REYNA
Reyna estaba desolada. Todo pasó demasiado rápido.
Primero, estaba la confesión de Nico. Jamás se hubiera esperado algo así, no tenía ningún sentido. A él le gustaba Percy, la misma persona que alguna vez ella también gustó. Pero en su caso era diferente, Nico era un chico y Percy también. Ella, por otro lado, era una chica. Si Nico tenía esas inclinaciones, su amor era completamente imposible.
¿Por qué la vida le jugaba tan sucio? ¿Por qué los dioses eran tan crueles?
Sin embargo, no podía culpar a Nico por dos simples razones: 1) Él le confió su más grande secreto. 2) No podía enfadarse con la persona de la cual estaba enamorada.
Lo único que ella pudo hacer en ese momento fue quedarse estupefacta y molestarlo. Claro, ella también estaba herida, y mucho, pero esperaba hablar bien con Nico sobre el asunto. Tal vez solo se trataba de confusión, algo típico en la adolescencia. ¿Y si no? Bueno lo quería demasiado como para alejarse de él, así que se conformaría con ser su amiga.
«Pero tú no quieres ser solo su amiga» susurró su propia voz en su mente.
«Cállate» le respondió.
Tampoco tuvo mucho tiempo para pensar con claridad, porque Nico había salido disparado como cohete del restaurante. Ella lo había intentado detener, pero el chico estaba consternado.
Reyna llegó a pensar que tal vez debería darle su espacio por un tiempo y luego podrían hablar y arreglar las cosas.
Pero eso nunca pasó.
Cuando llegaron donde la estatua, encontraron una mujer esperándolos. La mujer resultó ser nada más ni nada menos que Medusa.
Ahora ella se las había arreglado para secuestrar a Nico, ambos desaparecieron sin dejar rastro.
Reyna permaneció impotente, sumida en sus pensamientos. Todos sus sentimientos se mezclaron y explotaron. Tenía que aceptarlo, estaba llorando. No bulliciosamente, pero sí sollozando. Ella jamás acostumbraba a mostrar debilidad o dejarse llevar por sus emociones, por lo que esta reacción la tomó por sorpresa.
Se encontraba sentada en una roca, con la cara enterrada en sus manos. Se hubiera quedado así años, de no haber sido porque Hedge colocó una mano sobre su hombro.
—Debes relajarte, lo vamos a encontrar. El chico es fuerte.
—¿Pero cómo? —rebatió ella—. Él ni siquiera puede abrir los ojos. Si Gea está detrás de esto, no creo que pueda... —se le quebró la voz.
—Eh, tranquila. Lo buscaremos, lo encontraremos y completaremos la misión —replicó Hedge—. Ese es el pensamiento que debemos tener. No podemos perder tiempo, no podemos permitirnos desmoronarnos.
Reyna lo miró a los ojos, nunca había conocido un fauno como aquel. Jamás se hubiera imaginado a Hedge reconfortándola y haciéndole reflexionar sobre algo.
Él siempre mostraba esa actitud megalómana y violenta ante todo. Sin embargo ahí estaba, brindándole seguridad. Y ahora que veía a través de sus ojos, se dio cuenta de que escondía una gran tristeza y mucho miedo.
Se estaba haciendo el fuerte para apoyarla. Y eso era normalmente su papel. Nadie en el Campamento Júpiter la había visto jamás en ese estado. Reyna se mantenía imperturbable aunque por dentro estuviera destrozada.
Y estaba feliz de que por lo menos en una ocasión, fuera al revés.
—Tienes razón —accedió, secándose las lágrimas con el dorso de la mano y esbozando una sonrisa.
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La ira de la tierra [HoO Alternative #1]
FanficAl salir de la Casa de Hades, los nueve semidioses presentes deben dividirse en dos grupos y tomar caminos separados. Nico, Reyna y el Entrenador Hedge acceden a transportar la Atenea Parthenos hasta el Campamento Mestizo y deberán pasar por muchas...