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Firma de Monterrey

05 de Junio del 2019

Emilio

El sonido de mi alarma me hace despertar de golpe. Entre abro los ojos y estoy a punto de girarme a mi mesa de noche cuando un par de brazos me lo impide. Bajo la mirada y me encuentro a mi hermoso novio sobre mi pecho. La alarma suena unos segundos más y se detiene.

Suspiro admirando la tremenda obra de arte que es Joaquín Bondoni dormido. Sus labios forman un lindo puchero que me hace sonreír. Acaricio su cintura bajo la sabana, disfrutando de este momento de paz. Siendo sincero, me encantaría despertar siempre así, pero desafortunadamente, la mamá de Joaco no es muy fan de nosotros durmiendo solos, pero anoche accedió porque antes de viajar a Monterrey tenemos unos pendientes en Televisa y queda más cerca mi casa de la empresa.

La alarma vuelve a sonar y esta vez, Joaquín frunce ligeramente el ceño mientras se remueve lentamente. Verlo despertar es fascinante. Acaricio su cabello, él hace un ruido tierno de satisfacción y seguido a eso, abre los ojos. Su mirada sube hasta mi rostro y sonríe mientras se apreta más a mí.

–Buenos días –dice con voz ronca.

–Buenos días, bonito. ¿Dormiste bien?

–Excelente –alza la cabeza y deja un pico en mis labios. Podría comerme su boca en ese instante, pero sé que el aliento mañanero no es lo mejor.

En cambio, acaricio su cabello mientras él hunde su rostro en mi cuello dejando pequeños besos que me hacen sonreír.

–¿Listo para hoy, bebé? –susurra.

–Más que listo porque estarás de nuevo ahí conmigo –puedo jurar que está sonriendo sobre mi piel.

Se separa de mí y apoya su barbilla en mi pecho, mientras mi mano acaricia bajo su playera su espalda baja. Puedo jurar que sus ojos tienen forma de corazón.

–Ay, Emi. En serio, no sé cómo agradecerte que me hayas incluido en tu disco, ser parte de tu sueño.

–Amándome toda la vida, así puedes agradecerme –su sonrisa se vuelve más grande– o también –bajo un poco la voz– haciéndome un baile sexy o usando uno de esos bellos crop tops que tienes.

Sus ojos se iluminan mientras ríe. Yo vivo para hacer reír a Joaquín Bondoni.

–Que exigente me salió el señor –ahora yo reí.

Sus manos acarician mi pecho con detenimiento mientras su mirada se vuelve pícara. Empiezo a sentir calor, mucho calor. Se acerca a mis labios y los abro ligeramente para atrapar los suyos, pero se separa con una sonrisa.

–Me iré a bañar, guapo o sino se nos hará tarde.

Me lanza un beso y camina hacia un pequeño sillón para tomar su mochila y dirigirse al baño de invitados en la primera planta. No lo pienso dos veces, salto fuera de mi cama y corro hacia él para abrazarlo de espaldas.

–¿Y si nos bañamos juntos? –susurro en su oído. Lo escucho reír y tomar mis manos.

–¡Emilio! Tu nana está aquí –no puedo ver su cara, pero sé que está sonrojado por mis palabras. Hundo mi rostro en su cuello.

–Como si fuera la primera vez que nos bañamos juntos.

Gira sin soltarse de mí y me acaricia las mejillas.

–Eres imposible, Emilio –¿ya dije que amo sus ojos marrones? Porque los amo– Tu nana está aquí y se nos hará tarde.

–Sólo nos bañaremos –suelta una carcajada. Me conoce demasiado bien, bueno, nos conoce porque esta personita puede tener cara de angelito, pero en la intimidad, di-os mi-o.

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