Capítulo 13

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Sintiendo un escalofrío que llegó hasta su espalda baja el Alfa rubio soltó su agarre de golpe y se alejó lo más posible del hombre castaño

—¡Viernes, ventilas! —carraspeó Tony, aún en el piso.

Steve observó al hombre castaño por unos segundos para después apartar su vista, se sentía extraño. Todo aquello, el haber estado cercas de Tony, lo suficientemente cercas para poder haber olido hasta una sutil colonia combinada con sudor, lo había hecho sentirse con un estómago revuelto, su corazón latía con rapidez y su cuerpo se sentía irregularmente caliente.

Escuchando como el hombre castaño se ponía de pie y tragándose las ganas de ayudarlo, debido a que seguramente solo recibiría un manotazo, Steve concluyó que debía de disculparse por sus acciones. Así era como debía de ser, cargar sus disculpas como cargaba su orgullo.

—Yo... —carraspeó Steve, dignándose a ver al hombre que ahora se encontraba caminado en su dirección— lo lamento, por esto —pauso levemente— y por lo sucedido el día del cine. No se que sucedió entonces, y hoy... me merecía ese golpe y quizás más. No quise ser muy brusco con mi contraataque y quizás deje que mi orgullo me ganase... en verdad lo lamento —finalizó en una voz alta logrando por fin ver los ojos del castaño.

Aquello por mas simple que se escuchase fue una guerra entre su Alfa interno y su conciencia, aunque su orgullo ardía en ese momento, era mejor que una conciencia sucia. Su madre así le había educado y así sería hasta que muriese.

—Creo que ya te lo había dicho una vez —comentó Tony, deteniendo su paso a no más que cuatro pies de Steve—, pero lo dire nuevamente; nada de que disculparse, me asquea escuchar disculpas de un Alfa. Una Alfa jamas —pausó levemente, dando dos pasos hacia Steve que sin poder evitarlo ergio su espalda—, ¡Jamás se disculpa! Me da pena que tengas tan bajas enseñanzas.

Steve observó al hombre que no mostraba más que enojo en su cara, sus ojos aún lloros, su respiración entre cortada, su cabello húmedo y aquel sutil olor a vainilla opacado casi por completo por el olor a sudor. No era que fuera un olor placentero pero había algo, algo que simplemente lo hacía sentirse extraño.

Se sentía herido por las palabras del hombre castaño, pero su cabeza no le permitía enfocarse en nada, aún así el dolor que sentía en su pecho le indicaba que aquello le había dolido más que un golpe.

—¿Rogers?

Steve escucho a Tony llamarlo pero ya no podía verlo, el mundo se volvió negro frente a sus ojos cuando este cayó de lleno al piso.

Al abrir los ojos se topó con no más que el techo de su habitación. Sentándose sintió un dolor increíble en su cabeza, todo a su alrededor comenzó a darle vueltas. Ahogando un grito de dolor, Steve, no pudo evitar recargar su frente en sus rodillas. Todo dolía, su cuerpo entero se contraía, ¿que había sucedido? No podía recordar nada después de haber hablado con Tony. Los últimos recuerdos que tenía antes de perder la conciencia eran de haberse sentido extraño pero no recordaba haber hecho algo para sentirse así de mal. Su cuerpo se sentía adolorido, como si lo hubieran arrollado con un camión de carga unas diez veces.

—Deberías de dormir un poco más, el dolor debería de disminuir en unos minutos gracias a la inyección.

Steve levantó la cabeza ante la familiar voz que venía de su lado derecho y observó perplejo al hombre castaño que le veía sentado en una silla de metal.

—¿Qué sucedió? —preguntó entrecortado el rubio, tratando de tragarse el dolor.

—Al parecer iniciaste tu celo.

—Yo no tengo... —pausó levemente, si había iniciado su celo todo aquello que había sentido tendría una respuesta.

Steve no había tenido su celo en años pero aún recordaba algunas cosas sobre este, el increíble calor, su mente nublada, pensamientos sin sentido, el leve dolor después de tenerlo —debido que al no tener pareja, el celo no era tan placentero—; todo aquello concordaba con lo que había sentido con anterioridad al encontrar a Tony en el gimnasio. Pero aún así eso dejaba una pregunta, ¿por qué ahora?

Galantear | Stony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora