CAPÍTULO 3

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POV Natalia

*tres años y medio antes*
LA, California (USA)

Las ondas ensordecedoras de los altavoces hacían vibrar las paredes. Llevaba semanas encerrada en el estudio y mi tolerancia con el alcohol estaba tan desentrenada que el segundo cubata me hizo ver doble; pero después de eso llegaron los chupitos, las mezclas explosivas y los cigarros de boca en boca. Era divertido, era excitante y no existía nada más.

Solo estaba la música, aquel mar de cuerpos sudados bajo luces de neón y yo.

Enrosqué mi pierna en la barra antes de girar sobre ella, aferrando una de mis manos al metal para bajar lentamente hasta que quedar sentada en la base del podium. Estaba acalorada, había perdido la camiseta por algún rincón de la discoteca y llevaba los shorts desabrochados. Quizás lo había hecho yo, quizás había dejado que alguien lo hiciera mientras bebían tequila directamente de mi ombligo, pero me daba igual. Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan jodidamente bien y lo estaba disfrutando como una zorra.

Quién diría que las fiestas americanas iban a ser una distracción tan buena.

"Baila, baila, mamasita
Baila, baila, mamasita"

Ondeé mi cuerpo partiendo de un balanceo de caderas, lanzando toda mi melena hacia un lado mientras acariciaba mi propio torso por encima del sujetador de encaje. Estaba tan centrada en las sensaciones, que había dejado de ser consciente hacía un buen rato del espacio-tiempo, pero sí lo fui de las finas manos que acompañaron las mías en el recorrido por mi estómago.

Frías por los hielos, suaves como la seda, había perdido la cuenta de las veces que se habían colado por mis bragas mientras yo sofocaba sus gemidos con mi boca. Porque esa noche todo se podía, todo se valía y todo quedaría en el olvido.

— ¿Tan pronto me has echado de menos, Palvin? — Sonreí con avidez.

— ¿Quién es capaz de no echarte de menos a ti, Eilan? — Pronunció con su perfecto inglés —. Eres inhumana.

Ladeé el cuello para dejar un mejor acceso a sus labios cuando se pegaron a mi piel. Me había apartado lo suficiente de la barra como para que ella pudiese ponerse detrás, así que su pelvis se unió a los balanceos de la mía y guié nuestras manos hacia la parte baja de mi abdomen.

La forma en la que nos estábamos restregando era de todo menos decente, y cualquiera que mirase en nuestra dirección podía comprobarlo con sus propios ojos; pero me daba igual, el ambiente estaba tan cargado de deseo y lujuria desenfrenada, que yo solo quería más. Mucho más.

Adentré una de mis manos en su lacia melena para que no se detuviera, notando como sus dedos buscaban su ruta por dentro de mis tejanos mientras nos inclinaba hacia adelante. La boca de Barbara era capaz de provocarme escalofríos que bajaban directos a mi entrepierna, pero ver la lujuria en los ojos negros de nuestro más ferviente espectador me hizo visualizar lo mucho que aquella situación podía mejorar. No había nada que pensar, nada de lo que preocuparse, nada a lo que temer.

Éramos jóvenes, libres y no queríamos parar.

El pelirrojo subió sin dudarlo en cuanto tiré de su camiseta de tirantes, pero la hice volar por los aires tan pronto como estuvo a mi altura. Su lengua encontró la mía en medio de un duelo de titanes y mis manos volaron hasta los tersos glúteos de mi primera acompañante para pegarnos más a los tres, incitando que nos moviéramos con tanta sincronización como en la coreografía que habíamos montado en cuestión de horas.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora