Italia, Romances.

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WILLIAM

Vamos en un barco que cogimos en España. Salimos hace día y medio y vamos tranquilos, los amaneceres en el mar nos encantan, Silvia ha disfrutado mucho con el mar y sus vistas, Ángela duerme en un dormitorio del barco. Frank está descansando y nosotros dos estamos sentados en la proa del barco  disfrutando de las maravillosas vistas de un pueblo costero de Italia. Las rocas se mezclan con las casas, los colores de este bello paisaje nos hace atracar el barco en este lugar. Silvia está guapísima, se puso un vestido corto de vuelo blanco. Ángela quiso ponerse uno igual al de su mamá y decidí ponerme acorde con ellas y me puse un pantalón blanco con camisa blanca.
Nos adentramos como auténticos turistas visito un rent a car y compro un auto para seguir mi travesía. Silvia se enfadó porque quería que lo alquilara, pero le dije que me lo llevaba a Nueva York. Ella no quiere comprar nada, lo tengo que hacer yo, la entiendo por que ella es así y no la culpo. Lo tuvo que pasar muy mal sola hasta que encontró el trabajo y pudo levantarse. Ahora mira mucho a la hora de gastar. (Derrochar), eso es lo que dice.

Chianti, es un lugar de vinos, de los mejores del mundo. Los paisajes bellos que podemos encontrar para llegar a donde vamos. Cuando venía solo, venía en avión hasta Milán y después era todo en tren, es una ciudad preciosa como mi ángel, la persona más maravillosa que llevo junto a mí.

Llegamos a la casa donde siempre que venía me hospedaba y Leo nada más verme sale a mi encuentro.

        - Signor Tarner, sonó felice di vederti qui a casa tua.

- Hola Leo, gracias amigo mío. Si no fuera por tu ayuda esta casa no estaría en pie. Habla ya en mí idioma que mis invitadas no te entienden.

- Veo, señor que viene muy bien acompañado y no se preocupe por nada, estoy para servirles.

Leo es un hombre ya maduro de la edad de mí madre, el fue una gran ayuda cuando estaba al borde de la desesperación. El se portó como un auténtico padre para mí.
Las chicas suben con la ayuda de Leo. Frank se quedó en el puerto para devolver el barco, en unos días volverá aquí. Entro en el dormitorio donde me quedaré con Silvia, me enloquece esa sonrisa de ella, sus cabellos sueltos y alborotado por la corriente de aire que viene de la terraza. Me acerco hasta ella y antes de que pueda tocarla.

- Sabes que me gusta mucho que me sorprendas, pero con tu perfume es imposible que te acerques a mí sin que me dé cuenta.

- ¿ Tanto huele?, no sabía que tuvieras el sentido del olfato tan desarrollado. Ah, por cierto me voy abajo, tengo un gimnasio y voy a entrenarme. Llevo días sin hacer ningún ejercicio físico.

- Pues yo me daré una ducha, aprovechando que Ángela se ha quedado dormida.

Le doy un beso suave sin presión y sus manos enredadas a las mías se van separando despacio. Me pongo mis tenis y mis shorts, bajo y si, ahí está.

SILVIA

Me deja un dulce sabor en los labios y se va, me quito la ropa y me meto en la calidez de la ducha. Cuando salgo aún no está aquí, así que decido bajar para ver como entrena su cuerpo.

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Inalcanzable Y BelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora