El día de hoy luce estupendo, más de lo usual. ¿Lo habrá hecho con alguien? ¿Será de aquellos experimentados? Aquello es lo que pensaba días atrás, sin embargo, esta mañana mis ojos están cansados por la segunda mala noche que tuve. Gran parte del tiempo me la pasé fuera del hotel por temor a tropezar con el chef. Cuando decidí entrar, faltaban quince minutos para las seis de la mañana.

Todavía no puedo arrancar de mi mente a Prince Hastings, lo ocurrido con Etta, y la manifestación de ese muchacho la noche pasada. Los recuerdos permanecen frescos en mi memoria.

Me acaricio la mejilla con cuidado. Todavía duele un poco, pero por suerte no quedó grabada ninguna secuela.

Cierro los ojos en un nuevo intento por olvidar las imágenes que me tienen agotada, y los abro para contemplar a Nil. Tiene 32 años, por poco la misma edad que Leire.

—Quiero ver tu último examen —solicita él—. Leire tuvo algo que hacer, así que me pidió de favor que lo revise por ella.

Abro mi maleta, y sobre la mesa lo deslizo en su dirección.

—Bien hecho, pequeña. —Me elogia, y con los palillos toma un rollo de California de su plato, dejándolo en el mío—. Anda, te lo mereces.

En otra ocasión me habría sonrojado, derritiéndome de amor por dentro. Pero el dolor de cabeza apenas me permite contemplar el dulce manjar sin ser capaz de procesar su acción por completo. Ni siquiera he tragado más que tres bocados de mi desayuno, lo que ya es bastante raro. Me gusta comer.

—A este paso no necesitarás de ningún tipo de ayuda para entrar a la universidad. Te financiarás sola. —Me da una palmadita en el hombro.

Su roce casi es capaz de sacarme fuera del trance, pero un nuevo plato con un trozo de pan cae sobre el un puesto vacío en nuestra mesa.

Es Etta, y tiene una apariencia terrible. Bajo sus ojos cafés, dos bolsas oscuras recrean sombras. Sus labios tienen grietas ensangrentadas, y sus mejillas exponen una barba descuidada. No recuerdo que fuera tan despreocupado con respecto a su apariencia. Quizá podría empezar una apuesta acerca de quién luce peor, si él o yo, pero seguramente Etta ganaría.

Experimento un leve mareo de tan solo verle.

—¿Te encuentras bien? —le pregunta Nil.

El chef me contempla, y cuando sonríe, me hace dudar de si acaso recuerda o no lo que intentó la noche pasada conmigo. De todas formas, el temor por mi vida llega un poco tarde y arrastro la silla al ponerme de pie, capturando la atención de los empleados que también se encontraban desayunando en las mesas más próximas.

Apenas empiezo a procesar todo lo que está pasando.

Esta mañana pensaba poder contárselo a Leire, pero no está presente por motivos que desconozco. Apresurada salió un par de minutos después de mi llegada. ¿Me creerá cuando se lo diga? Etta luce agotado, pero no manifiesta ningún tipo de impulso asesino, todavía. Nadie será capaz de imaginárselo, pues, a su manera, siempre fue una persona amable con todos. Ahora no puedo evitar preguntarme si estarán bien al quedarse a solas con él. Tampoco puedo advertirles. Después de haber acusado a Prince Hastings en público, he perdido total credibilidad.

Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora