Capítulo 3

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Steve despertó a la mitad de la noche con incomodidad, su cuerpo ardía y su cabeza punzaba. Quito con molestia la fina tela que le cubría y dejó su cuerpo expuesto: más que nada su dorso debido a que acostumbraba dormir sin playera, pero mayormente dormía con pants.

Frunció el ceño con sus párpados cerrados al sentir parte de su abdomen contraerse. Era una molestia increíble, la cual le había abordado de la nada.

Con molestia Steve se sentó en la cama tratando de ver si el dolor disminuía en una nueva posición. Cosa que fallo rotundamente pues el dolor solo se intensificó.

Aún cuando el dolor incrementaba ante cada movimiento Steve logró ponerse de pie, tal vez una pastilla para el dolor vendría bien en ese momento.

El Alpha rubio estaba acostumbrado a la medicina desde una muy corta edad, cuando se volvió un súper soldado claro que creyó —ingenuamente—, que jamás volvería a tocar siquiera medicina oral, pero estaba equivocado. Si bien ya no podía enfermarse, no era indestructible, y obviamente algunas medicinas aún entraban en juego con él después de una dura batalla; donde quedaba más que malherido. Pero de allí en fuera, nada. Las pastillas para el dolor era algo que no acostumbraba a usar al menos hasta quedar hospitalizado, pero el dolor era tanto que no podía pensar en aguantarlo ni un segundo más. Este ya era su quinto día por la noche con aquel dolor y no planeaba aguantarlo ni un segundo más ese día.

A cortos pasos logró llegar a la puerta de su habitación y con molestia abrió la misma.

Con pausados pasos el Capitán se movió entre los pasillos, pasando por las habitaciones de sus colegas.

Steve por fin había logrado llegar hasta la cocina —después de tardar más de lo normal en realizar esa acción—. Una vez en la cocina comenzó a caminar hasta la alacena en busca de pastillas para el dolor.

Con dificultad —apoyándose de la barra de la cocina— logró llegar hasta las dos puertas que correspondían a la alacena. Abrió ambas puertas al tomarlas de sus respectivas manillas y observó lo que tenía frente a él.

Steve suspiro con pesadez al recargar parte de su peso en la puerta a su derecha, tratando así de mantenerse de pie sin mucho esfuerzo mientras que se sostenía con su mano izquierda de la manilla de la otra puerta.

Steve observó las pastillas en la repisa de en medio hasta el fondo y cuando trató de estirar la mano que sostenía la manilla sintió un dolor que no pudo evitar expresar en un quejido.

—Capitán Rogers, ¿se encuentra bien?

La voz de la inteligencia artificial no se hizo esperar ante la evidente muestra de dolor.

—Sí —respondió fuerte y claro el Capitán, tratando de sonar lo más normal posible pero no pudiendo evitar soltar un suspiro al final.

—¿Necesita que llame a alguien? La agente Romanoff parece estar en el gimnasio, si gust...

—No, Viernes, no es necesario —pausó al retener un quejido y tomar con fuerza la madera de la puerta a su izquierda—. Estoy bien, estoy bien.

Steve no recibió respuesta alguna de la inteligencia artificial, y con eso prosiguió con su cometido. Con algo de dificultad logró tomar las pastillas y logrando llegar a la barra, a lentos y temblorosos pasos, apoyó sus codos en el mármol y abrió el envase de plástico anaranjado con tapa blanca.

Saco dos pastillas blancas y las coloco en su boca, busco con la mirada algún recipiente con agua cercano no importándole de quién fuera. A esas alturas quería no moverse mucho y simplemente tomar las pastillas. Por suerte encontró una botella de plástico roja cerrada, al abrirla y acercarla a su nariz no detectó que fuera algún tipo de bebida alcohólica —no que fuera a hacerle algo si lo fuera, pues el alcohol de la tierra no le hacía ni cosquillas gracias al suero—: pero Steve prefería que fuera agua o cualquier otra cosa.

Galantear | Stony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora