Habían pasado cuatro meses desde que mi madre nos contó a Eatan y a mí, sobre mi padre, y de que nos diera los tesoros que dejo especialmente para nosotros. Y desde ese momento todos los días íbamos al parque, al menos una hora, y practicábamos lanzamientos, atrapadas y bateo. Unos días yo era el pitcher, otros el cátcher, pero como no teníamos una noción clara de los movimientos, salvo lo que ambos veíamos en la televisión, bien pudimos haber utilizado un palo y una cazuela en lugar de las reliquias invaluables de mi padre, porque nuestros movimientos aun estaban lejos de ser los de un jugador amateur.
Sin embargo, esa idea no figuraba en nuestras mentes, y para mí fue un gran avance lanzar la pelota casi ocho metros sin el acondicionamiento previo, o correr media cuadra de ida y vuelta en un minuto. Hacíamos lo que podíamos, y avanzábamos a la velocidad de dos caracoles. Un domingo, nos quedamos hasta las siete de la noche, estábamos por irnos a descansar cuando llegó una camioneta familiar y se estacionó en el llano. De ella bajó una familia de cuatro integrantes, los padres, una niña de unos cinco años, y un chico de nuestra edad, entre todos extendieron varias sabanas sobre la tierra seca y posteriormente sacaron cajas de pizza, refrescos y frituras de la camioneta. Iban a tener un día de campo en el atardecer.
-¡Ya vámonos! –le dije a Eatan y cargué todo el equipo que llevábamos- Es tarde.
-¡Van a comer pizza! –Dijo él con tristeza- ¿Crees que si les pido me regalen una rebanada?
-¡Claro que no! Es su cena, ya vámonos- le volví a decir.
En ese momento la madre de familia se percató de nuestra existencia, y a pesar estar a cierta distancia, logró interpretar la mirada de Eatan.
-¡Hola chicos! –dijo ella y nos saludo con la mano extendida- ¿Les gustaría comer un poco de pizza?- todos los miembros de la familia voltearon a vernos.
-No gracias.- respondí yo.
-¡Por supuesto que si!- respondió Eatan al mismo tiempo. Y sin esperarme o hacer caso en mi instrucción de hermano mayor, bajó corriendo por la pista de tierra.
Llegó directo por la rebanada, y se olvidó de dar cualquier tipo de saludo o presentación.
-¡Gracias!- tuve que decir yo, una vez que me acerque lo suficiente.
-¿También quieres un pedazo?- Me preguntó la señora. No tenía caso decir que no, cuando Eatan ya iba por su segunda rebanada.
-No se preocupen –dijo el padre de familia-. Compramos cuatro pizzas grandes.
-¿Les gusta el beisbol? Me preguntó el chico de nuestra edad al ver que deje en el suelo la manopla y el bat.
-Si -contestó Eatan por mí-. A los dos nos gusta, y nuestro padre fue beisbolista profesional. Pero no lo conocemos porque vive en estados unidos.
Toda la familia lo volteo a verlo con sorpresa, incluso yo hice lo mismo, por que sentí que dijo más de lo que ellos necesitaban saber.
-¡Wooow! ¿Enserio?- respondió el chico.
Antes de que Eatan continuara diciendo cosas innecesarias, el señor lo interrumpió al ver mi cara de vergüenza.
-¿Y como se llaman chicos? Ella es Carmen, mi esposa, la niña penosa es Soraya, el niño cachetón de lentes es David, y yo soy Daniel.
-Ah... –dude un poco- Yo soy Oliver. Y él es...
-Eatan.- contestó Eatan.
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Pitch
ActionLa fama y el dinero no son suficiente placebo cuando tú mente está llena de ira. Aveces lo mejor es dejar todo, y entregarte por completo a la venganza.