«Step six.»

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Sus vidas estaban completamente controladas por la monotonía, era algo que pocas veces surgían en ellos. Pero estaba sucediendo, semanas y semanas haciendo lo mismo, y no era malo, a veces el confort era necesario, pero estaban completamente aburridos de ellos, de lo que hacían. Se sentían controlados y manipulados por cosas que hacían inconscientemente, servirse cafés sin pensarlo sólo moverse como un robot. El hábito de hacer siempre lo mismo estaba sobre ellos, colapsando toda su esencia y su felicidad al hacerlo, al pensar en que hacían antes y ahora no.

Estaban encapsulados en lo mismo, cosa que estaba agotando sus sistema, pero sobre todo sus cabezas.

Tenían que olvidar todo, empezar de cero juntos, y al menos no estaban del todo ahogados en arenas movedizas. Pero sí se estaban ahogando, sus cuerpos estaban estancados en arenas movedizas, mientras buscaban una rama de la cual sujetarse y salir. Quizás esa rama esté más cerca de lo normal.

El trabajo era lo que los hacía levantarse en la mañana. Casi no cambiaban palabras, no se comunicaban más que para saber donde habían dejado cierta cosa o si tenía que ordenar otras. Se sentían vacíos por dentro y el trabajo hacía que ese vacío no llegara tan directamente a su triste vida.

Sobre todo Seungcheol, quien desde ese día, se ha sentido más que decaído, más que triste, más que desanimado. Estaba deprimido, casi no hablaba, sólo asentía o negaba con la cabeza. De hecho había veces en las cuales, Jihoon dudaba si estaba despierto, o no recordaba su voz del todo bien. A ese nivel de silencio llegan entre ellos.

—¿Seungcheol? ¡Ya llegué!—Gritó, dejando la mochila que llevaba encima de el sillón.—Joder, sonamos como una puta pareja de casados, y ni siquiera me contesta...—Murmuró para si mismo a regañadientes, pensando en donde estaría Seungcheol.

—¿Por qué llegaste tan tarde?—Un somnoliento Seungcheol salió de la habitación, viéndose así su pijama descolocado, y sobre todo su pelo desordenado a más no poder.—Yo llegué hace rato...—Murmuró antes de bostezar.

—Tenía mucho trabajo que hacer, y de hecho tengo que seguir. ¿Tienes hambre?—Jihoon habló, mientras se sentaba en el sofá, abriendo su ordenador, y sacando varios cuadernos y libros que tenía para poder seguir trabajando. Estaba intentando crear unas nuevas canciones para el siguiente semestre. Estaba siendo demasiado estrés para él solo.

—La verdad, te estaba esperando para cocinar, pero como estás ocupado lo haré solo, no te preocupes.—Se fue a la cocina con pasos lentos y perezosos que Jihoon ignoró. Sacaba lápices, tachaba letras, subrayaba otras y pensaba o se trataba de inspirar para poder producir. Estaba muriendo de hambre, pero el deber y la carga de tener que terminar su trabajo era mayor que sus necesidades básicas. Sentía el olor a comida de lejos escuchando su estómago rugir, pidiendo y pidiendo comida.

—¡Mierda!—Gritó el mayor en la cocina, haciendo que Jihoon se parara rápido por el grito.

—¿Qué pasa?—Vio a Seungcheol, con un dedo con sangre.—Ay mierda...—El menor le tomó la mano, y la dejó bajo el agua.

Luego la desinfectó, le puso un parche y sólo se quedó con él sentado, olvidando por completo su labor en su trabajo. Eso no era importante si Seungcheol estaba así. Y no por su corte, si no por la forma en la cual estaba. Estaba completamente conmocionado frente a los ojos del menor. Jihoon desconocía eso, no sabía porque estaba tan sorprendido con la sangre de su dedo, porque para él no era nada.

—Te cortaste súper feo... ¿Te duele mucho?—Negó, bajando la mirada con su pelo negro, chocando su dedo índice con su pulgar, el índice el cual tenía la tirita. Le dolía, pero más le dolía que la sangre le recordara a Hana y no a su dolor físico.—¿Qué pasa? Desde que viste tu dedo te ves raro...—Sobó su espalda, haciendo suspirar a el pelinegro, estaba mareado. Sabía perfectamente lo que le pasaba, pero no le decía al rubio, pues era un recuerdo y un secreto que prefería guardar para sí mismo.

—No es nada. Mejor pidamos una pizza o algo así...—Se levantó y fue a buscar su móvil, el cual estaba encima de la mesita de noche del otro lado, opuesto al de la esquina de la cama en la cual estaban juntos sentados.

