Las horas en la escuela pasaban casi inadvertidas, y por primera vez, desde que yo recuerdo, las actividades en el salón de clases, o la tarea que muchas veces me provocó dolor de cabeza, se convirtieron en una actividad secundaria, un paso antes de ser intrascendente, porque todo el tiempo lo gastaba en entrenar béisbol, y en imaginar la gran cantidad de dinero que ganaría cuando fuera famoso. En un principio el señor Daniel me asustó con todo lo que comenzó a decir sobre miles de dólares, pero después de pensar mucho en eso, comprendí que realmente era, muy raro ver a dos novatos, como yo y mi hermano, utilizando equipo profesional, porque no teníamos ni la técnica, ni la noción del valor de las cosas; por lo que decidí que era mejor volver a guardar el bate, la manopla y la pelota en el baúl por un tiempo, y ya que tuviéramos el nivel suficiente, volveríamos a liberarlos de su prisión oscura para usarlos como es debido.
Al principio Eatan no estuvo de acuerdo, y se enojó con migo por querer acaparar los tesoros de mi padre, y de la misma manera, mi madre se mostró muy asombrada por esa decisión, pero cuando les explique mi punto de vista, ambos entendieron la razón objetiva y accedieron sin ninguna réplica. Y entonces, después de varios días de prueba, regresamos todo al baúl. Mi madre lo cerró con el candado original, y después guardó la llave en un lugar secreto para evitar que cualquiera de los dos abriera la caja y violara el acuerdo.
Como premio especial por la decisión que tomamos, mi madre nos compró un bate de plástico rígido, una manopla sintética, y un paquete con tres pelotas, todo junto le costó quinientos pesos en una tienda departamental. Debió ser por la experiencia de usar equipo de calidad antes, pero ya jugando en el parque, a Eatan y a mí nos dio la impresión de que en cualquier momento el bate de plástico se partiría a la mitad, y que la pelota explotaría en el aire después de pegarle con fuerza, sin embargo, ninguna de las dos cosas pasó.
Para cuando llegó el domingo, teníamos cuatro días de práctica con nuestro equipo de quinientos pesos, y la tosca agarradera del bate ya nos había hecho cayos en las manos. De vez en cuando volteaba hacía mis palmas para verlos, y ahí estaban, rojos y agrietados, recordándome con un dolor especial las horas de práctica, y entonces cerraba el puño con fuerza para sentir el dolor, me punzaba en el alma, y no podía sostener una cuchara para desayunar, pero me sentía orgulloso de ellos.
Caminamos hasta el parque en compañía de mi madre, mientras Eatan y yo hablábamos sobre que técnica de las que practicamos, nos funcionaría mejor en un juego de verdad. En eso estábamos, cuando David vio que nos acercamos al campo de juego y nos saludó a la distancia.
-¡Hola Oliver! –David movió la mano en el aire para enfatizar el saludo- Y hola... ¿Eh? ¿Cómo te llamabas?
-Eatan -contestó mi hermano un poco molesto- ¿Cómo es que te aprendiste el nombre de él y el mío no?
-Disculpa Eatan –sonrió David-, ya no se me olvidará.
-Mira mamá –le dije a mi madre- él es David.
-Hola, mucho gusto.- Saludó ella.
La madre de David se acercó y nos saludó a los tres.
-¡Hola chicos! Qué bueno que sí pudieron venir. Mucho gusto, soy Carmen.- le dijo a mi madre.
Ellas continuaron hablando, mientras David nos llevó con sus compañeros de clase y su instructor el señor López. El padre de David estaba a un lado del instructor.
-Señor López –interrumpió David- ellos son Eatan y Oliver, y les gustaría unirse a nuestro equipo. ¿Pueden jugar?
Los dos hombres se voltearon a ver.

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Pitch
ActionLa fama y el dinero no son suficiente placebo cuando tú mente está llena de ira. Aveces lo mejor es dejar todo, y entregarte por completo a la venganza.