Capítulo 2

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Saqué del maletero todas las cajas y maletas posibles dejándolas en la entrada de la casa. Observé un poco el interior con timidez como si no fuera mía. Una mujer apareció de repente y saludó a mis padres. Supuse que era la casera. Entró y se dirigió a mí.

-Vamos, mírala. ¡Ahora es tu casa! Venga, tu cuarto está en el piso de arriba a la izquierda. No seas vergonzosa. -Ni siquiera le contesté. No me gustaba la gente que te hablaba con tanta confianza sin conocerte de nada. Era la primera vez que la veía. Vestía con traje y llevaba el pelo muy recogido. Realmente parecía una vendedora de casas. Supuse que esa alegría que desprendía era la que había hecho que mi madre se decidiera a comprar esta casa.

Subí las escaleras lentamente. Crujían un poco mientras pisaba. La casa era muy grande, llena de vigas de madera natural. Olía a cerrado, como si hiciera mucho tiempo que nadie vivía allí. Recorrí el largo pasillo hasta que llegué a la habitación. Abrí la puerta y entré con cuidado. Era bastante grande, oscura, de mi gusto. Había una gran cama de matrimonio frente a la ventana, que estaba cubierta de unas cortinas de color morado. Frente a la cama había un gran baúl. A la derecha había un pequeño escritorio algo viejo y a la izquierda un gran armario. Lo abrí con cuidado y algo de polvo cayó sobre mí. Me acomodé un poco sentándome en la cama y acostumbrándome al entorno. Sin duda me gustaba aquella habitación.

-¿Te gusta? -Mi madre me miraba desde la puerta. Me levanté rápidamente.

-No está mal, en cuanto ponga mis cosas creo que estará muchísimo mejor.

-Sabía que te iba a gustar. ¿Ves como no es todo tan malo?

-Mamá, me habéis sacado de mi casa. Todo es malo.

-No seas tan negativa. Mira la habitación que tienes. Siempre has querido algo así.

-Quizá cuando la vea decorada me guste más.

-Bueno, primero habrá que limpiar, Lu. -Dijo riendo.- La casa está llena de polvo, hay que descargar lo que queda, organizar el comedor, la cocina...

-Bueno, pero eso... lo puedes hacer tú, ¿no? -La interrumpí.- Vamos, quiero conocer el sitio, dar una vuelta... Por favor...

Mi madre estaba intentando arreglar las cosas conmigo y por ese motivo me permitía escaquearme de algunas cosas. Yo lo utilizaba en beneficio propio.

-Está bien. -Suspiró.- Lo haremos entre papá y yo... Puedes irte pero no llegues tarde. -Dijo firmemente.

-Gracias mamá. -Dije sonriendo.- Ahora te odio un poco menos. -Bromeé.

Bajé las escaleras y empecé a mirar toda la casa. La cocina era muy moderna y amplia; el comedor estaba lleno de muebles antiguos pero era bonito y acogedor. El resto de la casa más de lo mismo. Todo lleno de muebles marrones y grandes estancias. Tras la escalera vi una puerta. Era el sótano. Abrí la puerta pero todo estaba muy oscuro. Intenté darle al interruptor pero no funcionaba así que bajé con cuidado pero no había nada, simplemente era un sótano vacío lleno de polvo. Volví a subir y salí a dar un paseo por la zona. Una mujer mayor se acercó a mí nada más salir.

-Hola, buenas tardes. -Me dijo acercándose.- Soy vuestra vecina. ¡Es un honor tener a gente nueva en el vecindario! -Sonreí forzadamente. Odiaba aquella situación.

-Ah, hola. -Me rasqué la cabeza incómoda.

-Había pensado en traeros un detalle pero... Os estáis instalando todavía, ¿no?

-Si, si... En ello estamos.

-Ah. Bueno... ¿y entonces qué haces aquí? ¿No deberías ayudar a tus padres?

-¿Perdone? -Contesté seriamente.

-Oh... Nada, nada... -Rió nerviosa.- No he dicho nada. ¡Hasta luego!

Ya empezamos con mal pie. Además de tener que vivir en una casa vieja tenía que aguantar a una vieja borde. Lo que me faltaba.

Cerca de la casa encontré un pequeño muro donde podía sentarme a fumar unos cigarrillos. Sí, fumaba. Mis padres lo sabían pero no soportaban que lo hiciera en casa así que tenía que fumar fuera de ella. Siempre buscaba un sitio acogedor donde poder hacerlo. Empecé a pensar en todos estos cambios. No tenía ganas de integrarme en esta ciudad pero no me quedaba otra. Mi vida de antes ya se había quedado atrás y no tenía ningún interés en intentar que las cosas fueran distintas. Iba a seguir yendo sola, ignorando a la gente. No me interesaba tener relación con nadie.

Me acabé el cigarro y volví a casa. Empezaba a refrescar. Cuando llegué mis padres todavía estaban entrando y saliendo, metiendo cajas en casa.

-¿Qué tal el paseo, cariño? -Me preguntó mi madre.

-Bien, nada del otro mundo. Este barrio es muy aburrido. No hay prácticamente ninguna tienda. Además he conocido a la vecina. Muy... maja. -Dije sarcásticamente.

-Anda, no seas así. Seguramente sea un amor de persona.

-Si, si... Seguro... Tenía toda la pinta.

-Tú siempre tan abierta a conocer gente nueva. -Murmuró mi padre.

-No soy tan suelta como tú, papá.

-¿Quieres dejarlo ya?

-Pues deja de meterte en mis asuntos.

-No te vendría mal socializar un poco.

-Mamá, ¿puedes pedirle a tu precioso marido que deje de intentar tratarme como si fuera una de sus pacientes? Gracias.

-Ya está bien. Hemos venido a esta casa para dejarlo todo atrás, Luna. No seas tú el problema ahora.

-¿Cómo? ¿Que ahora soy yo el problema?

-Si no dejas de tratar así a tu padre sí, lo eres. Estamos intentando arreglar las cosas.

-Quizá lo habéis arreglado entre vosotros pero yo no tengo por qué perdonar que mi padre haya sido así de miserable.

-Luna, por favor... -Mamá suspiró.

Subí a mi cuarto y vi que las cajas estaban por el medio. Me enfadé y pegué varias patadas. Estaba harta de toda esa situación. No podía soportar que mi padre fuera así. Nos había estado engañando durante varios meses con una chica y encima mi madre era capaz de perdonarle. ¿Acaso era eso amor? Empecé a sacar todos mis discos de música. Eran mi bien más preciado. Los adoraba. Después guardé toda mi ropa y me hice la cama.

Puse mi tocadiscos en marcha y dejé sonar Sleepwalking de Bring Me The Horizon. Cerré los ojos y me quedé profundamente dormida.

Morir por él, matar por ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora