«Step four...»

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Sus vidas estaban disueltas en penas, ambos sufrían, ambos lloraban, pero aún así, sabían que el uno con el otro eran capaces de ser felices y de reponerse en la felicidad que alguna vez poseían. Su dosis de felicidad no se ha acabado, claro que no en verdad sólo estaba latente en sus corazones, esperando a que surgiera de verdad, a que saliera en verdad a flote con ellos mismos.

Sólo un poco más de éxtasis para poder ser felices por un tiempo, un tiempo que sería inolvidable para ellos, si es por momentos o recuerdos que ambos crearían, para poder eliminar, tirar a la basura todo lo que antes tenían como nostalgia clavados en su corazón, la astilla que a ambos les dolía a pesar de siempre decir "Estoy bien" porque ambos sabían que no era así, claramente no era cierto, no era cierto que ambos habían superado por completo sus separaciones, claro que no, estaban estancados en un charco de nostalgia, repasando como un estudio los momentos pasados hace tiempo atrás. Un tiempo que en verdad fue bueno para ambos. Pero claro, no era cierto, no fue bueno, quizás los momentos sí, pero si terminaron tan destrozados con esa persona, significa que no eran felices.

En realidad, estaban en duda sobre todo, no sabían nada, no tenían entendido nada, sólo vivían y vivían el momento.

Se tomaron la semana de vacaciones, estaban colapsados de trabajo y estaban verdaderamente estresados y cansados. Así que Seungcheol con dos cajas, llegó a la casa. Jihoon estaba confundido, pero luego Seungcheol habló.

—Es hora de deshacerse de todo, mira.—Tomó un cuadro, y sólo lo dejó en una caja, tomó un marcador y puso en cada caja un nombre.—Esta para vender y esta para regalar o botar.—Señaló cada caja. Jihoon estaba completamente extrañado.

—¿Para qué rayos quieres hacer esto?—Ambos rieron bajito, y Jihoon tomó el primer regalo de su primer aniversario con su ex. Era un cuadro de ellos juntos con una descripción detrás, como dedicatoria.—Podemos vender el cuadro, y quemar esto.—Sacó la foto y la enseñó el pequeño con su mano un poco roja. Dejó el cuadro con cuidado en la caja para vender y la foto en la de regalar. La sonrisa orgullosa de Seungcheol estaba completamente plasmada en él, estaba con un orgullo que desbordaba por él, con sus acciones y sus poses o manos.

—Yo haré lo mismo, pero tú tienes más cosas así que te ayudo primero.—Jihoon asintió, llevando todos los regalos en sus manos, procurando que no se cayeran.—Dame acá.—Le quitó de los brazos varias de las cosas que traía, yendo donde las cajas que estaban sobre el sillón.

Unas dos horas, decidiendo si vender o regalar, estaban decidiendo o buscando más cosas que podían guardar en las caja cafés sin gracia que estaban sobre el sillón tan concurrido por ambos. Estaban llenas de cosas, casi desbordando por los bordes. Todo se detuvo cuando llegaron a la habitación de ambos. Ahí estaban los cuadros que más amaba Jihoon, o que más les gustaba, las cosas más preciadas y sobre todo lo único que quedaba sobre la casa que antes estaba llena de recuerdos dolorosos para el pequeño, pero que ahora se desvanecerían junto a las cosas que antes tenía.

—Esto... No sé como empezar...—Jihoon suspiró, pasando su mirada más de una vez sobre las paredes o su cómoda que estaba llena de cosas que le recordaban los años ya pasados y disfrutados.—¿Puedes sólo tomar todo y venderlo? No puedo verlo...—Seungcheol tomó la mano de Jihoon se agachó frente a los cajones que siempre Jihoon ve, los cajones inferiores del mueble, lugar donde estaban todas los recuerdos.

—No, tienes que hacerlo tú si quieres continuar.—Seungcheol asintió seguro, seguro de que el pequeño podía lograrlo, quemar todo y levantar el humo de los recuerdos que estaban atorando su vida y su tiempo.

El tiempo perdido por todos estos regalos e imágenes que apuñalaban el pequeño corazón oscuro de Jihoon, aún sabiendo que todo había pasado, sabiendo que todo se había evaporado, todo dejó de existir, esa cosa que antes lo completaba ya no existía en él, no estaba, se fue como el humo en el cielo, de una fogata que de a poco perdía su chispa, su calor y su luz. Como el corazón de Jihoon, perdía su vida, perdía su sentimiento y vigor, su antiguo vigor que antes le daban ganas de seguir con su vida, con su existencia que a nadie le importaba pero que él apreciaba y movía como hilos sobre él.

Ahora era controlado por sus recuerdos, los hilos pasaron a las manos de la nostalgia, y de el dolor en el pecho. Ya nadie era capaz de sacarlo de ahí, nadie fue capaz de sacarlo bajo las maniobras de el dolor y la nostalgia quienes movían los hilos de su vida sin nada que pudiera consultar.

—E-Está bien... Trae las cajas acá, me demoraré un poco...—Suspiró, tomando las fotos, cosas, collares, pulseras, incluso una sudadera que SoonYoung había olvidado, porque la traía puesta Jihoon al irse. Así que desde ese entonces la tenía guardad en el cajón, bien al fondo, donde él no pudiera usarla o verla, para no entrar en los mismos recuerdos que agravaban la astilla en su pecho, el dolor que se movía y removía sobre él, haciendo una carga pesada en sus hombros. Seungcheol llegó con las cajas pesadas, y con la mirada pegada en el suelo, tratando de no tropezar con nada.

—Aquí está, tómate tu tiempo. Estaré afuera.—Dejó las cajas y sonrió, viendo como Jihoon miraba preocupado las cosas.

—No te vayas, no quiero hacerlo solo. Por favor sólo siéntate a mi lado y quédate.—Seungcheol hizo caso, mientras tomaba un segundo la mano roja y apretada que estaba sobre su pantalón.—Gracias...—Susurró, tomando la primera foto, dejándola en la caja para regalar.

—Jihoon, tómalo con calma. ¿Si?—Jihoon asintió, tomando todas las cosas del cajón. Casi todas eran fotos, poniéndolas en la parte de regalar. Hasta que encontró un anillo, ese anillo era el que SoonYoung tenía en su dedo anular, que significaba amor, supuestamente. Pero sólo se lo lanzó a la cara cuando se fue.

Jihoon lo recordaba con mucho dolor, pero con valor, con valentía.

—Esto tengo que devolverlo, al igual que esto.—Dijo mostrando la sudadera y el anillo.—No es mío, no tengo derecho a botarlo. ¿Puedes acompañarme a devolverlo?—Sonrió, para luego dejarlo sobre la cama.

Guardaron las cajas en un rincón de la casa, cerca de un armario donde guardaban las cosas para el aseo o cosas de utilidad. Se subieron a un taxi y fueron con una bolsa en las manos a casa de SoonYoung. Cuando ambos vieron el edificio suspiraron. Preguntaron al conserje cual era su número, y sólo lo dejó pasar.

Subieron, intranquilos y sobre todo nerviosos, más Jihoon quien otro. Miró cuando se abrieron las puertas de el ascensor a Seungcheol, con rostro nervioso, pero él sólo le dio una sonrisa que lo tranquilizó más que nada ni nadie.

Tocaron la puerta, resonando entre los edificios que habían por ahí, un eco que les dejaba los pelos de punta.

—¿Es en serio Jihoon?—Dijo el castaño cuando abrió la puerta, sorprendido al ver a Seungcheol.—¿Disculpa? Qué haces acá.—Murmuró SoonYoung, mirando a Jihoon.

—Vengo a devolverte esto. No lo necesito, y creí que no era mi decisión botarlo...—Le dio la bolsa. SoonYoung sonrió, dándole una mirada a Jihoon rápida, sonrió y asintió.

—Ya veo... Esta era la sudadera que más te gustaba... Y el anillo... Nada, gracias por devolverlo. Hasta luego...—Se adentró al departamento, dando una mirada rápida a Seungcheol.—¿Eres su novio? Te me haces conocido.—Dijo sin cerrar la puerta de su hogar.

—Mmmm... No, somos amigos, pero vivimos juntos.—Seungcheol cruzó sus manos mientras lo miraba, con el rostro rojo.

—Oh, lo siento. ¿Entonces por qué lo acompañas?—Dijo bajito, mirándolo.

—Porque pensé que tú estarías enojado si venía, otra vez. Y si lo estabas, así que era para sentirme cómodo.—Susurró Jihoon, mirándolos fijamente a sus ojos pequeños.

—Ah, o sea que yo soy el malo acá. Ya veo...—Dijo con una risita irónica.

—SoonYoung, no estoy con los ánimos de discutir, así que por favor sólo...—No lo dejó terminar.

—O sea yo no puedo decir nada, vienes a mi casa a dejarme una cosa que no pedí que me devolvieras y ahora me haces callar.—Con un tono más elevado, haciendo que Jihoon bajara la cabeza y cerrara los ojos asustado.

—¡Cállate! ¡Sólo trataba de ser correcto y amable! ¡Ahora vete tú!—Seungcheol se acercó a la puerta y la cerró.—A la mierda...—Suspiró, volviendo a el lado de Jihoon. Pasó su brazo por los hombros del pequeño y volvieron a el ascensor.

Volvieron a casa incómodos y raros.

Jihoon vio su casa vacía de todas las decoraciones y suspiró de alivio. Las cadenas que sentía antes ya no estaban.

Era libre del pasado...




«The beach»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora