22. Ambiente romántico contagioso

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ANNABETH

Annabeth no pudo dar una reacción diferente al ver a su novio colgando inconsciente y demasiado lastimado de Thalia.

—¡Percy! —gritó, corriendo hacia ellos.

Thalia se sorprendió y Annabeth pudo jurar que la vio maldiciendo por lo bajo.

—Annabeth... —dijo con voz tranquilizante mientras aterrizaba a cubierta.

—¡¿Qué le pasó!? —preguntó ella tocando desesperadamente el rostro de su novio con sus manos—. ¿Por qué está así?

Thalia colocó su mano libre sobre su hombro.

—Annie, calma. Ven, vamos a la enfermería y te cuento todo.

Annabeth la miró. Su rostro estaba contraído por el esfuerzo y su frente llena de gotas de sudor. Ella sabía que cargar un chico no era nada fácil –sobre todo a alguien tan pesado como Percy– y aún así se las ingeniaba para intentar tranquilizarla.

Se obligó a hacerle caso, se lo debía.

Thalia emprendió vuelo y se dirigió a la enfermería mientras Annabeth corría tras ella. Hazel y Reyna les pisaban los talones cargando a Nico, quien cada vez se veía peor. En algún momento Hazel se detuvo brevemente para depositar ambrosía en su boca. Frank, Piper, Leo y Jason iban más atrás. Jason se apoyaba en el hombro de Frank.

Cuando llegaron a la enfermería, Thalia depositó a Percy en una camilla. Annabeth se apresuró a examinarlo atentamente con la mirada.

Estaba muy pálido, frío y apenas respiraba. Tenía rasguños por todo su cuerpo, algunos estaban abiertos y cubiertos de sangre. Aquel que atravesaba de izquierda a derecha su pecho le preocupaba especialmente. No se dio cuenta de que lágrimas corrían por sus mejillas hasta que sintió una gota caer en su mano.

Había dejado a Percy solo y todo terminó mal, tal vez si lo hubiera acompañado todo habría sido diferente. Se sentía tan... culpable. Intentó tragar saliva mientras deslizaba sutilmente una mano por su cabello desordenado.

Sonrió entre lágrimas. Gracias a sus hormonas femeninas, no podía evitar pensar que a pesar de todo lucía tan guapo como siempre.

Thalia llegó al momento con ambrosía, néctar, vendajes, y otros implementos médicos. Annabeth le ayudó a limpiar las heridas de Percy con néctar y alcohol antiséptico y luego las vendaron.

Aún se veía mal. Thalia revisó su cuerpo haciendo una ligera presión en su pecho, brazos y piernas. La expresión de su amiga no era tranquilizadora. Abrió ligeramente la boca de Percy y depositó un chorrito de néctar en ella. Después negó con la cabeza, preocupada.

—¿Qué? —preguntó Annabeth—. ¿Qué tiene? ¿Qué encontraste?

La rubia realmente odiaba no saber sobre algo importante y detestaba más resultar inservible en ocasiones de esa índole.

—Tiene algunos huesos rotos —respondió Thalia con la mirada perdida, haciendo énfasis en la palabra «algunos»—. Si alguna costilla llega a perforar algún órgano...

—¿A qué te refieres? —interrumpió Annabeth—. ¿Cuántos y cuáles con exactitud?

Thalia hizo una mueca.

—Ambos fémures en sus piernas, uno de sus húmeros y ambos cúbitos en sus brazos, y por lo menos seis costillas.

Annabeth tragó saliva y la miró con ojos suplicantes.

—Y... —La voz se le quebró—. ¿C-cuánto tardaría en recuperarse? ¿Lo hará, verdad?

Thalia mantuvo su mirada fija en Percy.

La ira de la tierra  [HoO Alternative #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora