Para cuando Oliver se despertó, la casa estaba silenciosa, tan tranquila como lo estaría una fotografía sobre una pared. La luz se filtraba en diagonal a través de las persianas y algunas partículas de polvo flotaban en el aire. Debían de ser las tres o cuatro de la tarde. Se incorporó de un movimiento para quedar con las piernas extendidas sobre el sillón y la espalda erguida en vertical. Sintió los parpados pesados, acompañados del zumbido que el exceso de cansancio produce en los oídos. Se llevó las manos al rostro, y masajeo los músculos de la cara haciendo pequeños círculos con la yema de los dedos.
-¿Qué ha pasado?- Pensó en voz alta. Por su espalda desnuda resbalaban algunas gotas de sudor.
Giró levemente la cabeza hacía la derecha, buscando con la vista a Karen, pero se encontró solo por completo. Al regresar la vista a su punto de salida se percató que a un costado del sillón estaba una mesa enana de madera con ropa, y junto a ella, una servilleta extendida en la que se alcanzaban a distinguir algunas letras. Colocó los pies sobre el azulejo, estiró la mano derecha lo mas que pudo y cogió en un solo movimiento las prendas y la carta, y al hacerlo, cayó al suelo la memoria que Don Alberto le había dado. Se inclinó para agarrar el pequeño dispositivo, pero la pierna lastimada se estremeció con el repentino sobre esfuerzo, obligándolo a recostarse nuevamente.
Respiró hondo varias veces, y cuando el dolor se borró en el radar de su mente, observó con calma las prendas que acababa de agarrar. Un pants negro de atletismo, y una playera amarilla con el estampado de un castor sonriente. Leyó la carta:
Espero que te gusten los castores. Es lo único en todo mi guardarropa que te podría quedar. Hay pizza en el refrigerador.
Oliver sonrió con el detalle, se vistió y trató de ponerse de pie, pero volvió a caer sentado en el sillón. Repitió el proceso anterior, y cerró los ojos mientras el dolor desaparecía.
¿Cuántos días habrán pasado desde que David murió? – Pensó mientras se pasaba la mano por la cara y lograba estabilizarse. Después, un poco más calmado, volvió a abrir los ojos, esta vez con la calma que necesitaba. El lugar realmente estaba vacío, no había movimiento visible, y el silencio era absoluto. La casa no era muy extensa, solo un par de habitaciones, un patio cerrado, y un pasillo que conectaba con las escaleras que llevaban al primer piso. Giró la mitad del cuerpo y volteó por atrás de sus hombros. El recibidor, la puerta de entrada, un baño con la puerta abierta, y hasta el fondo lo que parecía ser la cocina.
Sintió de repente unas inminentes ganas de orinar, se levantó nuevamente del sillón mientras se apoyaba del descansa brazos para no caer. La pierna le dolía bastante, pero esta vez no podía quedarse sentado, así que flexionó la rodilla derecha hacía adentro, y dio algunos saltos con la pierna izquierda hasta que pudo llegar a la pared. Ya sin el peligro de caer, logró desplazarse sin problemas por el lugar y llegar al cuarto de baño.
-Hola ¿Hay alguien? ¿Oliver?
Oliver escuchó ruidos en la calle, y después el sonido de la puerta principal al abrirse. Era Karen, que recién llegaba.
-¡Si, Si! Un momento – Gritó él.
Abrió la puerta y comenzó a brincar para llegar a la pared de un costado.
-¿Como sigues?- preguntó ella
-Me duele todo el cuerpo, y la cabeza me da vueltas.
-¿Y qué hay con tú herida?
-Ya puedo mover la pierna derecha, pero aun no puedo soportar mi peso. –recargó la espalda sobre la pared y relajó su postura.
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Pitch
ActionLa fama y el dinero no son suficiente placebo cuando tú mente está llena de ira. Aveces lo mejor es dejar todo, y entregarte por completo a la venganza.