—Dime que te pasa, estás súper raro últimamente. Casi no hablamos y extraño hacerlo...—Dijo mientras el otro trataba de marcar con sus manos temblorosas y sus dedos intentando acertar en los números de la pantalla que para él era pequeña.—Seungcheol... En verdad me preocupas...—Susurró con cariño, mientras se recargaba un poco sobre la cama.

—No es nada... Sólo déjame...—Dejó el móvil, tirándolo hacia la cama.—Sólo... Sólo...—Suspiró, mientras miraba el techo.—Recordé cuando Hana estuvo en el hospital... Tenía problemas al estómago, y sólo vomitó sangre frente a mi... Fue lo peor que he visto en mi vida...—Se sentó con suavidad sobre la cama, poniendo sus manos antes para cargarse en esta.

—Oh... Ya veo... Está bien.—Se sentó junto a él, y movió su cabeza hacia sus manos, y pecho, acurrucándolo delicadamente.—¿Necesitas algo?—El mayor negó.

—Sólo... Necesito un abrazo...—Jihoon asintió, mientras lo abrazaba un poco más fuerte, tratando de hacerlo sentir cómodo.

Se quedaron así un buen rato, sintiendo el corazón un poco acelerado de Jihoon en su oído, las caricias en su nuca y cuello, mientras se balanceaba de un lado a otro, como una mecedora. Estaba intranquilo con el miedo de Seungcheol, sentía que algo necesitaba para darle. ¿Qué era?

Seungcheol se quedó medio dormido en sus brazos, de a poco cerraba sus ojos y sus brazos desistían. Jihoon sabía que estaba cansado, así que sólo lo recostó con delicadeza y se fue apagando la luz antes de irse.

Vio su computador todavía encendido, se sentó con un suspiro, se puso audífonos y siguió trabajando. En verdad si que estaba cansado, incluso bostezó cuando vio a Seungcheol tan relajado en su cama. Sentía la necesidad de acostarse a su lado, de abrazarlo y disfrutar juntos una noche plácida al lado del otro.

Su sentido de mediocridad como antes no era tan grande, incluso, estaba feliz de estar con el mayor, feliz de verlo al llegar a casa, y su vida de a poco tornaba más colores. Estaba un poco decepcionado de él mismo por no poder entregarle a su amigo el apoyo y calor que necesitaba, pero en cierta forma ha podido ayudarlo en lo que puede. Su felicidad incrementa cuando lo ve feliz, y en verdad era como su fuente de gozo. ¿Era bueno salir de ese pozo de angustia? Sí, pero si lo hacía solo no tenía gracia. Necesitaba a su fiel acompañante en todo esto.

Jihoon se cansó de trabajar, de seguro no era tan importante como su cansancio. Se colocó pijama, le sacó los zapatos a Seungcheol, y lo arropó lo más cómodamente posible. Se recostó a su lado, viendo el rostro relajado frente su rostro sonriente, tranquilo y sereno. Al fin estaba feliz con alguien que no fuera Chan, al fin podía sonreír sin razón.

Pero iba más allá que una amistad, el hecho de estar durmiendo juntos, mirarse a los ojos antes de dormir, o el sólo sonreír al verse, no era lo mismo que le pasaba con Chan. Era muy diferente, en su pecho se sentía como de a poco todo iba limpiándose de los restos de SoonYoung. Estaba al fin encontrando el sentido a todo.

Y Seungcheol estaba cobrando el dolor que al principio no había sentido.

Jihoon quería ayudar... Se sentía feliz junto a el pelinegro y era importante que se diera cuenta de eso, para entregarle la misma felicidad que le había devuelto. Algo reciproco. ¿En qué momento se volvió tan preocupado por las personas?

O más bien.

¿En qué momento puso su felicidad sobre la suya?

Digamos que con SoonYoung no era lo mismo, no le pasaba lo mismo que con Seungcheol, su propia felicidad iba casi completamente de la felicidad del contrario.

Sin pensar más, Jihoon se acercó a el cuerpo del mayor, miró su frente un poco despejada la besó con mucha delicadeza y gentileza, para luego besar uno de sus hoyuelos que se estaba formando. Enterró su cabeza en su pecho, para luego sentir un brazo rodeándolo.

—¿Quieres dormir así...?—Preguntó el pelinegro medio dormido.—Porque a mi no me molesta, de hecho me gusta mucho...—Jihoon rió bajito, mientras ponía sus piernas cómodas y sus manos haciendo caricias al cuerpo de Seungcheol.

—Me encanta, sigue durmiendo.—Ambos se miraron y sonrieron.

—Gracias por el besito...—Susurró, devolviendo uno en la cabeza rubia del menor.

Se quedaron dormidos mientras se abrazaban.

¿Eran en realidad amigos?

«The beach»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora