Prologo

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Decía Miguel de Unamuno que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción. Siempre llena de decepciones, de traiciones, de muerte y podredumbre. Lo entiendo muy bien, pues en algún tiempo fue mi propia visión, no tenía a nadie que me diera su mano si me caía, o la calidad de un abrazo que me llenara de calor cada fibra del cuerpo, o simplemente un consejo, por mínimo que fuera, como por ejemplo el mejor shampoo que sirva para quitar la caspa, tal vez alguna película que valga la pena ver en el cine, un restaurant, una bebida nueva, incluso un centro nocturno, lo que sea, cualquier palabra dirigida a ti es una luz de esperanza cuando en verdad no tienes nada ni a nadie.

No es que siempre haya estado sumergido en ese sentimiento, al menos no en toda mi juventud. Y siendo sincero me da nostalgia recordar esos ayeres, cuando tenía a mi familia, a mis compañeros de escuela, cuando la euforia de las competencias deportivas me dejaba sin dormir. Y sobre todo cuando conocí en alma propia el significado de ser amado por una mujer. Es imposible olvidarme del rose de sus manos sobre las mías.

Han pasado tantas cosas desde entonces, en ese tiempo amaba mi vida, sentía que era el personaje principal de una película de éxito. Ahora ya paso de los treinta y tres, y no se quien soy en esta vida tan nefasta, solo se, que me iré al infierno.

Si en ese momento de juventud alguien me hubieran dicho una mínima parte de lo que pasaría en mi futuro, no sería capaz de creer nada. Porque el caminó que ilusoria mente pensaba que seguiría, no tenía una sola acción de todo lo que me ha sucedido en tantos años.

Antes soñaba con aparecer en las estampas de las estrellas del béisbol, llegar a tener mi propia escuela. Formar una familia con ella, llevar a los niños a la escuela, comprar un perro (neita hubiera sido su nombre). Y si la vida era lo suficientemente buena, retirarme e irnos a vivir juntos cerca de un lago. Todo era tan perfecto.

Hoy no soy esa persona. Primero que nada, mis padres tienen diez años muertos, Eatan, mi hermano tiene los mismos diez años desaparecido. Y Monste, ella, bueno, ella murió hace siete años. Sigue siendo una de las razones de todo lo que he hecho; y de la misma forma, es el motivo principal de que este escribiendo esto.

Recuerdo que al poco tiempo de conocerla, le mostré un cuento que escribí para la clase de literatura, no es que quisiera ser escritor, pero me esmere tanto en ese trabajo, que el resultado que tubo fue tan bueno que lo publicaron en el periódico de la escuela. Y cuando ella lo leyó, aun sin ser tan cercanos todavía, me dijo:

-Oliver, me gustó mucho tú cuento –me mostró algunos detalles ortográficos de la historia marcados con un lápiz y me sonrió-. Perdón por rayar tú trabajo, es solo que detecté algunos acentos que fueron omitidos, y te los quería mostrar...

Hablamos mucho mas ese día. Lo recuerdo bien, y recuerdo cada palabra que me dijo. Porque en ese mismo momento me enamoré locamente de ella. La campana interrumpió nuestra plática, y nos recordó que solo era cambio de clase y que cada uno tenía que dirigirse a un salón distinto. Pero antes de moverse del pasillo finalizó con

-Espero que cuando logres tú sueño de estar en las grandes ligas. Escribas un relato en el que le cuentes al mundo toda tú experiencia. A mi me gustaría leerlo.

Pero aquí estoy ahora, escribiendo esto a su memoria. Ya no está conmigo, y sigue adherida en cada parte de mi alma. Y a pesar de que llegué a ser lo que le prometí que sería. En algún punto del camino también me convertí en asesino.

La policía me busca en catorce estados, y han ofrecido una gran suma de dinero por información que lleve a mi captura. Los noticieros se volvieron locos por todos los sucesos recientes, los familiares de las victimas piden justicia en ruedas de prensa, incluso los analistas forenses están alarmados por lo que ellos llaman "Ola excesiva de crueldad". Algunos han osado decir que un nuevo asesino serial ha surgido, y pidieron la protección militar para todos aquellos que sienten que son víctimas potenciales. La verdad no culpo a nadie por pensar todo eso, están en su derecho, después de todo doce homicidios asustan a cualquiera.

Pero temó desilusionarlos con una cosa, no soy asesino serial, y no volveré a matar a nadie. Lo que me quedé de vida lo pasaré con la condena de las doce vidas que me atan al infierno. Once fueron premeditados, y no me avergüenzo ni pediré perdón por eso, sin embargo, acepto que una de las víctimas fatales no debió morir. Disculparme no solucionara nada. Me someto el castigo que me llegué a tocar.

¿Quién soy? Si están al pendiente de los noticieros ya deben saberlo. Antes era el primer bateador de los red socks, Oliver Estrada.

Hoy, los noticieros me llaman "pitch" el asesino del bat.

¿Dónde estoy? No sé, por el momento no se los diré, solo mencionaré que desde mi ventana puedo ver el cielo. No deseo quedar impune, ni pagarle una suma millonaria a un juez para que solo me de dos años de prisión, y así librar mi condena. Acepto lo que hice y como dije antes, admito todas las consecuencias, sean cuales sean. Y si por algo no llegarán a encontrarme, tengan por seguro que yo mismo me entregaré, marcaré al 066 y diré mi ubicación, o tal vez yo mismo caminé directo a la jefatura de policía para confesar quien soy y todo lo que hice.

Pero todo será a su debido tiempo. Lo siento, pero aunque no les guste, todo eso será posible hasta que terminé con esta narración.

No puedo fallar, ni morir antes de terminar mi promesa con Montse, pues es la única razón que me mantiene vivo. No estoy loco, y no maté solo para conocer el sentimiento de hacerlo. Mi motivo fue mucho mayor.

Dejaré que ustedes vean todo lo que pasó en este camino tormentoso. 

PitchWhere stories live. Discover now