~Capítulo 34~

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Evelyn.

Miro mi reloj digital a un lado de mí cama y lo detengo justo cuando suena, no he dormido nada, tampoco es que quiera. Cada vez que cierro los ojos lo veo ahí, diciéndome lo especial que lo hacía sentir, lo linda que me veía, que nunca quería que me fuera de su lado, pero cuando no lo espero comienza a gritarme que nada fue real, que todo fue un engaño y que no quiere volver a verme. Así de fácil un sueño se transforma en pesadilla y se lleva consigo las ganas de seguir durmiendo. 

Me pongo de pie y camino con pereza al baño, lavo mis dientes y miro mi reflejo en el espejo, las bolsas bajo mis ojos y la cara pálida, ese efecto tiene Adam en mi. Y lo sé, sé que no debería ser tan sensible y que todo me afectara tanto pero no puedo hacer nada para que eso no pase. También sé que debo superarlo pero ¿cómo superas a una persona que en tan poco tiempo se volvió tan importante para ti?, que logró pintar un mundo para ambos y destruirlo con una sola mano.

Me visto y dejo todo preparado para irme después de desayunar. En la cocina preparo unos panes con queso y tomo un jugo de naranja, la comida de Kate se la dejo en el microondas con una nota para que desayune al levantarse. Claro que eso no es a las cinco de la mañana.

Las heridas de Kate han sanado un poco estos días y se encuentra mejor, claro que eso también se debe al gran enfermero a domicilio que tiene, Marcus. Ha venido estos días cuando tiene un rato libre y se encarga completamente de ella, la alimenta, le sana las heridas, tanto físicas como internas, y hace lo imposible para sacarle una sonrisa. Es tan dulce. Tenerlo aquí llena de alegría mi casa por lo menos por un tiempo, nos hemos hecho muy amigos y tiene el cielo ganado por cuidar a mi hermana, solo espero que Kate sepa verlo.

Tomo mis cosas y las llaves de mi auto, me dirijo a la puerta y justo suena el timbre. ¿A las cinco de la mañana? El cartero no es.

Me acerco a la mirilla de la puerta y veo a un Marcus que se balancea de un lado a otro esperando, niego levemente antes de abrir la puerta, a este ya lo perdimos.

—Pero mira a quien tenemos aquí —digo abriendo la puerta con una sonrisa.

—Hola Ev, disculpa que venga a estas horas es que... —se retuerce las manos nervioso — no me darán libre la tarde así que pensé venir temprano, no sabía a qué hora, pensé que ella tal vez se despierta muy temprano o... —es tan adorable, ni siquiera me mira a los ojos— muy tarde. Sé que es un atrevimiento de mi parte pero quería hacerle el desayuno o no sé —se pasa la mano por la nuca y se despeina un poco — es una locura, lo sé, mejor me voy —da media vuelta con la cabeza gacha y suelta un suspiro.

—Eh Marcus —lo llamo — no me dejaste ni hablar —se gira y me mira con duda — pasa, estás como en tu casa y si quieres hacerle el desayuno a mi hermana, yo no te lo impediré. Haz lo que quieras, siéntete libre —le paso por un lado y le guiño un ojo — las llaves de repuesto están en la encimera. 

Y así dejo al romeo de mi hermana en mi departamento y al subir a mi auto me encamino a la clínica. El día de hoy transcurre tranquilo y a juzgar como estaba hace días puedo decir que estoy mejorando, me estoy desintoxicando.

Me desintoxico de sus palabras, de sus cariños, sus falsas promesas y de el amor falsamente prometido, aunque viéndolo bien esa palabra nunca salió de su boca. Amor, que distintas facetas tiene y que difícil es desintoxicarse cuando se ama.

Acomodo unas carpetas por expediente de complejidad y escucho un barullo fuera de mi consultorio, me parece de lo más extraño ya que hace poco vi que no había nadie en la sala de espera, dejo las carpetas sobre el escritorio y voy a la puerta donde me encuentro a el detective Being, que al parecer estaba a punto de tocar mi puerta.

La Cura [Amores Escogidos #1] © (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora