REYNAGenial. Estaban teniendo una agradable conversación, hasta que a los señores monstruos se les ocurrió hacer su numerito de entrada.
De la nada aparecieron perros del infierno, empousas y cíclopes salvajes que los atacaron sin contemplaciones.
Reyna apenas pudo desenvainar su espada y defenderse. Por el rabillo del ojo observó a Nico trazar ágiles arcos con su espada negra, destruyendo monstruos de par en par.
Por otro lado pudo ver a Hedge... ¡Vaya, aquel sátiro sí que sabía pelear! Aunque no llevara más que una porra, asestaba golpes tan salvajes que algunos monstruos se asustaban e intentaban huir, obviamente, sin lograrlo.
Reyna se esforzaba por destruir todo a su paso con su espada en una mano y su daga en la otra, gracias al entrenamiento romano podía pelear perfectamente con ambas. Pero mientras más monstruos destruían, más llegaban, y los empezaban a acorralar. No durarían mucho así.
A su lado Nico gritó.
—¡Son muchos, no vamos a poder vencerlos! ¡Parece que Gea me está siguiendo la pista!
—¿Tienes algún plan? —preguntó Reyna.
—Tengo un plan pero no sé si sea bueno —respondió él.
—¡Pues habla, chico! —lo apuró Hegde.
—Un viaje de sombras fuera de la ciudad —dijo Nico.
—¿Por qué no vamos directamente al campamento entonces? —preguntó Reyna.
—Seguramente los monstruos tienen todo el perímetro bloqueado. Si nos damos una vuelta por otro lugar, tal vez logremos evitar a muchos de ellos —respondió Nico.
Una empousa cogió a Reyna por sorpresa y le clavó sus garras en el hombro. Ella gritó de dolor y soltó su daga.
—¡Reyna! —escuchó gritar a Nico.
El dolor se apoderó de su cuerpo y antes de que pudiera reaccionar, ya tenía a la empousa abalanzándose sobre ella para terminar su trabajo.
Pero antes que la llegase a tocar, una silueta oscura pasó como un rayo enfrente de ella, asentándole a la vampira una apuñalada certera que la destruyó enseguida.
«Nico» pensó Reyna anonadada.
—Tenemos que salir de aquí, ahora
—su voz grave la sacó de su aturdimiento.Reyna se obligó a mantenerse en calma. La herida le dolía, pero no iba a dejar que la incapacite. Se aferró con fuerza del mango de su espada, encontró su daga en el suelo y empezó a defenderse de los monstruos como podía.
—¿Dónde iremos? —preguntó.
—No muy lejos —respondió Nico—. Vamos, tenemos que llegar a la estatua y largarnos antes que sea demasiado tarde.
Reyna asintió con cansancio.
—¡Hedge! —gritó—. ¡Vamos! ¡Tenemos que llegar hasta la estatua!
El sátiro asintió a unos metros de distancia y los tres corrieron abriéndose paso entre los monstruos.
En el camino un perro del infierno hirió su pierna y un cíclope lanzó una bola de fuego tan cerca que le quemó superficialmente el brazo.
Sus amigos no estaban mejor. Nico había conseguido una herida que lucía mal en la cabeza, y se agarraba el flanco derecho. Hedge estaba cojeando, su pata izquierda tenía una mordedura y en su espalda había un arañazo.
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La ira de la tierra [HoO Alternative #1]
Hayran KurguAl salir de la Casa de Hades, los nueve semidioses presentes deben dividirse en dos grupos y tomar caminos separados. Nico, Reyna y el Entrenador Hedge acceden a transportar la Atenea Parthenos hasta el Campamento Mestizo y deberán pasar por muchas...