Capítulo 11

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Steve estaba frustrado, llevaba horas dando vueltas en su cuarto. No entendí su tan extraño padecer. Todo estaba bien, todo tenía sentido; hasta que dieron las siete del día pasado.

Lo único que tenía que hacer era tocar el timbre, ¿o debería de tocar la puerta? ¿Cuál era mejor? Quizás sonar el timbre pondría de malas a Tony por el sonido, o quizás si tocaba la puerta Tony se molestaría por sus antiguas mañas.

No sabía cual elegir. No parecía que ninguna tuviera importancia en verdad, pero a la vez parecían tener mucha importancia.

Tal vez debía de volver más tarde. Con eso en mente el soldado se dio media vuelta dispuesto a irse, pero ya estaba ahí. Había comprado las donas, no podía solo desperdiciarlas.

Volvió a girarse y tomando aire tocó la puerta. Tosió un poco tratando de aclarar su garganta. Siendo honestos; el soldado aún no sabía que era lo que iba a decir.

«Mejor después». Como si el hombre de hierro leyera su mente este apareció ante sus ojos.

—Rogers.

Steve miró con atención al Alfa que con una mirada fría le observaba. Era obvio que el mismo no estaba alegre con su visita.

—Te traje donas. Vendrás conmigo a ver un documental. Te veo a las siete —dijo rígido el soldado, al extender la caja de donas hacia el hombre que ahora le veía con una expresión confusa.

—¿Es está una pregunta o una ordenando? —cuestionó al tomar las donas.

Era obvio que no diría que no a una caja de donas. Al menos en eso Steve no se había equivocado.

—Sí —respondió con seguridad el rubio al darse media vuelta de una forma extraña.

—¿Sí? ¿Qué cosa?

Steve ignoró la pregunta y sin más se acercó al acensar con rapidez. Sin ver hacia atrás presionó un botón sin fijarse. Al no escuchar las puertas cerrarse el solado continuo presionando el botón repetidas veces.

—Capitán Rogers, ya se encuentra en el tercer piso.

Informó la inteligencia artificial al hombre que ahora sentía sus mejillas hervir en vergüenza. Llevando su mano libre a su rostro Steve se giró para ver el desolado pasillo entre sus dedos.

Al parecer Tony había decidido regresar a su encierro. La caja de donas estaba al pie de su puerta, esta estaba abierta; así que el Alfa rubio supuso que aunque rechazó la caja entera al menos tomó una y eso le alegró un poco.

Observó los botones y sin más presionó aquel que lo llevaría un piso abajo. Las puertas se cerraron ante sus ojos para después abrirse.

De un pestañeo el líder ya se encontraba nuevamente fuera de aquella puerta automática de metal. Nuevamente este tocó la puerta esperando a que aquella persona saliera.

Steve sabía que no había preguntado necesariamente si es que el otro Alfa deseaba ir con él, así que no se molestaría si decidiera no hacerlo. Estaba totalmente bien con aquello por más que en verdad quisiera arreglar las cosas.

Por otra parte, la caja de donas no se veía por ningún lado así que eso le daba algo de esperanzas.

—Son las seis, dijiste que a las siete —dijo el castaño que se dejó ver entre la puerta automática—. Y deja de tocar la puerta, existen los timbres.

—Muy bien, la próxima vez será el timbre —anotó Steve mentalmente al decirlo en voz alta.

—No lo hagas, me molesta el timbre... dile a Viernes mejor —informó el castaño.

Galantear | Stony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora