Capítulo 23

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Todo fue una pesadilla. Las esperas en la puerta del hospital, la llegada de mis padres, la ansiedad que sentía... No escuchaba nada, estaba muy agobiada. Sólo quería estar con él y abrazarle. Mis padres dejaron de insistirme cuando el doctor se acercó a nosotros y negó con la cabeza. Me tiré al suelo y mis padres intentaron sacarme de allí. Ellos no sentían lástima, no sentían nada. Estaban muy enfadados conmigo por todo lo que les había ocultado. En parte entendía que todo esto fuera muy repentino para ellos pero para mí no lo era. Dylan había estado conmigo desde el principio. Aquel hombre estaba diciéndome algo que me estaba rompiendo por completo.

-Lo siento, hemos hecho todo lo que hemos podido.

-Vamos, Luna, salgamos de aquí. Su familia querrá estar con él. -Ni siquiera me había dado cuenta de que su madre estaba allí, en la sala de espera. Sabía que no le importaba todo esto pero entonces la escuché llorar.

-¡No! ¡Ustedes lo han matado! ¡Han matado a mi niño! -Dijo tirándose al suelo.- Mi niño... mi único hijo... otra vez no... -Las lágrimas le impidieron decir nada más. Yo no lo entendía, ¿su único hijo? ¿otra vez no? ¿Qué estaba diciendo? Pero el dolor no me permitió preguntar por aquello. Miré al doctor incrédula.

-No puede ser... ¡Quiero verle! -Le grité al doctor.

Me dejaron entrar en la habitación y aquello fue lo peor que podía haber hecho. Vi su cuerpo allí, lleno de suciedad por el fuego. Parecía que estaba dormido pero no respondía. Dylan acababa de salvarme la vida, había dado la vida por mí.

-No tenía que ser así... Tu no... -Le susurré mientras le abrazaba.

El siguiente mes ni siquiera sé cómo pasó. No recuerdo nada a partir de ese momento. Todo mi mundo se volvió negro y tardé mucho en reaccionar.

-¿Luna? Te he traído algo para comer.- Dijo mi madre. No sé para qué se molestaba, los platos de comida que dejaba mi madre en mi puerta acababan todos en la basura. Había adelgazado mucho. Lo notaba en mi vientre y en la debilidad que sentía.- Voy a abrir un poco aquí. -Dolía volver a ver la luz del sol entrar en mi habitación.-Esto está hecho un desastre, hija... -Se sentó a mi lado.- Por favor, llevas un mes sin salir de tu cuarto, habla conmigo, dime algo, come al menos... sal o, no sé... distraete con algo.

-¿Que me distraiga? Hace un puto mes mi novio murió para salvarme la vida por culpa de unos hijos de puta que querían matarme ¿y tú quieres que me distraiga? -Le grité.

-Sé que es duro, hija... Pero él no querría que estuvieses así. Por favor solo te pido que...

-La que debería estar muerta soy yo. -Murmuré.

-No vuelvas a decir eso.

-Es la verdad, ¿para qué quiero seguir en un mundo así? Ni siquiera os soporto y sois mis padres...

-Luna, sé que hace un tiempo que todo va mal entre nosotros pero antes estábamos bien, cariño... Tenemos que recuperar eso.

-Es que no puedo seguir viendo cómo os hacéis esto, mamá... No puedo.

-No nos estamos haciendo nada, cariño. Sólo intentamos solucionar nuestros problemas.

-¿No te das cuenta? ¿De verdad estás tan ciega?

-¿De qué hablas?

-Mamá, papá sigue con ella...

-No, cielo. Eso no es así. Lo dejó, por nosotras, por esta nueva vida. -Dijo poniéndose la mano en la tripa.

-Le he dado tiempo para que te lo contara él pero veo que no tiene la valentía de hacerlo. -Me levanté con cuidado y abrí la pata de mi cama. Saqué el móvil y se lo di.- Toma. Yo no puedo hacer nada más. -Mi madre me miró.

-Toma, cariño... No quiero saberlo.

-Entonces me estás demostrando que estás estancada en salvar esta relación que ya está muerta, mamá. Vives en una mentira. -Ella suspiró.-Déjalo, mamá... No tiene sentido seguir con esto.

-Está bien, no te agobio más pero come algo, por favor.

-De acuerdo.

-Luna... -Se acercó a mí y cogió el móvil.

En cuanto mi madre salió de la habitación me levanté como pude. Me costaba ponerme en pie. Llevaba un mes sin salir casi de la cama, ni ver la luz del sol. Salí por la puerta agarrándome de todos los lugares posibles para no caer. La luz me cegaba. Me metí en el baño y fue la primera vez que realmente me asustaba el espejo. Mi piel estaba pálida, tenía ojeras, el pelo sucio, había perdido peso...

Recordé el día en que perdí a Dylan. Tras salir del hospital había ido a su casa a ver su habitación por primera vez. Miré su cama, estaba completamente hecha, como si nunca hubiera dormido allí; no tenía ningún póster ni ninguna fotografía, era una habitación casi vacía, sin recuerdos ni cosas bonitas. Lo único que había era una libreta llena de garabatos y dibujos siniestros, con pensamientos que supuse que pasaron en algún momento por su cabeza y un bote de pintura negra a medio gastar. Con esa pintura pintó mi rosa.

Dylan no estaba bien, llevaba tiempo sin estarlo. Su madre me encontró en la habitación pero no dijo nada. Se sentó en su cama y empezó a hablarme mientras miraba al suelo.

-Nunca fui una buena madre... Mi hija, murió en mis brazos. Yo... yo no quería... Yo sólo me dormí con ella en la bañera. Estaba... estaba muy cansada... Dylan daba mucha faena, mi marido se emborrachaba y me pegaba y... yo no podía más. Sólo quería beber una copa y que mi niña se calmara... No paraba de llorar y de quejarse de la fiebre... Desde entonces... desde entonces perdí la cabeza. Me obsesioné con la idea de que seguía viva, estaba tan convencida de que la seguía escuchando... Y ahora he perdido a mi niño... Yo no podía evitarlo, el alcohol... el alcohol me hacía soportar todo el dolor, todas esas voces que escuchaba en mi cabeza...

Intenté soportar el hecho de estar en la misma habitación que una persona que había dejado morir a su bebé. No entendí por qué Dylan nunca me lo había contado pero le perdoné. Sabía que él no era el culpable de su malestar. Él no tenía la culpa de sentirse diferente y de tener pensamientos tan difíciles de entender. La muerte y la desgracia le habían acompañado desde pequeño. Su madre había estado con él sin estar en condiciones. Él había estado solo siempre.

-Soy yo la que tenía que haberse ido...-Respiré hondo y cogí de nuevo el bote de pastillas.-Ahora no estás aquí para salvarme... Yo solo quiero estar allí contigo.

Empecé a sentir un gran dolor, todo se acababa. Estaría con él, por fin. Caí al suelo. Sólo veía la cara de Dylan, riéndose de la locura que acababa de cometer, pero dándome la mano, diciéndome que fuera con él. Era precioso. Él no merecía morir. No quería estar en un mundo así, sin él.

No había vuelta atrás. Había acabado con mi vida, porque me la arrebataron al quitársela a él. Dylan estaba enfermo pero yo también lo estaba. El dolor pudo conmigo. 

Morir por él, matar por ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora