CAPITULO 4

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POV Natalia

LA, California (USA)

La vida estaba llena de momentos relucientes que con el tiempo había aprendido a detectar y, los últimos años, la mía había estado repleta de ellos.

Todo parecía haberse alineando, como si hubiese encontrado un sentido, como si hubiese encontrado el rumbo correcto. Pero la realidad era ese pequeño mosquito cojonero que te hace levantrte de la cama a las tantas de la madrugada, y yo ya llevaba un par de semanas con el zumbido pegado a la oreja.

Una llamada fue todo lo que hizo falta para reventar mi utopía. El resultado de aquellos análisis había confirmado que, aquel sonido tan molesto, procedía de toda una colmena de avispas a punto de estallar contra el suelo. Y llevaba nueve días, siete horas y alrededor de quince minutos dando tumbos sin encontrar una solución viable.

Podía ser muy rápida, podía abrir mi alma en medio de un escenario frente veinte mil personas, podía bailar durante días, podía entrenar hasta quedarme sin fuerzas... Pero no podía luchar contra la sangre. Contra eso no, por mucho que quisiera.

— Si finjes que descansas, estaría bien que dejaras de mover la pierna, vida mía.

Abrí los ojos para encontrarme con la ceja arqueada de mi acompañante. De sus mechones rosados ya no caían gotas que mojaran el sofá, pero la camiseta que le había robado a su primo aún transparentaba la tela oscura de su biquini.

Lo estábamos dejando todo perdido.

— No estoy finjiendo nada, amor... Yo no necesito esas cosas — Bromeé incidiendo en el doble sentido.

— No, si de eso estoy muy segura. — Me siguió con el mismo tono.

Mi mano subió para dar un manotazo en su rodilla, pero la carcajada que soltó me hizo levantar la cabeza de su regazo. Tanto la doberman como la pequeña de la casa seguían enroscadas y dormidas en la butaca, así que volví a relajarme una vez pasado el síncope. 

Las dos habían acabado reventadas después de pasar el día en la piscina. Y ahora había tanto silencio, que ni siquiera quería abrir la puerta del jardín para saber qué estaría orquestando el par que nos faltaba.

Aunque me jugaba las manos a que, aprovechando que se habían quedado solos, estaban grabando uno de esos vídeos suyos haciendo formas con el humo. Y lo hacía también, porque iba a tener que acabar quitándoles la maquinita de vapor si pretendía que parasen para cenar.

Les habíamos perdido.

— Eres como una ardilla. — Se burló volviendo a enterrar sus dedos en mi melena —. Podrías llamar así a tu próximo single, para seguir con la temática animal.

Le di otro manotazo sin fuerza y volvió a reírse.

— Eres una capulla, Icíar.

— Lo sé. — Murmuró clavando sus ojos en los míos —. Por eso me quieres.

— Y porque nos gustan las mismas series, pero por lo demás... No sé cómo te aguanto. 

Me sacó el dedo del medio y fue mi turno de reír.

La verdad era que adoraba sus visitas sorpresa, fuesen cuándo fuesen. Que Paul insistiera tanto en que aceptara la plaza que nos acercó, había facilitado que pudiéramos seguir compartiendo momentos como estos. Y estaba segura que pronto se convertiría en la mejor cirujana de Nueva York, así que el cambio había sido mejor para todos.

Hasta ahora.

Supo en lo que estaba pensando sin necesidad de que le pusiera palabras, nuestra habilidad para leernos la mente seguía tan intacta como siempre, por lo que me limité a entrelazar nuestras manos cuando buscó la mía por encima de mi estómago.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora