CAPÍTULO 26

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POV Alba

Y ese mañana no llegó.

Nos estuvimos mensajeando un rato por la noche y prácticamente me obligó a enviarle unos cuantos archivos por e-mail, optando por trabajar desde casa después de disculparse cincuenta veces por tener que cancelar la reunión.

Marilia estaba pachuchilla y quería que se quedase con ella, así que la morena no tardó ni cinco minutos en reorganizarlo todo para dejar su día completamente libre y poder descansar con la más pequeña. Descansar relativamente, porque al medio día ya me había pasado los informes completos y, como si fuesen pocos en esa casa, los chicos se presentaron sin previo aviso a revolucionarle el gallinero.

Una bienvenida en condiciones para Ici y Paul, según ellos. Unos juerguistas que no se perdían ni una, según yo.

Ajustar los últimos detalles de la exposición me imposibilitó unirme a la sorpresa, a pesar de lo cansinos e insistentes que se pusieron algunos, pero ver los stories que estaban subiendo me mantuvo entretenida en los pocos espacios libres que me pude permitir. Todos juntos eran una explosión de voces y carcajadas continuas, daba gusto verles tan animados.

Una sensación muy contraria a la que se respiraba en el lugar dónde estaba ahora. Y eso que había poco menos de veinticuatro horas de diferencia.

Me abracé a mí misma para ajustarme la americana, ralentizando el paso al divisar a lo lejos mi destino. Mediados de junio y el cielo encapotado no ayudaba nada a los cambios bruscos de temperatura, el clima se estaba volviendo loco por nuestra culpa y el mono negro que había llevado durante - casi - todo el día tenía demasiadas partes descubiertas.

Muy bonito, muy nuevo, con unos aros dorados que unían cada retazo de tela y le daban un toque diferente, pero muy poco práctico a la larga. Menos mal que no era mío y que solo lo tenía que llevar puesto para el evento.

Un evento que ya había acabado. Más o menos.

Detuve el paso a escasos metros de aquella gran losa de mármol. Impoluta, cuidada, con las letras doradas y las rosas blancas que siempre parecían estar frescas y radiantes. Como el primer día. Como si no hubiese pasado el tiempo y aquel sitio lo tratasen como el mejor de los santuarios. Pero mi atención recayó por completo en la figura que estaba sentada justo encima con las piernas cruzadas, acariciando los pétalos de una rosa con la punta de sus dedos y con el pelo azabache a modo de cortina.

Que llevara la capucha puesta y la sudadera a medio quitar era algo que pensaba que solo utilizaba para las fotos. Al parecer no.

Se había dado cuenta de que estaba aquí. Sus hombros se cuadraron debajo de ese enorme chándal, blanco también, e hizo el indicio de detener el recorrido de su mano; pero tardó muy poco en retomarlo y absorber de aquel pequeño cilindro que se llevó a la boca.

Una calada tremendamente larga antes de inclinar la babilla y dejar salir todo el humo que almacenó en sus pulmones.

— Pensaba que tu exposición terminaba a las nueve. — Se quedó mirando a las nubes.

— Pensaba que habías dejado de fumar. — Repuse con el mismo tono.

Sus labios se curvaron levemente y continué detallando su perfil un poco más, al menos, hasta que bajó su foco para entretenerse con el tallo espinado que sujetaba, ocultando su cara en el proceso.

— Digamos que últimamente estoy haciéndome una ruta por viejos vicios.

Vaya...

Ni el tono burlón que había utilizado lograba maquillar eso.

Come Back And TryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora