«Tenth part.»

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Seungcheol luego del trabajo acostumbraba a ir a casa de Jihoon, algunas veces lloraba, otras sólo hablaban, con un café en la mano. Pero siempre estaba por ahí. El departamento que antes tenía con su novia, se lo había dejado, nada le importaba, y ahora vivía en un hotel. Jihoon ya se acostumbraba a pasar muchas tardes con él. 

Y por supuesto, el tiempo pasaba, más rápido de lo que ellos querían. Esa costumbre que contrajo Seungcheol, la tiene marcada hace ya dos meses. Por supuesto a Jihoon no le molestaba, era bueno tener compañía alguien con quien compartir su balcón vacío y desolado. 

Estaba cansado de caminar por su casa, sin nadie que diera un poco de calor o sentido acogedor. A pesar de que ambos morían por la misma tristeza, al menos la tristeza era compartida, y no pasada por separado. El vacío en su pecho era común, algo que compartía, pero que no podían tocar. Como una flor detrás de una cúpula de cristal, la puedes ver, te puedes pinchar con sus espinas, pero no debes tocarla, por las espinas que de verdad te clavaban con fuerza. Era doloroso, era mejor dejarla detrás del cristal que tomarla y jugar con ella con las manos. Es un sentimiento por el cual ambos sufrían, ambos padecían y quejaban. Podían plañir juntos, podían llorar ambos, sin ser juzgados, por la comprensión de el otro, por el llanto mezclado que ambos comprendían.

Jihoon estaba recostado en su sillón, le habían dicho que se podía tomar un descanso de una semana, pues estaba sin ganas de hacer nada, y su jefe le dijo que era mejor que descansara. Así hizo, pero más que mejorar, lo empeoraba. Estaba tomando una copa de vino, mientras ponía sus pies sobre la mesa de centro. Estaba tirando por la borda todo el tiempo que había estado sobrio. Y ahora volvía a caer en la adicción del alcohol. ¿En verdad era lo que quería? No, pero no tenía otro escape. 

Seungcheol llegó a su casa, con la llave que Jihoon le había dado, y se sentó con una taza de café luego de un rato al lado de Jihoon.

Ambos se miraron, y sonrieron. Seungcheol tomó la copa de Jihoon, levantándose para dejarla en la cocina.

—¿Qué mierda haces? Es mi copa...—Dijo enojado, sin moverse. 

—Quiero que ambos superemos todo, juntos. Nunca me sentía tan patético, y necesito que en verdad ambos salgamos de esto. Estamos muriendo.—Dejó su taza en la mesa, mirando luego a Jihoon, quien estaba con una mirada completamente neutral, aburrida.

—¿Crees que no lo he hecho? ¿Crees que soy tan débil que no puedo levantarme? ¿Y necesito de tu ayuda para hacerlo? Pues te equivocas.—Se cruzó de brazos, sin mirar la cara de Seungcheol.

—Entonces... ¿Por qué llevas tanto tiempo llevando una vida de mierda?—Jihoon aflojó sus expresiones enojadas, tragando saliva, como si eso fuera a disolver el nudo en la garganta que subió de inmediato. Se sentía un poco mal. Bajó sus brazos y suspiró. 

—Porque tienes razón...—Cerró sus ojos, mientras escuchaba el suspiro de Seungcheol.

—¿Cómo has podido estar tanto tiempo viviendo así?—Se encogió de hombros, mientras una mano pasaba por sus hombros. Jihoon sólo se dejó, yendo a el pecho de Seungcheol, siendo acogido. ¿Hace cuanto no abrazaba a alguien? No recordaba la última vez que lo había hecho, ni siquiera la última vez que alguien le había dicho aunque sea un te quiero. ¿Tan necesitado de amor estaba?—No sé como has aguantado, pero eres fuerte, y me alegro tener a alguien así en mi vida. ¿Sabes que ahora eres muy importante para mi cierto?—Jihoon no respondió, pero Seungcheol lo tomó como un sí, al sentir su abrazo de vuelta.

—No sé como lo he hecho, sólo sé que soy una persona horrible, que no hace nada, que sólo existe, sin ningún motivo. Nada tiene sentido, no sé porque respiro, o porque no he hecho algo para que mi corazón deje de latir. No sé porque sigo acá... Sin nada que me motive a hacerlo...—Se despedazó con esas palabras el más pequeño. Lloró en el hombro que Seungcheol le ofrecía con gentileza, dejando abierta la puerta para entrar en confianza con el tema más delicado que alguien podía tocar con Jihoon. Nunca había botado estas lágrimas con alguien que lo abrazara, a parte de una almohada o las sábanas, o un cuadro que no tiene vida. 

Siempre aislado, sin vida, sin nada por lo cual seguir ahí, en su casa tan maravillosa, sin ningún motivo o impulso para seguir andando en el tiempo, en vez de sólo dejar de vivir, y enterrarse bajo la tierra o la putrefacción. No tenía idea de porque no estaba en una caja de madera bajo la triste tierra que de a poco devora todo lo que puede. Y no sabía como había estado tanto tiempo de pie.

Su cuerpo se deshizo en lágrimas, le dolía el pecho sintiendo la angustia tan inquietante que lo hacía temblar, no sabía como controlar los temblores y sus lágrimas que bajaban ya a estas alturas como ríos. Sus manos que temblaban sobre el cuerpo de Seungcheol, su rostro angustiado al igual que sus lágrimas. Buscaba el remedio para su nudo en la garganta, su dolor persistente, que tanto lo hacía llorar. Como aliviar el nudo que siempre se producía como ahora en su estómago, como aliviar su dolor, o como desechar la idea de que todo el mundo lo odiaba. 

¿Cómo borrar ese sentimiento?

Ese sentimiento que te ahoga en arenas movedizas de tristeza, y de angustia, de dolor, de pena, de sufrimiento, soledad, todo incurable a pesar de que el tiempo pase. Un espiral que no termina, un ciclo vicioso que no tiene fin, empieza en un lugar, y termina en el mismo para comenzar de nuevo. ¿Es eso normal? 

Jihoon estaba dando vueltas en círculos, en el bosque de la soledad, durante mucho tiempo, perdido y temiendo no poder encontrar la salida de el laberinto. Todo era un sufrimiento constante, una herida que no sana, una herida a la cual constantemente se le echa limón y sal, junto, doliendo más que una herida real. Un dolor que viene de lo más profundo de su ser. Algo incontrolable. ¿Era eso su perdición? Ya no más, porque ahora tenía a alguien más en su bosque de soledad, que cambiaría su nombre, por el simple hecho de que ya no estaba tan solo. 

Seungcheol se movió un poco, sacando de su hombro el rostro mojado de Jihoon, le sonrió, limpiando un poco su rostro. Y luego sólo lo abrazó una vez más, tocando su cabecita, con sus cabellos rubios y claros, brillantes como el sol que da en la playa en medio día, sus pequeños sollozos que llegaban a su oído. Este fue un momento especial de Seungcheol, sabía que Jihoon estaba en confianza con él, sabía que no era normal que él abrazara de pronto su cuerpo, sabía que no era normal o más bien común. Y eso en cierta forma lo hacía feliz. Era un paso para salir del hundimiento, un paso más adelante, en vez de retroceder. El primer escalón. De a poco, paso por paso, escalón por escalón, con un barandal que lo ayude a mantenerse en pie, sin caer ni tropezar. 

El llanto cesó, no había más lágrimas, sólo su respiración apurada, tratando de reponerse. Jihoon se separó, y puso sus manos sobre su rostro limpiando todo rastro, todo miedo y toda evidencia de que estaba derrumbándose. Sonrió un poco, viendo a Seungcheol, quien preocupado por su estado lo miraba constantemente, pero Jihoon le sonrió, mostrando un poco sus dientecitos, sus ojos como curvitas pequeñas, y su sonrisa brillante que trataba de ocultar lo mal que estaba, la máscara perfecta, con las típicas palabras como "Estoy bien, no pasa nada". Aún cuando esté muerto por dentro, por más que sientas que estás bien, pero no es así, porque sabe que pedazo por pedazo se cae. 

—¿Quieres café?—Jihoon asintió, mientras sólo se desparramaba su cuerpo en el sillón, su sonrisa se mantuvo, y con dos cafés en las manos el pelinegro sólo le entregó una taza. De inmediato Jihoon la tomó, bebió y bebió, sentía el sabor amargo, esta vez mezclado con la leche, y un poco de azúcar, justo como le gustaba, con ese sabor que en verdad le embriagaba, le encantaba, más que una copa de vino. Cuando bebía, lo hacía en verdad para olvidar su mundo, su mundo que en cualquier segundo explotaría, sólo para que en su mente, se hiciera una pausa, una pausa para ver que eso no funcionaba, y que nada funcionaba para él. Un escape, que de a poco lo mataría. Pero todo se detuvo cuando Chan lo llevó a literalmente "Alcohólicos anónimos" porque sabía que esto estaba mal, sabía que su amigo estaba mal. 

—Estoy cansado, muy cansado.—Bajó su mirada, moviendo su cabeza un poco frustrado.

—Ve a descansar.—Jihoon rió, tomando de su bebida caliente que le estaba proporcionando un calor diferente a el que él necesitaba.

—No ese tipo de cansancio. Estoy cansado de la vida.—

—Entonces te pondré baterías nuevas.—Sonrió y luego de eso Jihoon pudo sentir una seguridad en su pecho, como cuando sabes que todo saldrá bien.

Luego de eso, se quedaron en silencio, y la noche cayó. Seungcheol se fue, y Jihoon durmió plácidamente. Hace tiempo que no dormía así.


«The beach»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora