Capítulo 3

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-¿Quién eres?

-Estás a salvo. -Susurró quitándome algo de las manos.

-¿Quién eres?

-Estás a salvo...

-¡Luna! ¡Luna! ¡Despierta! -Repetía mi padre zarandeándome. Abrí los ojos de golpe.

-¿Qué? ¿Qué pasa? -Dije algo sofocada.

-Te has dormido, ni siquiera has cenado. Vamos, baja y come algo.

-Voy, papá...

Me quedé unos minutos en la cama pensando en aquel sueño. ¿Quién era ese chico? ¿Por qué me decía eso? Todo era muy confuso. Respiré hondo varias veces. Su cara me resultaba familiar pero ni siquiera lograba recordar lo que llevaba en la mano. Una vez levantada bajé las escaleras con cuidado y me acerqué a la cocina. Mis padres hablaban entre ellos cogidos de la mano. Les miré enfadada pero me ignoraron.

-Cariño, toma, come algo. Sabes que no me gusta que te vayas a la cama sin cenar. -Dijo mi madre acercándome un plato de comida.

-No, no tengo mucha hambre.

-Estás nerviosa, ¿verdad?

-¿Por qué iba a estar nerviosa?

-Seguro que el primer día te irá bien, tranquila.

-Claro que sí. No es nada difícil empezar a mitad de curso en un colegio nuevo, mamá.

-Haz un esfuerzo, te lo pido por favor.

-Te lo rogamos, Luna. -Añadió mi padre.

-Haré lo que tenga que hacer. -Murmuré.

-Algo es algo... -Suspiró.- Nos vamos a la cama. Come y descansa, cielo. -Mi madre besó mi cabeza y yo me aparté.

-Buenas noches. -Contesté con brusquedad.

Me quedé en aquella inmensa cocina un rato a solas, con solo una pequeña luz encendida. Aquel lugar daba miedo. Empecé a escuchar como los árboles chocaban con la ventana a causa del viento. Cogí una manzana y subí a mi habitación. En realidad estaba nerviosa, sabía que todo esto no iría bien pero tenía que soportarlo, a mi manera. Había cogido una costumbre horrible. Cada vez que algo iba mal me hacía daño a mí misma. Intentaba superarlo. Intentaba dejar de hacerlo.

Me tumbé en la cama y me puse los auriculares. Respiré hondo, intenté quitarme todos los pensamientos de la cabeza pero no había forma. Miedo, inquietud, rabia... Me desperté un montón de veces por la noche. No conseguía dormir bien. Ni hoy ni nunca. Mi cabeza siempre estaba llena de ruidos.

Por la mañana me desperté muy temprano. Tenía que esperar a las 10:30am para reunirme con la directora del colegio pero no quería soportar los sermones de mi madre. Me metí en la ducha y me vestí. Me puse unas medias negras con un pantalón corto, unas botas negras y una camiseta blanca. Cogí mi mochila y bajé las escaleras antes de que se despertaran mis padres y me pusieran más nerviosa. Tenía la dirección del colegio anotada, solo tenía que seguir el maps. Me senté un rato y me fumé un cigarro para hacer tiempo. Después pasee por las calles.

Cuando llegué al colegio me quedé parada en la puerta. Era enorme, también antiguo. Todo parecía antiguo en esta ciudad. Tras las ventanas podía ver a muchos alumnos uniformados atendiendo en clase. Entré tímidamente por la puerta y busqué el despacho de la directora. Una secretaria me indicó donde encontrarlo. En los pasillos algunos profesores pasaban ignorando mi presencia y algunos alumnos que habían ido al baño o, directamente, se saltaban las clases, me miraban de arriba a abajo. Ya estaba acostumbrada a esas estupideces así que tuvieron suerte de no pillarme de mal humor.

-¿Se puede? -Dije tocando una vez estaba frente a la puerta de la directora.

-Si, adelante. -Escuché. Entré y me hizo un gesto para que me sentara.

-Tu debes de ser Luna. -Dijo mirándome.

-Así es.

-Bueno, creo que las normas ya las sabes. Aquí tienes tu horario, tu lista de libros... -Dijo dándome un montón de papeles- Las clases ya han empezado, estamos ya a mitad del primer trimestre así que haz lo posible para saber por dónde van las explicaciones del profesor y todo eso. Ahora va a sonar el timbre del patio, ve e intenta... -Me miró de arriba a abajo, otra vez.- ...integrarte. Luego vete a casa, mañana empezarás a las ocho.

Escuché sus palabras sin interrupción alguna. Era una mujer muy arrogante, no me intimidaba pero no quería entrar en discusiones absurdas.

-De acuerdo, muchas gracias.

-Por cierto, intenta vestir más... adecuadamente.

-¿Acaso hay algún... Sí, claro, directora. -Me corregí.

-Eso quería oír.

Salí del despacho y me dirigí al patio para salir de ese estúpido sitio. Ya habían bastantes alumnos a m alrededor. Encendí un cigarrillo cuando me choqué con tres chicas que se acercaban rápidamente a mí.

-Eh, ¡tu! ¡Apaga eso! -Me dijo una de ellas.

-¿Acaso está prohibido? Estoy en un espacio al aire libre. -Le contesté seria.

-Su abuela murió por cáncer, así que se toma lo de fumar muy en serio. Será mejor que lo apagues. -Respondió otra refiriéndose a su amiga.

-No pienso apagarlo. -Le contesté riendo. Me parecía una situación absurda.

-¿Cómo dices? TRÁGATELO. -Me dijo una de las chicas agarrándome del brazo.

-¿Qué haces? ¡Déjame! ¿Estás loca o qué? -Dije intentando soltarme.

-¡He dicho que te lo tragues!

Me agarró con fuerza y le escupí en la cara. Salí corriendo aprovechando que ella se quitaba mi saliva de la cara.

-¡ESTÁS MUERTA! -Me gritó mientras huía.

Reí alejándome del sitio. Estaba harta de encontrarme a chicas como ellas. Siempre había un grupo de personas que se creían superiores a los demás y que daban órdenes como si fueran las dueñas de la escuela. A mí no me importaba plantarles cara, defenderme. Odiaba las injusticias que cometían.

Llegué a casa corriendo sin darme cuenta. Cuando entré vi que mi padre estaba con un paciente pero ni siquiera me digné a saludarlos. No quería molestar y estaba bastante afectada con lo sucedido. Subí directa al baño y busqué rápidamente algo afilado. Esos pensamientos volvían a mi cabeza. Soledad, odio, tristeza... Realmente odiaba aquella sensación. Quería que algo me despertara de ese estado de ánimo. Me sentía como si cayera en un pozo muy profundo. Me miré en el espejo triste. Bajé la mirada y empecé a llorar.

-No vas a hacerlo. -Una voz me sobresaltó. Mierda. Me había dejado la puerta abierta. Me giré rápidamente. ¡Era él! El chico de la ventana del primer día y el de... ¿mi sueño?

-¿Qué haces tú aquí? -Pregunté asustada tartamudeando.-¿Cómo has entrado?

-Te doy un consejo: si vas a hacer algo así mejor que cierres la puerta. Te dará cierta intimidad y así le das más dramatismo a la escena. -Sonrió y cerró la puerta.

Me quedé paralizada. No entendía nada. ¿Qué acababa de hacer? ¿Ni siquiera iba a pararme? Guardé el objeto afilado y me lavé la cara. Aquello parecía un sueño. No podía ser verdad. Respiré hondo varias veces y me dirigí a mi habitación.

Morir por él, matar por ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora