«Third part»

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Era suficiente de llorar para Jihoon, hoy estaba más enérgico, una energía que hace muchísimo tiempo no sentía. Despertó se fue al trabajo, completamente emocionado, extasiado e inspirado, no podía dejar de trabajar, y el día para él se volvió eterno.

Había pasado un mes desde que visitó a SoonYoung, y lo extrañaba, de hecho cada cosa que hacía recordaba los momentos que había pasado en un pasado bastante lejano pero existente. No sabía como borrarlo de su cabeza, no sabía como eliminarlos como lo haría uno en su escritorio con documentos de su computador innecesarios. ¿Por qué no se podía hacer eso en la mente de Jihoon? Tener que quedarse con cada recuerdo que le apuñalaba el pecho, que hace retractarse de seguir con su vida, con las cadenas cada vez más cortas, sintiendo su libertad lejos de él.

Volvió de el trabajo, con su mochila al hombro, un poco agotado, viendo el sillón solo, abandonado como él. Se sentó dejando la mochila tirada en alguna parte que hasta él desconocía. Encendió la televisión, colocando una mano en su mejilla, apoyado en el apoyabrazos.

Por lo menos tres horas pasaron hasta que decidió salir, apagar la televisión y ver el mar que tanto extrañaba por las semanas de trabajo incesantes. Se sentó en la arena, y como el día estaba soleado, más de unas parejas o familias estaban sobre la arena, lanzando pelotas, acostados en las toallas que traían, parasoles, y demás cosas que claramente eran apropiadas para la playa. Su cuerpecito se encaminó sobre la arena, con los pantalones sobre la pantorrilla. Su cabello rubio meneándose como nada, meneándose como pequeñas hierbas en un suave viento de primavera. Pequeñas sonrisas sueltas y desordenadas por ver a pequeños hacer castillos de arena o corriendo por la arena mientras chapoteaban. Recordando a SoonYoung, en tardes luego del trabajo, tomados de la mano caminando, viendo a familias jugar o niños pequeños jugar con el agua, tirando risitas contagiosas. Mirándose, cuestionando si en algún momento estarían en la misma posición de esas familias que veían. Con su propia familia, felices y campantes. Cada vez que lo recuerda, una grieta en su corazón se abre, un abismo que de lejos es pequeño, pero que de cerca hace mucho daño, como veinte flechas clavadas en su pecho, enterrándose como nada. Se paró, y vio como esas familias, eran felices, y se desmoronó. Sus lágrimas que estaban retenidas con los recuerdos que desmoronaban su energía de la mañana, mostrando una faceta completamente destruida que su familia había visto más de una vez, y sus amigos tenían que soportar. Nada podía restaurar su dolor.

—Sí, no me lo podía creer.—El chico de la sonrisa, el chico que le sonrió a Jihoon hace un tiempo lo miró, mientras caminaba con su posible novia. Jihoon sonrió esta vez entre medio de las lágrimas.—A-Aunque no creo que sea real.—El chico quedó unos segundos pegado al rostro de Jihoon, para luego abrazar a su novia, alejándose luego. Dejando a un Jihoon sonriente y desamparado, faltante de el abrazo que el chico le había dado a su novia.

Jihoon caminó y caminó, quizás por varias horas sobre la acolchonada y suave arena, sobre la arena rasposa que era varias veces víctima de el agua que pasaba sin permiso sobre esta. Mientras las olas hacían su ruido habitual, dando un ambiente tranquilo, mezclando las risas de niños y el crujir característico de las olas pasar, formándose un ciclo que nada podía romperlo.

Volvió a casa, cansado, llorando como nada. Se sentía triste, y más que eso, roto, una pieza en su pecho arrebatada hace un tiempo. ¿Cómo superar de un día a otro a una persona que cada día se presenta en tu cabeza? Era el pan de cada día de Jihoon, y la misma pregunta que siempre pasaba por su triste cabeza. Se la pasaba triste, y no era normal. Antes, era un chico feliz, enérgico, con una felicidad clara en su rostro y en sus ojos, fue arrebatado de a poco en su carita pequeña, en sus ojos achicados con sonrisas, las sonrisas que ahora eran faltantes en su triste y solo rostro, el rostro claro de necesitar alguien o algo que le sacara sonrisas. Nada lo consolaba y estaba claro.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Deja de pensar en eso!—Gritó, mientras quebraba un cuadro que estaba colgado en la entrada de su casa. Una foto que él mismo le había sacado a SoonYoung. Con dos dedos extendidos, una sonrisa y sus ojitos hechos pequeñas rayitas.—Jihoon eres una puta mierda, eres una mierda, eres una puta mierda. ¡No entiendo! ¡Era feliz...! Era...—Susurró, antes de mirar el cuadro roto, con la foto un poco descolocada.

Estaba respirando agitado. Miró las cosas que tenía en su mueble, casi todas eran regalos que SoonYoung le había regalado, en su primer, segundo, tercero, cuarto y quinto aniversario le había regalado, con otras cosas que a lo largo también le había regalado. Las agarró todas y las tiró, fotos, libros, y otras cosas. Papeles, cartas, cajas, y demás. Las pateó, gritó, y luego se desmoronó. Cayendo en desesperación, llorando y sintiendo su corazón salirse de su pecho. Sus lágrimas llenas de rabia e impotencia, mojando sus pantalones. Sentado sobre sus rodillas, y sobre las cosas que claramente él había derribado. Llorando, sin parar.

Se recostó, y sólo se quedó ahí.

No paró por dos horas, llorando sin parar. Su vida estaba en el subsuelo, estaba demasiado derribado por si mismo. Su vida se había estancado como charco luego de lluvia. Su vida estaba abajo, su mundo estaba abajo. Sin importar si tenía un buen trabajo, una bonita casa que todo el mundo envidia, nada. No importa, nada importaba para él si sentía ese vacío tan grande en su pecho.

—¿Jihoon?—Escuchó una voz, cuando él estaba sólo acostado en el sillón, llorando con el cuadro que antes había despedazado, cortando sus manos con el cristal roto que no logró derribarse con el golpe que le proporcionó.—Esto es un desastre. Ven acá.—Chan se acercó a él, sacando el cuadro de sus brazos, escuchando hipar a su querido amigo, lo levantó de el sillón y dejándolo en sus piernas, acostó su cabeza en sus piernas.-Está bien, llora lo que quieras.-Dijo acariciando su cabello rubio, tranquilo.

—¿Qué haces acá?—Entrecortadamente, sintiendo las caricias de Chan en su cabecita cansada de todo.

—Hace tiempo no te visitaba, he estado muy ocupado.—Sonrió, sintiendo como más lágrimas se avecinaban otra vez en los ojitos de Jihoon.—¿Sigues igual?—Asintió el rubio, mientras era levantado por las manitos de Chan.—Tengo la llave que me diste. Y lo otro...—Dijo susurrando, sin perturbar la oscura y silenciosa casa de el mayor de la habitación.—Debes dejarlo, te estás muriendo por dentro... Ya pasó, ya no está acá...—Dijo mirándolo a los ojos, mientras otras lágrimas silenciosas de Jihoon bajaban con cuidado y delicadamente por su rostro fino y redondito.

—¡¿Crees que no lo sé?! ¡Me odio por eso! ¡Me odio por no poder seguir mi vida! No puedo, y no puedo. De verdad...—Susurró al final, sintiendo su voz desgarrarse.—Mi vida ya no tiene ningún rumbo a parte del trabajo. No tengo un propósito, no tengo nada que me alegre. No tengo nada. ¿Te ha pasado alguna vez?—El más pequeño negó, abrazando al dolido cuerpo del contrario.

—Ya podrás, y lo verás.—

—No puedo superar que estoy solo, y no puedo superar que sigo estancado en el mismo lugar...—

«The beach»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora