Six

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Llegó el jueves; ya me sentía mucho mejor, pero Renata insistía en que debía ir a un doctor, así que aquí estoy, en el consultorio del médico de la prepa esperando a ser revisado y escuchar probablemente lo que ya sé.

Supongo que Emilio buscó mi nombre en las redes sociales, pues me mandó una invitación por Facebook y aún no sabía si aceptarlo o no. Por otro lado Aidan me mandó un mensaje, y yo... fui directo con él.

No estaba interesado en Aidan, y gracias a Dios el dijo que tampoco estaba interesado en mí, al menos no de forma amorosa. Quedamos en salir un día para platicar un poco, aunque seguimos hablando por WhatsApp, es un chico bastante agradable.

— Buenos días –saludó el Doctor.

— Buenos días.

— ¿Cuál es su nombre? –el doctor se dirigió a su escritorio para tomar una hoja y una pluma.

— Joaquín Bondoni Gress.

— ¿Qué le trae por aquí Joaquín? –preguntó prestandome atención.

— Bueno, últimamente me he sentido muy cansado y débil.

— ¿Te alimentas correctamente?

— Mmm... quizá no como debería –confesé.

— ¿Cuántas horas duermes?

— Unas cuatro o cinco.

— ¿Y eso a qué se debe?

— Yo debo trabajar después de la escuela y salgo tarde, cuando llego a mi casa hago mis tareas y termino un poco tarde.

— ¿Y dime, además de eso prácticas algún deporte o actividad física? –el doctor se puso de pie, tomó su estetoscopio y camino hacia mí.

— No.

Luego del chequeo médico, me midió y pesó, resultando ser que estaba ocho kilos por debajo de lo que debería.

— Tiene inicios de fatiga crónica joven, y si no se atiende a tiempo su situación de salud empeorará irreversiblemente –dijo sentándose de nuevo y haciendo mi reporte médico.

— ¿Y qué puedo tomar o...?

— No se trata de medicamentos, si acaso lo único que puedo darle son vitaminas, tiene que cambiar sus hábitos, dormir más horas, comer mejor y sobre todo no estresarse demasiado.

— Entiendo.

El doctor terminó mi reporte y lo imprimió para dármelo junto con una caja de vitaminas. Debo confesar que a pesar de que ya sabía lo que diría si me preocupó el "irreversiblemente".

Salí del consultorio y afuera se encontraban esperandome Mauro y Mariana, me interrogaron acerca de lo que me dijo el doctor y como era de esperarse me regañaron. Mauro dijo que debía dejar el trabajo para  enfocarme al cien en las últimas semanas de preparatoria y descansar, pero esa definitivamente no era una opción.

Llegué a mi casa, me cambié de ropa y comí un sandwich de pollo que hice rápidamente; Renata mandó un mensaje diciendo que se quedaría más tarde en la escuela para hacer un trabajo así que hoy no me acompañaría a la biblioteca.

6:43 PM

Los jueves son días bastante tranquilos, prácticamente sólo organizo unos que otros libros y el tiempo que tengo libre lo ocupo para hacer tareas o leer un poco.

La materia que más miedo me da es química, realmente no entendía nada de elementos, ácidos y esas cosas, había logrado pasarla años anteriores porque la maestra que tenía se apiadaba de mí, pero este último año llegó un maestro nuevo y no hará lo mismo, así que debo estudiar para aprobar los exámenes y mantener con excelencia mi promedio.

— ¿Te interrumpo? –podría reconocer esa voz aunque estuviera al otro lado del mundo.

— ¿Qué haces aquí?

— Pues vine a buscar un libro y te vi, así que decidí acercarme –sonrió.

— ¿Qué libro buscas?

— ¿Vas a ayudarme? –enmarcó una ceja.

— Pues ese es mi trabajo –contesté poniéndome de pie.

— Oh, ammm... Pues... En realidad no buscó uno específicamente –se tocó la cabeza ¿nervioso?

— Ajá, ¿qué contenido buscas?

— Uhm... de historia, sí, historia universal.

— Bueno, los libros de historia están en el piso de abajo.

— Ah, okay.

Creí que se iría a buscar su dichoso libro, pero no le hizo, sólo se quedó ahí parado, mirándome sin decir nada.

— ¿Qué? –pregunté.

— Nada; ¿cómo sigues? ¿te has sentido mejor?

— Sí, gracias. ¿Tu no has tenido pesadillas con mi pintura? –el río.

— No, afortunadamente no –dirigió su vista hacia mí cuaderno— ¿Química?

— Sí, debo estudiar para un examen y sinceramente no entiendo nada de

— Puedo ayudarte si quieres, yo soy muy bueno en química –sonrió con orgullo.

— No es necesario, además ¿no tienes que ir por tu libro?

— Eso puede esperar –¿acaso me guiño el ojo?

Lo pensé por un momento y acepté, digo, tenía que pasar con 10 ese examen y una ayuda no me caería nada mal.

Emilio se sentó a un lado de mi y comenzó a explicarme sobre la reducción-oxidación, no mentía cuando dijo que era muy bueno, lo explicaba con una facilidad impresionante. Me ayudó durante hora y media, después hablamos un poco sobre cosas random para despejar la mente y por último me ayudó con unos ejercicios.

— Bueno, ya debo irme... Espero haber sido de ayuda –mencionó poniéndose de pie.

— Oh, vaya que lo fuiste, gracias –le di una pequeña sonrisa— Lamento haberte quitado tu tiempo.

— Ayudar a un amigo es una buena inversión de tiempo, porque podemos ser amigos ¿no?

— Supongo que podemos.

Emilio sonrió y se despidió para después marcharse.

No sabía precisamente lo que Emilio causaba en mí, pero me gustaba la sensación.

Dos horas después salí del trabajo y pasé por pan para llevarle a Renata y cenar. Entré a casa y la vi haciendo tarea en la mesa del comedor.

— Hola hermano, ¿qué tal tu día hoy? –preguntó sin despegar la vista del cuaderno.

— Bien, gracias, ¿el tuyo? –dejé el pan sobre la barra de la cocina y la saludé con un beso en la frente.

— Cool.

Cuando me separé note que su barbilla estaba un poco roja, así que tomé su cara y la giré hacia mí.

— Renata, ¿qué te pasó?

— Nada, me pegué con algo en el salón pero no es nada, en serio.

— Renata...

— En serio, mejor vamos a cenar ¿sí?

Se paró y fue por tazas, leche y el pan. Renata no mentía, así que me quedé tranquilo pensando en que ella realmente se golpeó por accidente. Cenamos; ella terminó su tarea y yo la mía, para luego ambos irnos a dormir.

Anatomía || Emiliaco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora