CAPÍTULO 9

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POV Alba

Regular la apertura exacta del obturador era mucho más delicado de lo que parecía. Tenía una idea muy clara en mente de cómo quería el resultado, así que debía entrar la luz justa en el momento preciso. 

Ni un segundo antes, ni un segundo después.

La expresión melancólica del señor con boina que, de tanto en tanto, sonreía al ver a las palomas revolotear alrededor de las migajas de pan. Los niños que jugaban distraídos a la pelota, sin darse cuenta de la niña que les miraba sin atreverse a unirse. La madre demasiado ocupada con su teléfono, como para notar que su bebé se había aficionado a comer tierra. El chico solitario que se escondía detrás de un bloc de dibujo, perfilando los rasgos de su musa habitual, aunque ella estuviese demasiado abstraída discutiendo otra vez con su novio... Había dos formas de ver el mundo: La desesperanzadora, en la que solo te quedabas con lo malo y te quejabas por la injusticia, o aquella en la que buscabas y buscabas hasta encontrar la brecha por dónde hacer entrar la luz. 

A mí me gustaba descubrir brechas.

— ¡Hola, Alba!

Me sobresalté al escuchar una voz familiar, pero la zona estaba bastante despejada y entre los rostros no había ninguno al que pudiese pertenecer. El zumo y las tostadas no me podían haber sentado tan mal, como para que las flores de los arbustos me empezaran a hablar.

— Vale... — Murmuré desconcertada.

Procedí a hacer un repaso de las últimas imágenes que había capturado, pero no pasé ni de la primera.

— A mí también me gustan las ardillas.

Giré de golpe, desechando la opción de que no me estuvieran hablando a mí. 

— Más arriba.

Seguí el sonido, inclinando la cabeza hacia el enorme árbol que me había estado cubriendo del sol; pero casi se me cae la cámara al ver a un pequeño ángel rubio subido en una de las ramas. 

Ese no era el tipo de brechas que me gustaría descubrir.

— ¡Marilia! — Me alteé colocando la cinta alrededor de mi cuello — ¿Que haces ahí? Te vas a matar.

Balanceó las piernas en el aire, a cada lado del tronco, mientras reía levemente al ver mi reacción. A mí no me hacía ninguna gracia.

¿Debería llamar a los bomberos?

— Estoy jugando al escondite, pero llevo mucho rato en silencio y me estoy aburriendo. 

Se encogió de hombros sin darle importancia y yo rastreé la zona en busca de alguien que pudiera bajarla de ahí. El Retiro era demasiado grande como para que una cría pudiese perderse, pero me extrañaba que se hubiese alejado mucho.

¿Dónde estaba Natalia?

— ¿Estás sola? — Dudé al no dar con mi objetivo.

— No, ahora estoy contigo y con toda esta gente que nos rodea.

Busqué sus ojos avellanados de inmediato ante esa respuesta tan elocuente. 

— Es muy difícil estar sola en un sitio público, la verdad... — Movió los ojos de un lado al otro.

Se me cortó el aliento cuando se movió bruscamente hacia adelante, pegando su estómago a la madera y utilizando el dorso de sus manos para apoyar la barbilla. Demasiado tranquila la veía para estar a más de tres metros del suelo.

— Marilia, cariño, baja de ahí. — Rogué acercándome lentamente —. Te vas a hacer daño.

— Es que no sé bajar, pero no te preocupes... — Sus ojos se achicaron al sonreír —. Estoy bien.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora