CAPÍTULO 8

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POV Natalia

— ¿Puedes dejar de dar vueltas un minuto?

Su voz rugosa me detuvo, consiguiendo que mi atención se focalizara en el espejo para encontrarme con el arrecife verdoso de su mirada; pero las gotas traslúcidas recorriendo su piel, la desviaron lentamente hacia el moreno natural su torso.

El movimiento de sus brazos mientras desenmarañaba la mata rubia que tenía por pelo, provocaba que los músculos de su espalda se contrajeran y que el dragón tatuado en su costado pareciese cobrar vida; pero todo lo intimidante que pudiese llegar a tener esa imagen, se esfumaba al llegar a sus caderas y ver la toalla de princesas que había seleccionado él mismo del montón.

Los colores iban a juego con su inseparable colgante, eso sí.

— Estás más enralá que Marilia con una sobredosis de azúcar, morena. — Continuó hablando —. Para un poco.

Me senté de golpe en un extremo de la cama, apartando las uñas de mi boca y volviendo a teclear el número que tan de memoria me sabía.

No estaba enralada. Estaba a punto de echar el estómago por la boca.

— Natalia...

— ¿Qué? — Mascullé sin ganas.

La madera del suelo crugió cuando se alejó del tocador y, más pronto que tarde, se agachó frente mí con las rodillas flexionadas y los antebrazos apoyados en los muslos.

— Basta.

Extendió la mano para que le diera el teléfono, pero lo único que consiguió es que uniera su palma con la mía mientras escuchaba cómo aquel aparato volvía a dar tono.

Seis... Siete... Ocho... Buzón de voz.

Me cagaba en su madre.

No, en su madre no, que la pobre no tenía culpa.

— ¡Joder!

Lancé mi móvil en dirección al cabezal, sabiendo que los cojines amortiguarían el golpe y presionándome el puente de la nariz para forzarme a pensar en algo.

¿Para qué coño tenía un puñetero teléfono, si no lo contestaba nunca?

— Morena... ¡Eh!

Sus dedos ejerciendo presión en mis mejillas me obligaron a establecer contacto visual, pero la calma que me estaba tratando de hacer llegar no calaba. Como tampoco lo había hecho la sesión de entrenamiento a la que me había acabado arrastrando, ni la ducha que nos habíamos dado después.

Ni la conjunta, ni cuándo le dejé solo porque necesitaba tomar un poco de aire.

No era cosa suya. El agobio que escalaba por mi pecho sólo se podía arreglar de un modo y, si seguía insistiendo en agotarme para que pudiera descansar, el que iba a acabar perjudicándose era él.

Tampoco quería eso.

— Nos va a llamar pronto. — Aseguró plenamente convencido —. Solo dale un poco de tiempo.

— Ha tenido tiempo, Hugo.

Llevaba casi cinco horas dejándole mensajes de voz en el contestador, y eso solo contando el tiempo desde que habíamos dejado a Marilia en casa de mis padres. 

Menos mal que se había quedado dormida en el coche y que la había podido meter en mi antigua cama sin despertarla, porque tal y como estaba, iba a tener mucha más paz con ellos que conmigo. Suficiente tenía con los nervios por la reunión de mañana, como para que encima yo la alterase.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora