LEOLeo pudo colocar las coordenadas con éxito para luego seguir en su proyecto: «encontrar la manera de activar el cristal de Ogygia». Sí, definitivamente debía pensar en un nombre más creativo.
Lo había intentado de todas las formas posibles con Festus y sus súper controles, pero aún no lograba descifrarlo. El astrolabio no había dado mejor progreso. Frustrado, se sentó en su escritorio y tiró el aparato al suelo.
«Ningún hombre puede visitar dos veces Ogygia en vida» había dicho Calipso.
No, no podía aceptar eso. Había jurado por el río Estigio regresar y lo haría. Jamás se iba a rendir.
«Calipso» pensó. «Muy pronto volveremos a vernos, sólo espérame un poco más.»
Sin querer se quedó dormido. Como era de esperarse, soñó con Calipso. Estaba sentada en una roca solitaria en la arena blanca de la playa, mirando hacia el horizonte del mar azul que rodeaba su isla.
Leo sintió una punzada de celos. ¿Estaría pensando en Percy?
«No te tortures.»
Calipso soltó un gran suspiro y sus mejillas adoptaron una coloración rosa tenue.
—Leo Valdez —murmuró con su hermosísima voz mientras sostenía un pedazo de tela quemada en sus manos—. Realmente te extraño.
Leo tuvo ganas de gritar: «¡Calipso, estoy aquí!» Pero sabía que ella no podía escucharlo ni sentirlo, de modo que se limitó a observar.
Calipso vestía una camiseta blanca y unos jeans que ella mismo debió haber confeccionado. Los chitones habían quedado en el olvido, lo cual Leo agradecía. Aún era la chica más bonita que había visto, pero ahora se veía más real, menos divina. Ya no parecía tan inalcanzable. Su rostro estaba tal y como lo recordaba: ojos almendrados, rojos labios carnosos, bellísimas facciones, y un largo y sedoso cabello color caramelo recogido en una trenza.
Ella apretó el pedazo de tela –el cual Leo notó que era parte de su antigua ropa– sobre su pecho y se levantó de la roca para luego caminar hacia su cueva.
Al llegar a ella, Leo se dio cuenta de que había recolectado todos y cada uno de sus inventos fallidos: pedazos de metal, tornillos y tuercas quemadas, incluso sobre una mesa tenía el espejo mágico improvisado que había construido para observar a sus amigos, y parecía intacto.
Calipso fue directamente hacia el espejo y comenzó a cantar. Leo se estremeció de placer ante el sonido. El espejo comenzó a mostrar imágenes difusas, hasta que al fin se aclararon dejando ver su objetivo.
No era nada más ni nada menos que la imagen de un chico dormido sobre su escritorio. Su piel morena estaba manchada de grasa, el suelo atiborrado de pedazos de metal, y una enorme sonrisa se encontraba marcada en su rostro.
Leo Valdez.
Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas de nostalgia, acercó sus manos y pasó sus dedos por la superficie con suavidad.
—Te estoy esperando.
Sin querer y por la emoción, Leo abrió los ojos, despertando de su sueño. Maldijo. Quería seguir viendo a Calipso decir cosas bonitas de él. No era algo que pasara muy seguido.
¿Había dicho que lo extrañaba? ¿A él? Leo casi podía sentir su temperatura corporal subir irremediablemente y sus mejillas sonrojarse. Cuando se dio cuenta su cabello estaba en llamas. Ahora tenía ánimo para continuar en su proyecto.
Por lo menos la otra parte del plan estaba saliendo bien... la reconstrucción del cuerpo de Festus avanzaba con éxito.
Se dispuso a iniciar su trabajo, pero unos golpes en su puerta lo interrumpieron.
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La ira de la tierra [HoO Alternative #1]
FanfictionAl salir de la Casa de Hades, los nueve semidioses presentes deben dividirse en dos grupos y tomar caminos separados. Nico, Reyna y el Entrenador Hedge acceden a transportar la Atenea Parthenos hasta el Campamento Mestizo y deberán pasar por muchas...