CAPÍTULO 48

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POV Alba

— ¿¡Entonces estáis saliendo!?

La rubia de ojos claros chilló y se le unieron las demás, reacción que no pude evitar repetir por lo acelerada que me estaban poniendo.

— ¡Sí! ¡no! ¡No sé!

— ¿Cómo que no sabes? — Aitana frenó con cara de desconcierto.

— Pues que no sé.

¿Estábamos saliendo? Tipo... ¿Saliendo?

— Es que nos ha salido tonta, pobrecita, es así desde chiquita... — Afri volvió a acercarse su bol de palomitas.

— ¡Eh! — Le lancé una mirada de odio —. ¿A que te echo de mi salón?

— No puedes, tu padre me quiere más a mí que a ti.

Le saqué todos los dedos de en medio que pude en el momento, aunque solo fuesen dos.

— Pues mira, ¡tú! — Marina hundió sus manos en el fino pelaje gris de la gata tumbada en sus piernas —. Al final solo hacía falta que te revolcaras con Julia, que ya te vale, hermanita, para que cerrarais el tema de una vez.

Bueno... Ahorrarme esa parte de la historia hubiese estado muy bien, la verdad. Quería creer que lo realmente impotente estaba en todo el pico y pala que había habido detrás.

— Eh, pero stop, chicas, que yo no lo he entendido. — La más pequeña levantó su índice lleno de carboncillo en el aire —. ¿Entonces son novias o no son novias?

— Mi alma, si las cosas con estas dos fuesen tan simples, yo ya estaría viviendo en Cancún.

— ¡Oh, cállate, África! — Le lancé uno de los retales de tela que nos estaba sirviendo de pañuelo, por toda esa fanfarronería.

Se quejó, obviamente, pero me preocupó más que se tintara el sofá del que no levantaba el culo a que lo hiciese su jersey de Prada nuevo. Tenía ochenta mil en el armario, y estaba invadiendo el mío con los viejos. Lo podría superar.

— No hemos puesto un título como tal. — Expliqué poco después, marcándole a Aitana unas líneas por dónde podría seguir dibujando esos ojos.

No me hacía falta que quisiera colorearlos para saber que los iris serían de un tono entre el verde y el azulado. Turquesas con un brillo guasón, condecorados con algunas pequitas sutiles por la nariz... Decir que la del flequillo era evidente se quedaba corto. Tan corto como llamar a Natalia "novia".

Se me quedaba pequeño, me sonaba hasta infantil.

Tampoco hacía falta etiquetarlo todo.

— No, pero a ver... — Marina hizo un gesto de obviedad —. Se duchan juntas entre besitos y caricias, después de tremenda charla, luego la trae en coche a casa, se mandan mensajitos toda la mañana... ¡Vamos a ver! pfffs... Tú me dirás.

— Son novias. — Aitana afirmó la mar de contenta.

— ¡Que no! — Alargué cortándoles el rollo —. Que no hay etiquetas. — Señalé a mi mejor amiga —. Y cuidado con lo que dices tú por el grupo, bocazas.

Que nos conocíamos. Nos estábamos viniendo muy arriba y nosotras aún no habíamos hablado de esto.

Puede que me hubiese recreado más de la cuenta en saborear los estallidos de colores y sabores que inundaban mi boca con cada mínimo roce de sus labios, esos que ya daba por perdidos. Y también puede que hubiésemos podido charlar un poco más tras la casta e inocente ducha compartida, esa que no pasó más allá de algunas caricias mientras nos aclarábamos el jabón, pero yo estaba demasiado sensible por lo precedido y ella parecía realmente preocupada por cómo estaba llevándolo todo. Y por más cosas, cosas que había prometido contarme en otro momento.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora